21. Despertar juntas

3 1 12
                                    

El amor, desde su concepción, ha sido una cuestión intrincada y embelesada. Tanto es así, que quienes se encuentran atrapados en su dulce enigma solo anhelan una cosa: hallar la paz en los brazos de la persona amada. "Uno debe sufrir por amor", una frase tan célebre como verdadera, que inevitablemente resuena en nuestras mentes cuando el romanticismo nos envuelve. Sea un amor prohibido, tensiones ocultas o el ritmo lento de una relación que pareciera no avanzar, la espera puede llegar a desesperar. Nos preguntamos: "¿Cuándo llegará la paz?". Afortunadamente, cuando la tormenta se disipa, uno comprende que todo sufrimiento ha valido la pena.


Al menos, así lo veía Amelia. Una deslumbrante joven en sus veintes, con largos rizos castaños que caían como cascadas sobre sus hombros, recordando la gracia de una princesa de cuento. Sus ojos marrones observaban con ternura a su pareja dormida a su lado. Había sido la primera en despertar tras una noche prolongada en la que la luna fue su única testigo. Ahora, vestida apenas con una camisa roja, observaba la figura de su novia, Artemis, profundamente dormida.


Artemis, con su imponente cabello teñido de azul que caía sobre la almohada, exhibía un cuerpo musculoso y dos piercings que adornaban sus labios inferiores, dándole ese toque seductor y rebelde que tanto la caracterizaba. Amelia no pudo evitar sonreír mientras, suavemente, deslizaba una mano por el rostro sereno de su novia, acariciando con delicadeza su mejilla izquierda antes de dejar un beso suave ahí. Una sonrisa traviesa apareció de inmediato en los labios de la dormitada chica. Era fácil hacerla feliz con pequeños gestos de amor.


A Amelia le encantaba observar a su novia en esos momentos de vulnerabilidad. Adoraba la sensación de su piel bajo sus dedos, recorriendo con cariño cada facción: su mandíbula firme, los labios perforados y las pecas que adornaban su rostro. Sin darse cuenta, sus caricias fueron despertando poco a poco a Artemis.


—Hmm... Ya sé que soy irresistible, Lia —dijo, con su habitual tono pícaro, abriendo un ojo y guiñando con picardía. Amelia apartó la mano rápidamente, sintiendo el calor subirle al rostro, sonrojándose al instante.


—Solo intentaba despertarte... ya es tarde —replicó Amelia con su acostumbrada elegancia, aunque su timbre traicionaba cierta vergüenza.


La única respuesta para Artemis fue un almohadazo en plena cara, que la tomó por sorpresa, cortesía de su novia.


—¡Oye! —protestó, entre risas, mientras apartaba la almohada—. Está bien, está bien. Pero... —su voz se tornó más grave y cariñosa al tiempo que se acercaba a Amelia, rodeándola con sus brazos—. Solo cinco minutos más, princesa, así, juntas.


Artemis jaló la cobija para envolverlas a ambas, sin dejar de abrazar a la chica castaña con firmeza pero con esa ternura que la hacía imposible de rechazar.


Amelia, siempre tan estricta con sus horarios, sabía que eran ya las diez de la mañana y debían levantarse. Pero en ese momento, la calidez del cuerpo de Artemis contra el suyo era lo único que le importaba. Se sentía segura, protegida, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellas. En cuestión de minutos, sin siquiera darse cuenta, ambas cayeron en un dulce y reconfortante sueño una vez más.


Dormir abrazadas, con las piernas entrelazadas, le trajo a Amelia una oleada de recuerdos de su adolescencia, un tiempo donde aún era una joven inexperta, tratando de entender la vida. Artemis había sido su refugio en esos días difíciles. Recordaba cómo, siendo novias en ese entonces, solían dormir de la misma forma. Incluso, había ocasiones en las que Artemis se acercaba para oler el perfume que Amelia siempre llevaba. Ese gesto, que en su juventud le había parecido una simple travesura, ahora le parecía de una ternura incomparable. Sin poder evitarlo, Amelia esbozó una pequeña sonrisa mientras su novia, medio dormida, le acariciaba la cabeza con delicadeza.

«Love Comes In Different Ways» Flufftober 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora