23. Confesión borracha

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—... Te amo, tu mihi opus es... eres tan hermoso, mi vida —repetía sin cesar un Marius borracho de diecisiete años, echado en el piso del remolque de su novio. Su largo cabello castaño caía desordenado sobre el suelo, mientras sus ojos azules brillaban, aunque nublados por el efecto del alcohol. A su lado, Percival, con su cabello oscuro y corto, las pecas destacando en sus mejillas sonrojadas, se sentaba observándolo, riéndose suavemente entre dientes.


El remolque de Percival, ubicado en un rincón solitario cerca del bosque, ofrecía el escenario perfecto para que los dos chicos, ahora completamente ebrios, aprovecharan la libertad que les daba vivir lejos de los ojos atentos de los adultos. Fue Marius quien, tras encontrar una botella de vino de su padre, había sugerido llevarla al remolque, lejos de cualquier reprimenda. Ninguno de los dos había experimentado antes con el alcohol, salvo algún pequeño sorbo de cerveza en su niñez. Pero esta vez, sin conocimiento alguno sobre las cantidades adecuadas, se sumergieron de lleno. Percival, con su usual aire de superioridad, fue el primero en beber, fingiendo que la mueca de desagrado tras el primer trago no le afectaba, decidido a continuar. Marius, por otro lado, tras su primer sorbo, quedó unos segundos en blanco, esperando sentir el efecto, antes de seguir bebiendo sin pausa. Y así, entre risas y titubeos, los dos adolescentes inexpertos terminaron sentados en el suelo, las mejillas encendidas y soltando carcajadas a intervalos.


—Tu mihi opus es... eres mi mundo —Marius continuaba hablando entre el latín y el español, su voz suave pero insistente. Sabía latín a la perfección, aunque rara vez lo hablaba frente a otros. Percival lo observaba, divertido y extrañamente atraído, sin poder evitar que las carcajadas escaparan de su pecho cada vez que su novio se lanzaba con una frase nueva. —¿Sabes lo que digo, amor? ¡Tú eres mi vida!


—Eres un... eh... —Percival intentó hablar, pero las palabras se le escaparon. Marius aprovechó el momento para lanzarse sobre él, envolviéndolo en un fuerte abrazo y plantándole besos en las mejillas. Percival, aunque normalmente era el más reservado en cuanto a mostrar afecto, esta vez le correspondió con más entusiasmo de lo habitual, devolviéndole el abrazo entre risas.


—¡Ah! Mi príncipe de hielo, ahora te pones caliente conmigo, ¿eh? —murmuró Marius entre risas, mientras lo tumbaba suavemente sobre el suelo. Percival, aún con los ojos verdes brillando de diversión, no opuso resistencia, más bien lo abrazó con más fuerza.


—Cállate, tonto —exclamó, pero había calidez en su tono. De repente, el frío y reservado chico de siempre se había disuelto en un mar de carcajadas y cariño desbordante. —No siempre soy así... tal vez... tal vez solo necesitaba un poco de vino... o de ti.


—¿Ah, sí? Pues aquí tienes a tu "un poco de mí" —rio Marius, aferrándose más a él, plantándole besos juguetones en el cuello y las mejillas, sin detenerse.


Las risas continuaron mientras el castaño seguía mezclando palabras en latín con declaraciones de amor en español, abrazando con fervor a un Percival que, aunque desconcertado por sus propios gestos de afecto, se dejó llevar por el momento. El remolque se llenaba de sus murmullos y risas, dos chicos tan distintos, ahora más cercanos que nunca.


Las risas y los abrazos continuaban, pero algo en el ambiente comenzó a cambiar. Percival, aún con el rostro enrojecido y la cabeza algo pesada por el alcohol, se quedó mirando a Marius en silencio por unos segundos. El chico de cabello largo y castaño seguía abrazándolo, recostado a su lado, sus ojos azules brillando con cariño y embriaguez.


—Sabes... —murmuró Percival, algo más serio de lo usual, pero con una sonrisa en los labios—, te amo, Marius.


Marius se quedó congelado por un instante, los labios entreabiertos, sorprendido por escuchar esas palabras salir de su novio. Percival rara vez expresaba abiertamente lo que sentía. De hecho, el chico castaño siempre había sido el más efusivo de los dos, y aunque sabía que su novio lo amaba, jamás lo había escuchado decirlo de una manera tan directa, tan genuina.


—¿Qué? —Marius entrecerró los ojos, tratando de entender si lo que había oído era real o parte del efecto del alcohol—. ¿Dijiste que... que me amas?


—Sí, tonto —Percival se rio levemente, dándole un suave empujón—. Te amo. Me encanta cómo siempre encuentras la manera de hacerme reír, aunque esté de mal humor. Me gusta cómo me miras, incluso cuando no digo nada, como si supieras lo que pienso. Y... —bajó la mirada por un momento, un leve rubor asomándose en sus mejillas—, me encanta cómo me abrazas. Haces que me sienta seguro... como si no hubiera nada que temer cuando estás cerca.


Marius lo miraba, incrédulo pero con una sonrisa que crecía más y más en su rostro.


—Percy... Wow —Se acercó más a su novio, susurrando—. Nunca habías hablado así...


—Bueno, ya sabes... el vino y... tú. —Percival intentó encogerse de hombros, restándole importancia, pero su sonrisa no mentía. Sus ojos verdes reflejaban la sinceridad en sus palabras—. Solo... quería que lo supieras.


Marius no dijo nada por un momento, solo lo miró con esos ojos azules que ahora brillaban con una mezcla de sorpresa y adoración. Luego, sin previo aviso, se inclinó hacia Percival y lo besó, despacio al principio, como si quisiera asegurarse de que el momento era real. Percival le devolvió el beso, sintiendo cómo sus labios se movían con más pasión de lo que normalmente dejaba mostrar. Era diferente esta vez; no había risas ni bromas. Solo el suave y cálido contacto de sus labios.


Se quedaron así por unos segundos que parecieron eternos, hasta que ambos, demasiado agotados por el alcohol, dejaron de lado la emoción del momento. Marius se levantó un poco tambaleante y jaló a Percival hacia la pequeña cama del remolque. No hubo necesidad de palabras. Ambos se metieron bajo las sábanas, abrazados.


—No me sueltes —susurró Percival, acurrucándose en el pecho de su novio.


—Nunca lo haré —respondió Marius, besando suavemente la frente de su novio.


Y así, abrazados y rodeados del silencio del bosque, los dos se quedaron dormidos, con las sonrisas aún dibujadas en sus rostros.

«Love Comes In Different Ways» Flufftober 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora