14. Él me visita en las noches

16 2 0
                                    

El frío en la piel, el nudo en la garganta, escuchar esa voz burlesca a lo lejos, la pesadez que le imposibilitaba abrir los ojos, y finalmente, ese peso en el pecho que le impedía moverse. Justo antes de que sintiera como alguien le sujetaba el cuello y comenzaba a apretarlo, dejándolo sin aire lentamente.

Por más que intentaba, su cuerpo no respondía, sus piernas no se movían, ni sus manos para hacer el más mínimo intento de defenderse.

Quería gritar, pero ni una sola palabra salía de sus labios. Quería abrir los ojos, pero sus párpados no se movían...

El aire escaseaba cada vez más, sentía que iba a morir en cualquier momento, hasta que logró finalmente abrir un poco uno de sus ojos, observando de reojo una silueta oscura.

Le aterró, pero al menos sintió ese peso desvanecerse, y se incorporó de golpe. Totalmente agotado y empapado en su propio sudor.

Podía sentir su corazón latiendo con tal fuerza que parecía estar a punto de salir disparado de su pecho.

— Fue solo un sueño... Solo un sueño...

Se repetía a sí mismo una y otra vez, intentando calmarse, sin efecto alguno. Otra noche más sin dormir, y teniendo que salir de la cama en cuanto sonaba el despertador para alistarse e ir a trabajar.

Las clases en el preescolar comenzaban a las 9:00 en punto, debía llegar al menos media hora antes para alistar las cosas en su salón y esperar la llegada de los niños.

— Buenos días, bienvenidos. Nos vemos a la hora de la salida.

Las mismas frases repetía a cada madre, padre de familia o tutor que llegara para dejar a cada niño en la entrada de la escuela. Los pequeños tenían instrucciones de reunirse y esperarlo hasta que todos llegaran.

Una vez que sonaba el timbre que anunciaba el inicio de la jornada, los niños formaban una hilera para tomarse de las manos y caminar a su salón detrás de su maestro.

Cómo cada día, recibía a sus alumnos con una sonrisa y les daba la bienvenida cantando una canción con ellos para terminar de activarse y estar listos para un nuevo día.

Luego de esa actividad, seguía el pase de lista, cuando cada pequeño pasaba al frente para colocar una bolita de papel en un frasco con su nombre.

Ese día habían asistido todos los niños, y todos lucían entusiasmados por comenzar las actividades.

A pesar del cansancio, puso todo su empeño por no quedarse dormido y mantener el ánimo vivo en los infantes, hasta que la campana sonó, anunciando el inicio del receso.

— Con cuidado, niños. Salgan en orden por favor.- Decía, mientras vigilaba la salida de los niños del aula.- Tengan cuidado por favor. No corran, no empujen, no peguen. Si tienen algún problema busquen a un maestro.

Al ver salir a todos, soltó un suspiro con cansancio. Estaba realmente agotado, llevaba meses sin conseguir dormir bien.

— ¿Está bien, maestro Regulus?

Al escuchar la voz de uno de sus alumnos, abrió los ojos con brusquedad, topándose con ese pequeño sentado en su banco, dibujando algo en una hoja de papel. ¿Cómo no se había percatado de su presencia?

— Sí, Angelo. No es nada.- Respondió con una sonrisa, acercándose al niño.- ¿Por qué no saliste a comer tu almuerzo?

— Estaba terminando un dibujo.

— Puedes terminarlo después.- Respondió tranquilamente.- Primero tienes que comer.

— Y usted debería hacer algo con la cosa que lo sigue.

Cazadores de luces y sombras [#Deathween2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora