Amigos con derechos

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Amigos con derechos - Maluma, Reik

Aclaración: tienen 16 años

Te presto mis ojos
Para que veas lo hermosa que eres, mmh
Te presto mis manos
Para que toques las nubes si quieres, oh, oh, oh

—Camine, que la voy a llevar a que se confiese con el padre —dijo mi mamá entrando abruptamente a mi habitación.

—Ay, no, ma —respondí mientras dejaba el celular a un lado, molesta por la interrupción.

—Camine y lleve este rosario en la mano —continuó, entregándomelo—, la espero allá abajo. Y cámbiese decentemente, no vaya a ir así.

Bufé, pero igual me levanté de la cama. Me puse unos jeans desgastados, una camisa ancha, y los tenis blancos que mi papá acababa de lavarme. Mientras caminaba hacia la puerta, me topé con él en el pasillo.

—Pa, no quiero ir —dije haciendo pucheros, buscando un aliado.

—Vaya, mija, que su mamá no entiende que usted no es lesbiana, he intentado hablar con ella y nada —contestó mientras se cepillaba los dientes, listo para salir a trabajar.

—Ay, no, pa... —repetí, medio riendo, pero frustrada.

—Hágale caso para que no tenga problemas con ella, y en la noche la llevo a comer helado —dijo, dándome un empujoncito hacia las escaleras—. Y de paso ve al niñito ese, el hijo del padre —agregó en un susurro.

Me puse roja al instante. Le lancé una mirada acusadora, pero no dije nada. Suspiré, resignada, y bajé las escaleras con pesadez.

—Vamos —dije de mala gana cuando llegué a donde estaba mi mamá.

Caminamos los 15 minutos hasta la iglesia, mientras ella se ponía a hablar con la esposa del padre, la señora Sandra. Yo me mantuve en silencio, mirando al suelo y deseando estar en cualquier otro lugar.

—Hola, mamita, ¿cómo está? —me dijo la señora Sandra con su típica sonrisa.

—Hola, señora Sandra, bien, ¿y usted? —respondí, intentando ser educada.

—Richard me ha preguntado por usted, que no la ha visto en el colegio —dijo, sonriendo aún más.

—Ha estado enferma —respondió mi mamá rápidamente, antes de que pudiera decir algo. Claro, la mentira perfecta.

En realidad, mi mamá creía que yo era novia de mi mejor amiga, y eso era lo que me tenía metida en este rollo de ir a la iglesia cada semana. Según ella, tenía que "aclarar mi camino espiritual".

—Mamita, vaya a la oficina del padre, que necesito hablar un rato con su mamá. Ahí está Richard, puede hablar con él mientras mi esposo se desocupa con los discípulos —añadió la señora Sandra con una sonrisa cómplice.

Asentí, sin ganas, y caminé hacia la oficina del padre. Al llegar al final del pasillo, asomé la cabeza por la puerta, y ahí estaba Richard, pero no estaba solo. Laura estaba con él, y aunque no quise admitirlo, mi estómago se revolvió al verlos tan cerca.

Esperé unos segundos hasta que ella salió, y entonces entré. Me senté en el sofá, ignorándolo por completo.

—¿No me vas a saludar? —dijo él con esa sonrisa que tanto me fastidiaba... y me encantaba al mismo tiempo.

—Yo vine porque mi mamá me mandó a hablar con su papá, no con usted —respondí, tratando de sonar indiferente.

Richard se rió suavemente, y se acercó un poco más.

—Tantos días sin verme y ¿me va a tratar así? —respondió con tono juguetón.

Me mordí el labio, queriendo mantener mi actitud distante, pero él no se rendía tan fácil.

—Está así por lo de Laura, ¿cierto? —preguntó, arqueando una ceja—. Solo vino a decirme que su mamá trajo unas cosas para la capilla. No estuvo ni dos minutos aquí.

—Yo acaso le estoy preguntando —contesté con grosería, sintiendo que el calor subía por mi cuello.

Richard sonrió, esa sonrisa que me desarmaba. Se arrodilló delante del sofá, poniendo sus manos a cada lado de mis piernas, apoyadas en los cojines, mirándome fijamente. Yo traté de mantenerme firme, pero él tenía esa habilidad de hacerme dudar.

—Míreme —dijo con voz suave, acercándose aún más.

Yo no te pido que te enamores
Seamos eternos sólo esta noche
Yo no te pido que seamos novios
Si siendo amigos ya nos damos de todo

—No... —respondí débilmente, pero mi voz ya temblaba. Apreté los labios, decidida a no caer en su juego, pero su cercanía me ponía nerviosa.

—Qué mentirosa... —murmuró antes de acercar sus labios a los míos. El beso fue rápido, casi forzado, pero despertó en mí algo que no podía ignorar.

Él me jaló de las piernas, acercándome más a su cuerpo, y esta vez fui yo quien lo besó con desesperación. Sentí cómo se apoyaba sobre mí, tumbándome en el sofá mientras sus manos recorrían mi cintura, haciéndome estremecer.

Mátame
Con esa boquita embriágame
Con tu cuerpo, ven, sedúceme
Quitémonos ya la ropa que así desnuda te ves más sexy

—Si su mamá la viera, la manda a confesarse, pero no por lesbiana —dijo él entre risas, mientras yo soltaba una carcajada.

—Idiota... —susurré, pero mi cuerpo lo buscaba, mis labios querían los suyos, y él volvió a besarme con más fuerza.

Sus besos bajaron hasta mi cuello, y sus dedos dibujaban caminos en mis caderas, subiendo y bajando, provocando escalofríos que me hacían jadear. El perfume de Richard llenaba el aire, intoxicando mis sentidos. Cuando sus besos se hicieron más intensos, húmedos en mi piel, solté un jadeo que no pude contener.

—Richard... no, estamos en la iglesia —dije de repente, recordando dónde estábamos.

—Tienes razón —dijo él, levantándose de encima de mí y acomodándome en el sofá con una sonrisa juguetona—. ¿Quieres jugar uno mientras viene mi papá para que te confieses? —añadió, acomodándose la ropa y guiñándome un ojo.

Yo me quedé ahí, entre risas nerviosas y con la piel aún ardiendo, sin saber si debía darle una bofetada o volver a besarlo.

Aunque todo el mundo ya sospeche de lo nuestro

One shots . Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora