444– Yan Block, Panda Block
Aclaración: son amigos pero no pueden estar juntos
Aunque no estés aquí y estés allá
Mami, tú estás clara que siempre te voy a clavar
Que esto nunca va a acabar, si yo siempre voy a clavarte...Estaba tirada en el piso de mi habitación, un blunt en la mano, mientras el humo llenaba cada rincón. Papá no estaba y yo me sumergía en mi propio mundo. El cuadro en la pared parecía deformarse, y solté una risa floja, disfrutando de la distorsión de la realidad.
Entonces, sonó mi teléfono. No quería contestar, jamás lo hago cuando estoy así, pero era Richard, y él no para de llamar hasta que le respondo.
Tú siempre vas a tenerme y yo siempre voy a tenerte
Tú siempre vas a llamar y yo voy a responderte...—¿Alo? —contesté con desgano, la voz arrastrada.
—Hola —respondió él, con esa voz suave que siempre me pone los nervios de punta.
—Richard, ¿cuándo vas a dejar de llamar? —pregunté, ya cansada.
—Nunca —respondió sin dudar.
—Casi diario lo haces —dije, intentando sonar indiferente.
—Siempre lo haré. ¿Cómo estás? —preguntó él, cambiando el tono a algo más preocupado.
—Bien —le respondí seca.
Hubo un breve silencio antes de que él continuara.
—¿Cómo sigue tu relación con tu papá y tu madrastra? —preguntó, sabiendo exactamente la respuesta, pero queriendo escucharme.
—Peor que nunca —contesté, sin ganas de ahondar en el tema.
—Te siento la voz extraña... —comentó, notando algo en mi tono.
Solté una pequeña risa y traté de no desmoronarme, pero las carcajadas estaban ahí, a punto de escaparse.
—No lo sé —dije al final.
—¿Cómo está tu mamá? —insistió, buscando mantener la conversación.
—Con algún novio, de viaje, como siempre —le respondí, sin interés.
Hubo otro silencio. Sabía lo que venía.
—Te amo, lo sabes, ¿verdad? —dijo él, con esa intensidad que siempre trae sus palabras.
Sentí una punzada en el pecho, una mezcla de rabia y tristeza. Era mentira, siempre lo era.
—Hay algo en mi corazón que me dice que solo haces estas llamadas para que yo crea que me quieres, para que no me deprima tanto y no me mate —solté sin pensarlo, la crueldad de mis palabras colgando en el aire.
Él suspiró. Ese sonido me perforó más de lo que debería.
—No es así, las circunstancias... no nos permitieron estar juntos, pero te pienso todos los días... —empezó a decir, pero lo interrumpí.
—Y desearías que fuera yo la que estuviera a tu lado, lo dices siempre, Richard —repliqué, cansada de la misma historia de siempre.
Tú no estás cuando quiero, es cuando tú quieres
Si el amor es de verdad, pues, ¿pa qué me hieres?
Te doy todo lo que pediste, ¿qué más tú quieres?De fondo, se escuchó una voz infantil llamando a Richard. Mi corazón se encogió.
—Tengo que irme, me está llamando mi hijastro —susurró él, tratando de no hacerme daño con esas palabras.
—Querrás decir tu hijo, Richard —respondí, con el filo de la verdad colándose en mi voz.
—Te amo —susurró, con un tono casi apagado.
—Usted no es capaz de amarme —le dije antes de colgar, pero ya una lágrima se había escapado de mi ojo derecho. Maldito sea.
Me quedé mirando el techo, solté una risa amarga. Si no viera el registro de llamadas, pensaría que Richard no me llama todos los días y es mi mente, pero igual lo hace cuando estoy demasiado trabada como para confrontarlo.
Me enchulé de tus defectos imperfectamente perfectos
Le contesto en to momento, monumento es ese cuerpo, ma
¿Cuándo vamos a vernos?, que el infierno está viniendo
Y me quiero morir viniéndome, metiéndot...