CAPITULO 21

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LUCIFER

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En mi dormitorio, me doy un baño rápido y me coloco el uniforme de pila, mis pantalones negros camuflajeados y mi playera cuello redondo con los logotipos de la marina, tomo mi cachucha y me dirijo al campo con el pelotón que se encuentre ahí.

Y no sé si es mala suerte o buena pero la pelirroja ya está en las filas, decido aprovechar la situación y tomo su bitácora y la lleno con la pluma que tiene colgada en su libreta, plasmo mi firma, le escribo un "nunca dudes de cuanto te quiero" y me dirijo al campo.

Están subiendo la red y le ordeno al coronel Acron que se una a su pelotón en lo que yo los pongo a trabajar.

—¡A las cuerdas! —les grito con fuerza para que me escuchen desde lejos y al escuchar mi perfecta voz se gira para mirarme y ubicarme, me cruzo de brazos e inmediatamente la pongo nerviosa, se esfuerza por cumplir mi orden aunque ya se ve agotada, supongo que tienen rato aquí.

Suben 9 metros de pared con una cuerda y del otro lado la bajan con sigilo, se pasan a los tubos que están llenos de cuerdas y tienen que pasarse una por una sin caer al piso, trae una playera como la mía pero en tono crema, y se le notan las manchas de humedad por el sudor, en la espalda, a lo largo de su columna y se le marca el abdomen, me excito al verla empapada y les ordeno más rapidez para lograr mi objetivo.

Toman las grandes y pesadas cuerdas y tienen que hacer ondas con ellas, la veo flaquear un poco, pero no me va a dar el gusto de verla rendida, 4 soldados salen del campo y los alineo en recto detrás de mí, así sabré en qué orden fueron saliendo para ver quien me sirve y quién no.

Corren 3 km sobre las llantas, y 7 soldados más salen, pero ella no, y sé que le está temblando todo pero no se rinde y me gusta su tenacidad. Esa es la pelirroja que me robo el aliento años atrás.

La veo apoyada en sus rodillas y creo que ya es suficiente para una forense sentimental.

—Por ultimo lleguen al muro —ordeno y se dirigen a un poste enorme de madera, que está unido a otro en una cuerda, son 2 km de cuerda y tienen que colgarse con piernas y manos para poder pasarla, me acerco a la cuerda y sin que me note sigo su camino, lo está haciendo muy lento y las piernas ya le comienzan a temblar, la observo y veo el momento exacto en el que se encomienda a su Dios y se da por vencida, suelta la cuerda esperando recibir el golpe en el piso pero son mis brazos quien la reciben a la hora de caer.

Tiene los ojos cerrados y cuando los abre mis ojos conectan con los suyos, se remueve un poco para que la baje y solo la acomodo mejor, la saco del campo en brazos y ella se sostiene de mi cuello y pasa su mano por mis pectorales según ella con despisto.

No me pasan desapercibidas las miradas de los soldados pero nadie se atreve a decir nada.

Me tire a muchas de aquí antes de irme a la misión, pero con la única que me veían era con Emma, por eso ahora que volví hay tanto asombro, sin contar que todos aquí saben que la mujer que ahora está en mis brazos es la esposa del general inútil.

—Ya bájame —habla molesta y no obedezco, llegamos hasta las butacas fuera del campo y la siento en una, pero no me aparto, apoyo mi mano en la mesa y la otra queda a un lado de sus caderas en la banca.

—Que sexy te vez —hablo cerca de su mejilla y se aparta un poco de mí.

—¿Has pensado en tratarte con un psicólogo? —Arrugo las cejas— lo digo por tu bipolaridad —sonrió y veo de pura casualidad al general inepto acercándose a nosotros, aún muy retirado, viene por la espalda de ella así que no lo vera acercarse.

Corazones DestrozadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora