CAPITULO 25

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LUCIFER

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Aterrizamos pasadas las 9pm en Dublín, en el pentágono con exactitud. Hernán y Lorian son los que nos reciben. Se supone que estoy en calidad de detenido pero ninguno se atrevió a arrestarme, no después de la nariz rota del único agente que quiso ponerme unas esposas encima.

—Nunca puede quedarte en paz ¿cierto? —habla Hernán al subir a Orión en brazos para besarle la mejilla.

—Sabes que no tenía otra alternativa —asiente y le pregunta a su nieto que como es que se encuentra.

—Tenemos un problema aquí —habla mi hermano cuando caminamos para salir de la pista— serás juzgado en un juicio por el atraco a la universidad. Al pentágono y a la NASA. Haremos todo lo posible para que no se encierren pero supongo que una fuerte sanción si querrán imponerte.

—se lo que sucederá y se lo que tengo que hacer, solo denme un par de horas para llevar a Orión.

—Te las doy si prometes no cometer otra estupidez —le asiento a Hernán. En mis planes no hay nada más que llegar con quien quiero ver.

—están en el castillo —miro a Lorian y freno mi camino para verlo a los ojos— tienen un día ahí, ambos tienen que arreglar este lio con Brenan y lo sabes, no pueden traer sus problemas de faldas aquí —no le respondo y bajo a Orión de los brazos del hombre que me dio su apellido.

Hugo me señala la camioneta y nos montamos con miguel al volante.

—¡Amigo! —Orión le da un puño a miguel y este le corresponde sonriente.

—me alegra tenerte de regreso hombrecito, todos te extrañamos mucho —mi hijo sonríe feliz y vuelve a su lugar, junto a mí.

Nos lleva al castillo y disimulo la media sonrisa que me brota por tener a la pelirroja en donde debe estar. Definitivamente le debo una a Loria. El camino se me hace largo y la impaciencia me llega cuando atravesamos las rejas del castillo.

Miguel estaciona frente a la puerta principal y le hago señas a Orión para que baje conmigo. Abro la puerta y subimos las grandes escaleras con alfombra azul petróleo. Orión corre hacia el pasillo de la izquierda y me reprendo por no darme cuenta de que ellos tres tenían sus habitaciones en mi casa.

Tampoco es que me ponga a revisar habitación por habitación todos los días.

—¡Hades! —grita el dueño de la mirada violeta y una puerta a la izquierda se abre casi de inmediato.

Hades asoma la cabeza y frenamos nuestro andar. Me mira y cuando su roja mirada baja a su hermano medio sonríe y le parpadea dos veces. Orión se acerca de brazos abiertos de par en par hacia él.

—Abrázame hermano —se pega a él y hades medio lo toca apenas— no sabes cómo me hiciste falta —hades rueda los ojos.

—estas bien, no llores.

—No estoy llorando —se separan— cállate.

—claro que si, a mí no me calles. Cállate tú.

—no, tu cállate.

—cállense ambos, date un baño y duerme, por la mañana a primera horas vas a ver a tu madre —los callo a ambos. Solo por un momento.

—Dormiremos juntos —codea a hades.

—No —se encamina a su puerta.

—Claro que sí, cállate —lo sigue el otro.

—No, a mí no me calles —entran a la habitación y sierran dejándome en el pasillo.

Corazones DestrozadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora