𝟭𝟳.⠀𝗰𝗼𝗻𝗳𝗲𝘀𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀.

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⠀Leslie Abramson estaba sentada en una pequeña sala de interrogatorio, frente a Erik y Lyle

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Leslie Abramson estaba sentada en una pequeña sala de interrogatorio, frente a Erik y Lyle. El ambiente en la habitación era tenso. Los dos hermanos se mantenían en silencio, ambos evadiendo sus miradas, pero Leslie estaba acostumbrada a estas dinámicas. Sabía que iba a ser un reto romper las barreras que habían construido alrededor de su versión de los hechos, pero también sabía que sin la verdad completa, sería imposible construir una defensa sólida.

—Chicos, no podemos avanzar si no me cuentan todo lo que sucedió. —habló la mujer con su tono calmado pero firme. Sabía que la paciencia sería clave, pero la frustración empezaba a filtrarse en sus palabras. —Necesito saber exactamente qué pasó esa noche.

Erik jugaba nerviosamente con sus manos, su mirada perdida en la mesa frente a él. Lyle, en cambio, mantenía una expresión fría y distante, como si cada palabra que dijera rebotara contra una muralla que él había levantado.

—Voy a hablar con ustedes por separado. —anunció, mirando a ambos. —Erik, quiero empezar contigo. —Lyle no reaccionó, pero Erik levantó la vista, sus ojos llenos de miedo.

La mujer llamó al guardia, que escoltó a Lyle fuera de la sala, llevándolo a otra habitación cercana. Cuando estuvieron a solas, Leslie se sentó más cerca de Erik, suavizando su tono.

—Erik, necesito que me ayudes. Quiero ayudarte, de verdad. Pero no puedo hacerlo si no me cuentas todo lo que pasó. Sé que no fue una decisión fácil para ustedes, pero necesito entender por qué lo hicieron. Todo tiene una razón.

El nombrado tragó saliva, su cuerpo entero temblaba ligeramente. Se frotó las manos como si quisiera borrar un recuerdo, removiéndose sobre la silla fría de metal.

—No lo entiendes. —murmuró, su voz apenas audible. —Él... él siempre estaba ahí. Siempre controlándolo todo.

La abogada frunció el ceño, inclinándose lentamente hacia él.

—¿Quién, Erik? ¿Tu padre? —este asintió lentamente, y las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos.

—Papá... él no era como todos pensaban. Siempre nos hacía sentir... pequeños, insignificantes. Era cruel con nosotros y con mamá. Nos golpeaba cuando estaba furioso, lo hacía sin razón, a veces solo porque no le gustaba cómo respirábamos, cómo nos movíamos. Y mamá... —su voz se quebró al mencionarla. —Mamá no hacía nada para detenerlo. Solo... solo se quedaba allí.

Lo escuchó atentamente, dejando que el menor soltara esas emociones reprimidas.

—¿Y qué más, Erik? —preguntó con suavidad. —Sé que hay más que me estás ocultando. ¿Qué más les hizo?

Erik apretó las manos en puños, temblando más visiblemente ahora.

—Él... a veces hacía cosas peores que golpear. —confesó finalmente, su voz temblorosa. —Con otras personas en la casa, Leslie. Lo hacía... con menores, niños. No sé cuántas veces, pero nos amenazaba a no decir nada.

angel⠀✶⠀lyle menendezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora