𝟮𝟭.⠀𝗱𝘂𝗹𝘇𝘂𝗿𝗮.

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⠀⠀Blair despertó temprano esa mañana, acurrucada en el pecho de Lyle, su respiración lenta y profunda, con una mano apoyada en su cintura y el cabello desordenado sobre la almohada

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Blair despertó temprano esa mañana, acurrucada en el pecho de Lyle, su respiración lenta y profunda, con una mano apoyada en su cintura y el cabello desordenado sobre la almohada.

No pudo evitar sonreír, sintiéndose afortunada de despertar al lado de alguien que adoraba tanto, sintiendo el calor de su piel y el peso reconfortante de su brazo sobre ella. Él parecía tan tranquilo y vulnerable en su sueño, que decidió no despertarlo.

Deslizó cuidadosamente su cuerpo fuera de la cama y caminó hacia el baño. Después de lavarse los dientes y tomar una ducha rápida, salió con una toalla enredada alrededor de ella, notando que Lyle seguía durmiendo profundamente. Sin poder resistir la tentación de molestarlo un poco, se lanzó sobre él en la cama, interrumpiendo su pacífico sueño con una serie de besos suaves en el rostro y el cuello, y acariciando su cabello con ternura.

—Blair... —murmuró el contrario entre sueños, intentando dar media vuelta y cubrirse con las sábanas, sin mucho éxito.

—¡Despierta! —susurró entre risas, acercándose a su oído. —Tengo hambre, y quiero desayuno.

Lyle sonrió sin abrir los ojos, estirando perezosamente su cuerpo bajo las sábanas.

—Podría comerte a ti en lugar del desayuno. —dijo él, con una sonrisa traviesa. La castaña lo golpeó en el brazo, fingiendo indignación.

—¡Eso no cuenta como desayuno! —se quejó, con una sonrisa.

Finalmente, Lyle se sentó en la cama, revolviéndose el cabello desordenado mientras estiraba los brazos y bostezaba.

Sin más, después de vestirse, bajaron a la cocina, donde comenzó su aventura culinaria.

—¿Sabes hacer panqueques? —preguntó la menor, subiéndose a la encimera mientras lo observaba reunir los ingredientes.

—Para nada, pero Erik era un experto. —respondió, mientras revisaba la receta en su teléfono, refunfuñando cada vez que algo no le cuadraba.

Los primeros intentos fueron un desastre absoluto; Lyle terminó quemando uno de los panqueques, otro quedó crudo en el centro, y en algún momento Blair se salpicó de harina mientras intentaba ayudar, aunque la mayor parte del tiempo se reía desde la encimera viendo el esfuerzo desastroso de su novio.

—¿Vas a ayudar o solo estás aquí para verte linda? —se quejó Lyle, mirando a la castaña con una ceja levantada mientras intentaba darle la vuelta a otro panqueque.

—Te ves muy sexy cocinando, no quiero arruinar el espectáculo. —respondió Blair con una sonrisa traviesa, tomando uno de los panqueques que finalmente salió bien y dándole un mordisco.

Lyle la miró, fingiendo estar molesto, mientras la contraria se relamía los labios y se recostaba contra la pared de la encimera, comiéndose su panqueque con gusto.

angel⠀✶⠀lyle menendezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora