capitulo 22

167 18 2
                                    

La noche seguía pesada, pero al menos habíamos escapado del infierno en el que nos habíamos sumido durante las últimas semanas. Aunque Guarnizo estaba fuera de juego, el peligro no había desaparecido por completo. Sabía que sus aliados y secuaces aún estarían buscando una oportunidad para hacer su próximo movimiento, y no podía permitirme bajar la guardia, no cuando Abril y Vicky estaban tan expuestas.

Después de asegurarme de que Abril y Vicky estuvieran a salvo en una de nuestras propiedades seguras, sabía que necesitábamos más protección. No podía estar en todos lados al mismo tiempo, y aunque confiaba en Osvaldo, necesitábamos a alguien más cerca, alguien que pudiera cuidar de ellas mientras yo lidiaba con lo que quedaba del conflicto.

Fue entonces cuando conocí a Amairani.

Osvaldo la recomendó, hablaba maravillas de ella: joven, pero con experiencia en situaciones de alto riesgo. Amairani era una de esas personas que parecían moverse entre las sombras, capaz de cuidar de cualquiera y, al mismo tiempo, mantenerse invisible. Era perfecta para el trabajo.

El primer encuentro fue más formal, con Abril a mi lado mientras Amairani llegaba a la casa. Alta, de figura esbelta pero atlética, con una sonrisa que parecía peligrosa y encantadora al mismo tiempo. Cuando me estrechó la mano, sentí la firmeza en su agarre, pero también una chispa en sus ojos. Una chispa que no pasó desapercibida.

—Es un honor trabajar para ustedes —dijo Amairani, su tono suave pero seguro—. Me aseguraré de que estén protegidas en todo momento.

Yo asentí, agradecida de tener a alguien con esa experiencia cerca. Abril la observaba con una mezcla de cautela y curiosidad, pero sabía que Amairani era necesaria. Sin embargo, no podía negar que había algo en su mirada, algo que me hacía pensar que no solo estaba enfocada en su trabajo.

Los días pasaron, y Amairani se instaló perfectamente en la rutina. Era eficiente, atenta, siempre un paso adelante de cualquier posible amenaza. Vicky parecía haberla tomado por sorpresa también, confiando en ella rápidamente. Pero lo que más noté fue cómo Amairani comenzó a buscar mi atención de maneras más sutiles. Pequeños comentarios, miradas más largas de lo normal, gestos que parecían ir más allá de lo profesional.

—¿Sabes, Sam? —dijo una noche mientras revisaba algunos informes en el estudio—. Es impresionante todo lo que has logrado. No sé si alguna vez alguien te lo ha dicho, pero eres... increíble.

Levanté la vista de los documentos, captando su mirada fija en mí. Era una de esas miradas cargadas de una tensión que reconocí inmediatamente. Sonreí, sin darle mucha importancia.

—Gracias, Amairani. Todo esto no es fácil, pero no tengo opción —respondí, intentando mantener el tono neutral, aunque no podía negar que su atención me halagaba un poco.

—No solo lo haces por obligación —insistió ella, dando un paso hacia mí—. Lo haces porque tienes el control, y eso es algo que admiro mucho. No todas pueden manejarlo como tú.

Antes de que pudiera responder, Amairani se inclinó un poco más, su proximidad cargada de un aire que era imposible ignorar. Me sorprendió cuánto me afectó. Era un coqueteo abierto, y aunque intenté mantenerme impasible, no pude evitar sentir el magnetismo. Le devolví una sonrisa, más divertida que seria.

—Gracias, Amairani. Pero debo concentrarme —respondí, en un intento de redirigir la conversación, aunque noté que ella no parecía desalentada.

A lo largo de los días siguientes, los encuentros con Amairani continuaron en ese mismo tono, cada vez más frecuentes, cada vez más cercanos. Aunque no buscaba nada con ella, no podía negar que algo en su forma de mirarme despertaba una chispa de emoción que no esperaba. Era halagador, incluso peligroso, en cierto modo.

black death (rivari g¡p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora