capítulo 3

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Pov Abril

Me encontraba al borde del colapso.

Lo sabía, lo sabía.

Mi hermana Rocio intentó calmarme más temprano aquella mañana, pero no fue posible, conocía muy bien mis patrones y solo era cuestión de tiempo para sentirme tan, pero tan presionada, que no podría hacer otra cosa más que explotar.

De todas mis hermanas, yo era la más callada, la más condescendiente, la que solía mirar todo con cabeza baja y aceptar los castigos de papá porque sabía que hablar era sinónimo de más.

Más gritos, mas golpes.

Envidiaba a mi hermana mayor Alana. Quería ser como ella que jamás callaba y jamás cedía. Quería poder mirar a papá a los ojos y decirle <<no, no vas a joder mi vida casándome con un hombre que no conozco>>>

Pero no lo haría, me conocía lo suficiente como para entender que jamás sería capaz de irme en contra de mi padre, no porque lo respetara, si no más bien porque le temía a tal manera que jamás me pondría en su contra de nuevo, no después de que casi me mató a golpes después de que en el pasado ayudé a Rocio a ir a una fiesta estando comprometida

-Es una lástima, yo quería una fiesta gigante para ti -se quejó mi madre a mi lado, mientras el estilista recogía mi cabello-. Una chica pura como tú, merece cosas grandes.

No dije nada.

-Pero no has sido tan desafortunada ¿verdad? sonrió con emoción-. Tu prometida es realmente una mujer muy guapa, Abril . Por un momento temí que fuese una anciana fea.

-Yo también -susurré, rendida.

Era verdad que todo el mundo e inframundo sabía quién era Samantha Rivera. La Rivera la mafia mexicana era temida hasta por el mismísimo Dios, aún así, no existían fotos suyas en el internet porque ella se encargaba de eliminarlas todas.

Era una mujer reservada.

-¿No te gustó? -presionó mamá.

-No-la miré de reojo-. Es una chica desagradable.

La escuché quejarse ante la elección de mis palabras, pero no me retracté. Aún así, no estaba siendo del todo sincera, Samantha  Rivera no me parecía desagradable, al menos no físicamente.

Esa mujer era alta. Realmente alta, cuando entré a la oficina de papá y la ví ahí sentado, no dimensioné cuánto, sin embargo, una vez estuvimos solas y se puso de pie para acercarse a mi, tuve que levantar bien alto la cabeza para poder verla a los ojos, los cuales eran igual de castaños a su cabello.

Era atractiva de una manera oscura.

Podía reconocerme aquello a mí misma.

Cabello castaño algo rubio, ojos color chocolate, cejas oscuras y rostro de ángulos marcados que cerraban el trato sobre su belleza, aún así, no todo era perfección. Una pequeña cicatriz que comenzaba desde su ceja izquierda, pasaba por encima de su párpado y terminaba en la parte alta de su mejilla resaltaban el hecho de que era peligroso y no directamente perfecto.

La cicatriz era delgada, angosta y lisa, pero... Era como una advertencia para mí, una que dejaba en claro que estaba a punto de casarme con un monstruo.

-Quedaste perfecta -mi madre sonrió con alegría cuando vio el peinado-. Y ese vestido, pese a que no es tan largo como yo lo quería, asienta perfectamente tus diminutas caderas.

Miré a mi madre, Adriana alonso en silencio y me pregunté cómo era posible que ella estuviera tan feliz cuando yo, yo estaba al borde de perder la razón.

black death (rivari g¡p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora