capitulo 4

295 20 2
                                    

Pov Abril
Sabía que mi vida nunca había sido realmente mía.

Lo supe desde muy temprana edad. Al menos desde que papá comenzó a controlar cada uno de mis pasos. Él decía como debía vestirme, como debía peinarme e incluso como debía de ser mi personalidad.

Todo era dirigido por él.

Estudié idiomas porque él así lo deseó, comí solo verduras porque él así lo ordenó. Todo, absolutamente todo, era ordenado por mi padre y nunca dije nada, jamás peleé contra ello como mis otras hermanas porque constantemente estaba temiendo el ser herida. El ser golpeada.

Pero no iba a seguir con aquello, yo simplemente no podía quedarme ahí y esperar que mi vida fuese atada a otra mujer. Una que era evidentemente más malvada que mi propio padre.

Samantha no dijo mucho hasta que por fin llegamos al costoso, pero discreto hotel en donde él se estaba quedando. Me pregunté si era prudente que alguien tan importante de la mafia rusa se quedase en un lugar tan público, aun así, las dudas murieron en la punta de mi lengua cuando traspasamos los muros del hotel y al otro lado vi una docena de camionetas negras blindadas, la cuales probablemente estaban repletas con hombres suyos.

Mierda, mierda, mierda.

Sabía que una vez entrara a ese hotel, específicamente a aquella habitación, yo más nunca tendría salida. Yo... Sería suya para siempre y no tendría más opción que adaptarme a su perversa vida.

-Respira, Abril -gritó mi mente-. Respira y piensa, piensa, piensa.

-Llegamos-dijo la mujer que ahora era mi esposa, con voz neutra-. Esperaremos un segundo la llegada de Osvaldo antes de subir a nuestra habitación.

Nuestra habitación.

Traté de no demostrar lo tensa y asustada que estaba. Traté de esconder el hecho de que mi mente se encontraba desesperada maquinando todo tipo de escapatoria.

-¿No es un lugar demasiado público para alguien tan importante como usted? -la miré de reojo.

-Puedes tutearme, Abril. Ahora soy tu esposa. -corrigió con pausa-. Y sobre este lugar, fue evacuado y habilitado solo para mí y mis hombres, nadie entra y nadie sale sin que yo lo sepa. Sin que yo lo desee.

Mis ojos rápidamente fueron a los suyos y sentí que estaba diciendo aquello porque de alguna u otra manera el maldito demonio tenía la habilidad de leer mentes y sabía más que nunca sobre mis intenciones.

-Yo... Necesito usar el baño -dije de repente, tratando de respirar por encima del pánico-. ¿Puedo ir?

Los ojos claros de Samantha me observaron con fijeza y, tras una pequeña pausa, abrió la puerta de su auto, bajó de aquel y rodeándolo, llegó a mi lado y abrió mi puerta para hacer un movimiento de asentimiento con su cabeza.

-No necesitas pedir permiso alrededor de cosas tan banales como aquellas, Abril -siempre decía mi nombre como si buscara recordarme quién era yo misma-. Eres mi esposa, no mi criada.

Le sostuve la mirada.

-¿Entonces sobre que si debo pedirte permiso?

-No debes pedir permiso sobre nada, si eres lo suficientemente inteligente para razonar y saber si lo que estás haciendo va a molestarme o no.

Casi me estremecí.

-¿Por qué no es directa? -pregunté, encerrada en mi enojo y esa debilidad que tanto me caracterizaba-. ¿Cree que hablándome así con su tranquilidad y frialdad, yo creeré que todo está bien?

Una de sus cejas se enarcó.

-¿Qué? ¿Hay algo mal aquí? -deseó saber-. Nos casamos hace menos de una hora, estoy seguro de que no podemos tener problemas matrimoniales tan rápido.

black death (rivari g¡p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora