capitulo 20

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El día comenzó con un aire denso de incertidumbre, como si el destino se estuviera gestando a cada segundo que pasaba. Abril se mantuvo a mi lado mientras revisábamos los detalles del operativo que estábamos por ejecutar. Osvaldo había llegado temprano, trayendo noticias de última hora que no hacían más que confirmar mis peores sospechas: Guarnizo estaba al tanto de cada uno de nuestros movimientos, y tenía a gente infiltrada en lugares estratégicos.

Nos preparamos para lo peor, pero no sabía que lo peor ya estaba por suceder.

Mi pequeña Vick, se despertó unos minutos antes del mediodía. A pesar del caos que rodeaba mi vida, había logrado mantenerla al margen de todo, alejada del peligro. Natalia era muy protectora con ella, y yo me aseguraba de que el círculo que nos rodeaba fuera impenetrable.

Sin embargo, hoy todo cambiaría.

Estábamos terminando de preparar los detalles en la oficina cuando Vicky, inocente y despreocupada, entró corriendo a la sala, riendo y con un peluche en las manos. Abril la tomó en brazos, su rostro iluminado por esa sonrisa que solo reservaba para mi hija.

—ari, ¿puedo jugar afuera? —preguntó Vicky, sin saber el peso de lo que se estaba gestando alrededor de nosotras.

—No, vick, hoy jugamos adentro —respondió Abril con dulzura, acariciando el cabello de mi hija mientras le daba un beso en la frente.

En ese momento, todo se sintió tan normal, tan cotidiano, como si estuviéramos en una vida completamente distinta. Pero no duró. No podía durar.

El golpe vino de repente. Un estallido en la puerta principal, gritos, el sonido de botas corriendo por el pasillo. Mi cuerpo se tensó automáticamente, la adrenalina inundó mis venas y mi mano fue directo a la pistola que llevaba en la cintura. Osvaldo reaccionó al mismo tiempo, sacando su arma y poniéndose en guardia.

—¡Sáquenlas de aquí! —le grité mientras corría hacia la puerta, con la intención de detener lo que fuera que estuviera entrando.

Pero no fui lo suficientemente rápida.

Dos hombres armados irrumpieron en la sala antes de que pudiera llegar. Abril abrazaba a Vicky con fuerza, sus ojos abiertos de par en par, pero su cuerpo firme, protegiendo a mi hija. Me puse entre ellas y los atacantes, disparando sin pensarlo dos veces. Uno cayó al instante, pero el otro me disparó antes de que pudiera reaccionar. La bala me rozó el brazo, quemando la piel, pero no me detuvo.

—¡Corre, Abril! ¡Corre! —le grité, desesperada.

Abril intentó moverse, pero fue en vano. Otros dos hombres más entraron desde la parte trasera de la casa. Todo ocurrió demasiado rápido. Uno de ellos agarró a Abril del brazo mientras el otro arrancaba a Vicky de sus brazos. Los gritos de mi hija resonaron en mis oídos como una daga que se clavaba en mi alma.

—¡No! ¡Vicky! —grité, sintiendo cómo mi corazón se rompía en mil pedazos al ver a esos hombres arrastrando a mi hija.

Abril intentó resistirse, forcejeando con todas sus fuerzas, pero fue inútil. La golpearon con fuerza en el rostro, lo suficiente para desorientarla, mientras los hombres la arrastraban junto a Vicky hacia la camioneta que esperaba afuera.

—¡No se la lleven! —rugí, disparando contra el hombre que sostenía a Abril, pero ya era tarde. La puerta de la camioneta se cerró con un golpe seco, y antes de que pudiera alcanzarlos, se habían ido.

Caí de rodillas en el suelo, sintiendo un vacío que nunca había experimentado antes. Abril y Vicky. Las dos personas que más amaba en el mundo, arrancadas de mis manos en un abrir y cerrar de ojos. El dolor en mi brazo era insignificante comparado con el que sentía en mi pecho. Era como si el mundo entero hubiera colapsado sobre mí, dejándome sin aliento, sin fuerza.

Osvaldo corrió hacia mí, su rostro lleno de preocupación, pero también de ira.

—Tenemos que movernos, Sam. Sabemos quién está detrás de esto. Guarnizo no se va a salir con la suya —dijo, pero sus palabras sonaban lejanas, como si vinieran de otro lugar.

Mi mente estaba en un solo lugar: Abril y Vicky. Las imágenes de ellas siendo arrastradas a esa camioneta se repetían una y otra vez en mi cabeza, una película de terror de la que no podía escapar.

Pero sabía una cosa con certeza. Esto no iba a terminar así. Si Guarnizo pensaba que podía usar a mi familia para destruirme, estaba gravemente equivocado. Había desatado a la peor versión de mí, y no descansaría hasta que las trajera de vuelta.

Me levanté, ignorando el dolor en mi brazo y la desesperación en mi corazón. Este no era el final. Esto solo era el principio.

—Osvaldo, reúne a todos. Vamos por ellas —dije con una calma aterradora. Sabía que cada segundo contaba, y no podía permitirme caer en el pánico—. Que nadie se atreva a interponerse en mi camino.

Osvaldo asintió, sabiendo que esta vez, no habría tregua. Guarnizo había cometido el mayor error de su vida. Y ahora, la tormenta que se avecinaba sería más devastadora de lo que jamás habría imaginado.

El caos que había estallado se desvaneció en el eco de mi promesa. La furia que sentía no era una simple emoción, era algo más profundo, algo primitivo que se encendía con cada segundo que pasaba sin Abril y Vicky. Mi brazo herido palpitaba, pero no tenía tiempo para preocuparme por el dolor físico. No ahora.

—Osvaldo, tráeme todo lo que tengas sobre Guarnizo y sus aliados. —Mi voz era fría, calculada. Sabía que el tiempo estaba en nuestra contra, pero no iba a actuar impulsivamente. Necesitaba un plan. Un ataque directo.

Osvaldo, que ya estaba haciendo llamadas, me miró con una mezcla de respeto y preocupación. Sabía lo que significaba para mí perder el control, pero también entendía que esta versión de mí, la que estaba emergiendo, no tenía miedo de destruir todo a su paso.

—Los tendremos localizados pronto. Sabes que no se irán muy lejos. Esto es personal para Guarnizo —dijo, tomando asiento frente a una serie de pantallas y mapas digitales.

Asentí, consciente de que él tenía razón. Guarnizo no querría matarlas de inmediato, no cuando podía usar a Abril y Vicky como armas para desgarrarme lenta y metódicamente. Pero también sabía que no iba a dudar en hacerlo si creía que me debilitaba lo suficiente.

Mis manos temblaban mientras tomaba el teléfono. Llamé a algunos de mis contactos, personas con lealtades cuestionables pero habilidades invaluables. No podía arriesgarme a dejar cabos sueltos, y lo último que necesitaba era que más traidores estuvieran acechando en las sombras. El círculo de confianza era ahora más pequeño que nunca, y si había alguien más trabajando con Guarnizo, lo descubriría pronto.

Mientras Osvaldo continuaba sus investigaciones, yo cerré los ojos, tratando de mantener la calma, de controlar el fuego dentro de mí. No podía permitirme un solo paso en falso. Abril y Vicky dependían de ello.

Pasaron unas horas, pero cada minuto se sentía como una eternidad. Finalmente, Osvaldo levantó la vista del monitor, su expresión cambiando de concentración a urgencia.

—Tenemos una pista. Un almacén en las afueras de la ciudad, uno de los lugares que Guarnizo utiliza para mover mercancía ilegal. Un informante nos dice que vieron movimiento inusual ahí hace poco —me informó, su tono lleno de intensidad.

No necesitaba más información. Sabía que tenía que moverme rápido, pero también tenía que ser precisa. Esto no iba a ser una simple operación de rescate. No podía permitirme solo recuperar a Abril y a Vicky; tenía que destruir a Guarnizo y a todos los que le ayudaran.

Me levanté y, sin decir una palabra más, caminé hacia la puerta. Osvaldo me siguió sin preguntar, sabiendo que el tiempo de hablar ya había pasado.

—Prepáralo todo —le dije mientras revisaba mi pistola, asegurándome de que cada bala estuviera en su lugar—. Vamos a buscarlas.

La furia que sentía me hacía caminar más rápido, mi mente ya formaba escenarios, planificaba cada movimiento. Pero en mi interior, una sola imagen me empujaba hacia adelante: la de Abril y Vicky, solas y asustadas, esperando que yo las encontrara.

Y sabía que, al final de esta noche, Guarnizo desearía nunca haberme subestimado.

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Se viene el drama fuerte 👀

black death (rivari g¡p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora