capitulo 2

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SAMANTHA.

No estaba interesada en casarme.

Nunca lo estuve.

Era una mujer lo suficientemente frívola y distante como para perder el tiempo en cosas tan banales como aquellas. Se suponía que debía haberme casado hacía mucho tiempo, la mafia era un mundo cruel pero también era conocido por ser un espacio de leyes, reglas y tradiciones.

Todos los Rivera antes de mí, mi padre, mi abuelo y más atrás, todos habían estado casados antes de los treinta años. Yo no. Tenía ya treinta y cinco y seguía sin estar con nadie y quería seguir así, tenía planeado que fuera un hecho, hasta que su padre me la ofreció a ella.

La princesa más joven de los Garza.

Abelardo Garza estaba en problemas con la mafia china y en medio de una dispuesta con la mafia calabresa. El hombre no era imbécil, ciertamente entendía que estaba a punto de ser encerrado por dos de las mafias más letales del mundo y por eso estaba desesperado buscando aliados.

Por eso estaba prácticamente lamiendo mis zapatos.

Me había ofrecido un acuerdo. Yo accedía a casarme con su última hija y por medio del matrimonio uníamos las dos familias, mientras él me facilitaba sus rutas aéreas hacia África. Unas rutas que habíamos perdido por la incompetencia de mi padre.

-No es suficiente -le había dicho yo, cuando me propuso el acuerdo. ¿Por qué debería casarme con tu hija solo por una ruta?

-Es joven y hermosa -había dicho-. Será complaciente y sumisa, Abril sabe cómo comportarse.

Bastardo. Parecía importarle poco que su hija fuese menor que yo por más de doce años, pero, si a él no le importaba, a mí tampoco lo haría.

-Una ruta no será suficiente para mí, no para menguar el desastre que se te viene encima -mi voz fue paciente, firme y fría-. Sé más ingenioso o tendré que declinar la propuesta.

Al final, Abelardo terminó ofreciéndose a darme una lista de alguno de sus compradores más grandes, los cuales tendrían acceso a mi mercancía por medio de un precio más elevado.

-Eso suena mejor, pero quiero algo más.

-¿Qué sería?

-Quiero la cabeza de alguien y me la vas a dar.Me la vas a traer ensartada en una estaca y, cuando pase eso, entonces haremos negocios y tu hija será mi propiedad.

Osvaldo y yo volamos a Italia después de una semana de negociaciones, mi hermano se tomó lo de la boda en forma de burla, pero la sonrisa dejó sus labios cuando le dije que tenía toda la intención de casarlo a él y no a mí.

-Debes de estar bromeando -había dicho en frances, frunciendo el ceño-. Abelardo te pidió a ti, no a mí.

-Yo tomo las decisiones, no él -esa había sido mi única respuesta.

No iba a casarme, no había probabilidad alguna de que yo llegara a aquello y menos con Natalia en mi vida. Ni yo, ni ella necesitábamos el dolor de cabeza de tener que conocer a alguien más.

-No puedes ponerme a mí en esta lucha -se quejó Osvaldo-. No quiero casarme.

-¿Pero lo harás? -enarqué una ceja.

-Si está caliente, sí.

-La investigué -comuniqué-. Vivió parte de su vida entre New York e Italia. Aparentemente, le encantan los idiomas porque habla más de cuatro. También le gusta la pastelería y...

-Suena a qué es un adefesio aburrido -se quejó él-. No me hagas esto

Con una mirada hacia su dirección, le dejé en claro que no había nada más que discutir y si llegado el momento él debía casarse con esa joven y probablemente mimada, lo haría y listo.

black death (rivari g¡p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora