Prologo

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—Deja de comportarte como una caprichosa —le dije—. Ama vino aquí a ayudarte.

—¿Ayudarme en qué, precisamente, Samantha? —sus labios temblaron—. Si no soy suficiente para ti y demás cosas, pues lo lamento.

—Nadie dijo eso.

—Si ante tus ojos soy una forastera, traidora y no sé qué más —subió el tono de voz—. ¡Pues lo lamento!

No parecía lamentarlo, sino que más bien parecía estar a a punto de explotar.

—Mañana hay una reunión, irás conmigo —fue mi única respuesta—. Alístate temprano.

Cruzó los brazos con rabia y negó.

—No iré —levantó su mentón—. Ve con ella.

—¿Qué acabas de decir?

—Que no iré.

—Escoge bien tus batallas, Elizabeth. No vas a tomar de costumbre el llevarme la contraria cuando te doy una orden.

—No. Iré. Contigo.

Comenzó a girarse para irse, pero rápidamente la tomé por el brazo y la detuve. Sentí algo caliente subir por mi brazo al tener su piel de nuevo contra la mía.

—Abril.

—Eres una descarada —su voz se rompió y respiró con más fuerza—. Te encierras frente a mis narices todo el día con esa mujer y después, ¿Después la invitas a dormir y compartir el mismo techo que yo?

Arrebató su brazo del mío.

—Si tanto quieres que actúe como esa, ¿por qué no la llevas a la reunión o te casas con ella? —espetó—. Estoy dispuesta a firmarte el divorcio, créeme que nada me detiene.

Mis ojos se movieron a sus labios y traté de no dejarme tentar ante su molesto e irritante acto de celos.

—Deja de ser déspota, Abril.

—¡Voy a hacer lo que yo quiera! —gritó—. ¡Lo haré ahora mismo!

Intentó irse de nuevo, pero una vez más, la detuve.

—¿Segura? —indagué—. Pues yo también haré lo que quiera, porque después de todo, quien manda aquí soy yo.

Furiosa y caliente, como solo ella lograba llevarme a esos dos extremos, enredé mi mano en su garganta y la atraje hacia mí para estampar su boca contra la mía en un doloroso beso que le enseñara a las malas que el término «divorcio». No existía para mí y mucho menos para ella. Jadeó sorprendida por el asalto y utilicé su sorpresa para hacerla caminar hacia atrás y chocar su espalda contra la pared, mientras mi lengua saboreaba toda su boca y un gemido ronco salía de mis labios al tener de regreso su adictivo sabor. Ella no tardó en corresponderme el beso, pero tampoco fue suave. Sus manos se enredaron en forma de puño sobre mi camisa y me acercaron más a su cuerpo, mientras las mías tocaban su cintura por en medio de la tela. Era literalmente una pelea de lenguas y supe que su enojo creció cuando terminé por encarcelarla contra la pared. Intentó empujarme, pero no se lo permití, no hasta que enterró sus uñas en mis hombros y mordió mi labio inferior con fuerza, haciéndolo sangrar.

—Mierda —gruñí y di un paso atrás, saboreando mi propia sangre.

La ira y deseo brillaban en sus ojos avellana, mientras me sostenía la mirada y con el dorso de su mano limpiaba su boca.

—No vas a tratarme como quieras y después vas a besarme —espetó—. Si me tocas es porque yo lo decido, no porque tú quieres.

Lamí mi labio herido y la observé fijamente como si fuese mi presa.

Nuestros pechos subieron y bajaron pesadamente y justo cuando pensé que todo iba a acabar ahí y que nuestra propia ira nos separaría. Una vez más, Abril enredó sus manos en mi camisa y me atrajo contra ella para besarme de nuevo. No fue bonito y mucho menos reconciliador. Fue caliente, iracundo e histérico. Mi boca ganó el poder por encima de la suya y nuestras lenguas se saborearon mutuamente. Sus pequeñas manos fueron a mi camisa e interrumpiendo el beso por un segundo, me la quitó y la arrojó al piso. No me quedé atrás, abrí bruscamente su bata revelando sus tetas desnudas y sus pequeñas bragas de algodón.

Ninguno de las dos estaba realmente pensando en nada más allá de la ira y el deseo. Llevé mis manos a su cintura y la levanté para que enredara sus piernas alrededor de mí. Su espalda quedó pegada contra la fría pared y mis labios continuaron devorándola.

—No te voy a perdonar el cómo te has comportado estos últimos días —dijo y gimió cuando llevé una de mis manos entre sus muslos, deslicé sus bragas hacia un lado y comencé a masajear con mis dedos su hinchado y húmedo clítoris.

—No recuerdo haberte pedido perdón —respondí y maldije cuando sentí sus uñas enterrarse profundamente en mi espalda, probablemente sacando sangre.

—Te odio a ti y a esa cínica que te atreviste a traer a nuestra propia casa —jadeó—. V-voy adivorciarme de ti, samantha rivera.

—¿Ah, sí? —me burlé—. ¿Cuándo? ¿Más tarde cuando te termine de follar o mañana cuando te encierre en nuestra habitación y nunca más puedas salir...?
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Hey como andan espero les guste esta nueva historia 😸

black death (rivari g¡p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora