La respiración de Abril seguía entrecortada mientras me miraba con esos ojos encendidos por una mezcla de deseo y rabia. Aunque acabábamos de tener ese encuentro explosivo, sabía que la tormenta entre nosotras aún no se había calmado por completo. Al contrario, su mirada me decía que algo más profundo estaba por venir. Se mordió el labio, claramente aún furiosa, pero también algo más: algo que iba más allá del mero enojo.
Se apartó de mí solo lo suficiente para colocar sus pies de nuevo en el suelo. La habitación seguía cargada de tensión cuando me miró de arriba abajo, aún con el rastro de nuestra pasión en su piel.
—¿Crees que esto lo soluciona todo? —dijo con la voz ronca, pero firme.
—No, claro que no —respondí, tratando de recuperar la compostura, aunque su cercanía seguía despertando en mí esa chispa incontrolable—. Pero sabes que lo que tenemos no se resuelve con palabras. Nunca ha sido así.
Abril se cruzó de brazos, su postura rígida pero su pecho aún subiendo y bajando con la intensidad del momento. Estaba tratando de controlar lo que sentía, pero yo sabía mejor. Sabía que debajo de todo ese enojo, de todas esas palabras mordaces, había algo más profundo, algo que no podía negar.
—Lo único que sé —comenzó, su tono helado— es que no voy a permitir que traigas a otra mujer a nuestro mundo, a mi espacio. No pienso compartirte, Sam. Y no estoy hablando solo de Amairani. Hablo de todas. Todas las veces que intentas llevarme al límite con tu maldita forma de ser. Crees que puedes hacer lo que quieras, ¿verdad?
Me acerqué a ella, manteniendo la calma mientras su intensidad seguía subiendo.
—No es así, Abril. Sabes que esto no es solo sobre control o poder. Sabes que todo lo que hago es para protegerte, para protegernos.
—¿Protegernos? —rió amargamente, dando un paso hacia mí, sin dejar que el espacio entre nosotras se enfriara—. ¿Así es como lo ves? Porque lo único que siento es que cada vez estás más cerca de empujarme al borde, Sam. Te juro que no puedo más con esto.
Tomé su rostro entre mis manos, inclinándome hasta que nuestras frentes se tocaron. Sus ojos, a pesar de las palabras, no se apartaban de los míos.
—Abril, mírame. Sabes que no quiero que esto termine. Pero si sigues con esos celos irracionales, solo vamos a terminar destruyéndonos.
Ella cerró los ojos por un momento, su respiración haciéndose más profunda, pero no apartó las manos que ahora descansaban en mi pecho. Pude sentir su cuerpo aún temblando por el impacto de lo que acabábamos de vivir.
—No es irracional querer lo que es mío —susurró, abriendo los ojos para mirarme con una intensidad que me atravesó—. Te quiero solo para mí, Sam. Y me importa un carajo si eso te parece posesivo. No estoy dispuesta a perderte.
La vi luchar con sus emociones, y fue en ese momento que comprendí la profundidad de su miedo. No era solo celos, era miedo a perder lo que habíamos construido, por muy complicado que fuera. Y de alguna manera, su posesividad era su manera de aferrarse a mí.
—No me vas a perder —le dije con voz suave, acercándola más a mí—. Pero también tienes que entender que no puedo dejar de lado mi responsabilidad. No puedo dejar de hacer lo que hago. Todo esto es por ti, por nosotras.
Abril me miró, su expresión suavizándose apenas un poco, pero seguía manteniéndose firme. Sus manos subieron por mis hombros, hasta enredarse en mi cabello, y susurró con una voz baja pero llena de decisión:
—No me importa lo que digas, Sam. Te quiero para mí. Toda para mí. Y si eso significa que tengo que pelear contra todas, lo haré. Pero te prometo una cosa —se inclinó hacia mí, sus labios casi rozando los míos—. Si alguna vez siento que no soy lo primero para ti, me voy. Y esta vez será para siempre.
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black death (rivari g¡p)
De Todosamantha rivera la mafiosa más peligroso y temerario que existe. Como abelardo de la mafia rusa, todos desean ser sus aliados y muy pocos -solo los dementes- samantha lo es todo, menos una mujer acta para el matrimonio y el cuidado de una mexicana...