La opresión en el ambiente comienza a disiparse en cuanto se alejan, como si la ausencia de Gianni hubiese abierto una pequeña rendija por la que todos pudiéramos respirar de nuevo. Sammy, que sigue con la expresión desencajada, suelta un suspiro bajo y me pide disculpas por su comentario desafortunado agachando la vista a sus pies. Amber y Ellie intercambian miradas rápidas, atónitas, y esta última corre a recibir a Luca en cuanto aparece poco después por el umbral de la puerta que da al jardín.
—Qué miedo —murmura Sammy—. Ahora entiendo por qué dudabas sobre entregarle esos papeles a su jefe.
—Piensa un poco antes de hablar y deja de decir tonterías —le recrimino con los ojos puestos en el brazo de Vero aferrado al de Gianni—, por favor.
—Está bien, está bien. ¿Perdona otra vez? —responde alzando las manos en señal de rendición—. Iré a por unas... napolitanas, supongo.
—Voy contigo. Vamos a aniquilar todas las bandejas —se une Amber con una sonrisilla forzada.
Ambos se marchan y yo me quedo parada, sintiendo aún el calor en mis mejillas. Kai no dice nada al principio. Reparo en cómo cierra su mano en un puño suave, aunque no lo suficiente como para que sea obvio para cualquiera que no lo conozca lo suficiente. Pese a que está intentando mantener la compostura, la chispa de irritación le sigue brillando en los ojos. Inspiro hondo y suelto el aire fuerte.
—¿Siempre es así de intenso?
—¿Quién, Gianni? —respondo e intento que mi propia voz no tiemble. Me aclaro la garganta y me esfuerzo por volver a centrarme en este momento, en la fiesta de cumpleaños de mi mejor amiga, pero hacerlo me recuerda que se ha llevado a Gianni antes siquiera de que haya podido intercambiar alguna palabra con él.
—Sí, Gianni.
Me muerdo el labio inferior mientras pienso en la respuesta adecuada, pero lo único que se me ocurre es ser honesta.
—Es complicado.
—Pero te gusta.
—Sí —admito en voz alta, y un sabor agridulce en la garganta me obliga a tragar saliva.
—Ya veo —murmura sin apartar la vista de su figura junto al buffet de bebidas y mete las manos en los bolsillos de su pantalón—. Supongo que lo complicado tiene su encanto.
Escupo un suspiro y finjo distraerme alisando los pliegues arrugados de mi vestido blanco. Ninguno habla por un momento, aunque últimamente el ruido en mi cabeza es más fuerte que incluso la música techno que empieza a sonar a todo volumen. Igual que ese vacío en mi pecho, que no deja de hacerse grande y pedir más y más. ¿Más qué?, me pregunto. Observo a Gianni, que se acerca a nosotros con dos copas. Un pellizco me revuelve el estómago. Lo quiero cerca, o al menos creo que lo necesito más cerca que nunca, porque tengo la sensación de que nos perdemos a pasos agigantados. De que los sentimientos que florecieron mientras trabajábamos juntos en Digihogar se me escurren entre los dedos como la pintura roja.
Solo que, al desaparecer el color, lo único que queda es un rastro negro.
—Será mejor que os deje a solas —dice Kai, y esboza una media sonrisa que me enfría el pecho.
Para cuando entreabro los labios, sin saber muy bien qué decir para retenerlo conmigo un poco más, Kai ya se encamina a la otra parte del jardín bordeando la piscina. Y lo agradezco, porque entonces me percato de lo que ocurre dentro de mí. Es aterrador notarlo. Cuando él se aleja, mi vacío se acentúa y me hormiguea en las manos, a pesar de que Gianni está a unos pocos pasos de mí. Las cierro en puños hasta clavarme las uñas en las palmas y aparto la vista de la espalda de Kai para centrarme en la persona de la que me enamoré estos meses atrás.
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©La última jugada (JULTI)
RomansaAnna dejó atrás el amor decidida a elegirse por encima de todo, lista para recuperar sus sueños y descubrir una nueva versión de sí misma. Sin embargo, no todo es lo que parece y un nuevo giro de los acontecimientos amenaza con cambiar de rumbo el c...