CAPÍTULO 2 - EL COMIENZO DE UNA AMISTAD

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El tan esperado día finalmente había llegado. Los nuevos estudiantes de Nemeton no podían ocultar su emoción al estar a punto de ingresar en una de las escuelas más prestigiosas del mundo sobrenatural. Taethiel, una joven de mirada profunda y ojos grises, esbelta y de una belleza etérea, compartía esa misma emoción. Desde que recibió su carta de aceptación, había estado contando los días, aguardando ansiosa el momento de partir hacia la escuela. Y ahora, ese día por fin había llegado.



— Adiós, mamá —dijo Taethiel, tratando de ocultar el nudo en su garganta mientras abrazaba a su madre.

— Adiós, hija. Todo saldrá bien. No olvides llamarme cuando llegues —respondió su madre con una sonrisa cálida, aunque sus ojos brillaban de emoción contenida.

— Sí, lo haré. ¡Adiós! —dijo Taethiel antes de subir a su unicornio, un magnífico ser blanco como la nieve, que la esperaba con paciencia.


A pesar de la emoción, le costaba dejar atrás su hogar. Había crecido en ese entorno protegido, y esta era la primera vez que se aventuraba tan lejos. Aunque el miedo y la inseguridad la acechaban, estaba convencida de que ingresar a Nemeton era la mejor decisión que había tomado en su vida. Aún así, las estrictas normas de la escuela —especialmente la prohibición de los híbridos— la inquietaban profundamente. "Es una atrocidad", pensaba, pero decidió dejar esas preocupaciones para otro momento.

Después de dos horas cabalgando a través de verdes praderas y caminos serpenteantes, finalmente divisó la imponente silueta de Nemeton. A medida que se acercaba, el aire parecía volverse más puro, y el aroma de los árboles y la hierba fresca llenaba sus pulmones, dándole una sensación de paz que jamás había experimentado. "Este lugar es como un sueño", pensó, permitiéndose un momento para cerrar los ojos y disfrutar de la tranquilidad.

Al abrirlos, se dio cuenta de que se había detenido en mitad del camino. Sonrió, acarició la melena de su unicornio y le dio una última mirada antes de despedirse.



— Gracias por llevarme, amigo. Nos veremos pronto —susurró mientras el unicornio se alejaba con elegancia entre los árboles.



Taethiel, ya con los pies en la tierra, aceleró el paso hacia la entrada de la escuela. Al llegar, vio a decenas de estudiantes, cada uno diferente en especie y apariencia, pero todos compartiendo la misma curiosidad y emoción por lo que estaba por venir. Los observó desde lejos, viendo cómo algunos ya formaban grupos, mientras otros preferían mantenerse al margen, igual que ella. "Espero encontrar a alguien con quien hablar... pero debo ser cauta", pensó mientras recorría el enorme vestíbulo.

Finalmente, llegó a los dormitorios asignados, donde depositó su equipaje con cierta prisa. Aún le quedaba tiempo antes de la ceremonia de bienvenida, pero estaba ansiosa por conocer el gran salón donde se llevaría a cabo la presentación de la directora y los profesores. "Es hoy cuando conoceremos a la Banshee", se recordó, mientras un ligero escalofrío recorría su espalda. Las historias sobre Althea la intrigaban tanto como la perturbaban. Había oído todo tipo de rumores, desde su inmortalidad hasta sus castigos severos, pero lo que más le molestaba era la permanencia de la norma que prohibía las uniones entre especies.

Ya en el salón, Taethiel se sentó en una de las últimas filas, prefiriendo observar desde las sombras. El lugar estaba abarrotado de estudiantes, todos susurrando sobre lo que estaba por venir. Mientras el bullicio la rodeaba, se dejó llevar por sus pensamientos, reflexionando sobre lo que significaba estar allí. ¿Sería Nemeton todo lo que había soñado? ¿Qué cambios podría haber en un lugar tan antiguo y rígido?

Sus pensamientos fueron interrumpidos abruptamente cuando escuchó una voz a su lado.



— Oh, es ella —murmuró alguien.



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