CAPÍTULO 10 - Conozcámonos mejor

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El fin de semana se acercaba, trayendo consigo los esperados días de descanso. Nemeton concluía la semana con una paz inusual, algo que, aunque frecuente hace un tiempo, parecía escasear últimamente.

Hobi, por su parte, no compartía esa calma. Estaba en su habitación, inquieto. La noche anterior, sus amigos y él habían hablado sobre hacer un picnic para estrechar lazos, pero no lograron ponerse de acuerdo. Algunos no estaban seguros de poder asistir, lo que mantenía a Hobi ansioso, esperando alguna noticia. Incapaz de soportar la incertidumbre, salió de su cuarto y fue directo a la puerta del dormitorio frente al suyo. Taethiel aún dormía cuando los golpes suaves la despertaron. Aturdida, se levantó y se acercó a la puerta.


—¿Quién es? —preguntó con la voz pesada y los ojos aún llenos de legañas.

—Soy yo, Hobi. ¿Puedo entrar?

Al reconocer la voz de su amigo, Taethiel abrió la puerta. Una risa suave salió de Hobi al ver a Taethiel despeinada.

—Vaya, vaya, menudos pelos. ¿De verdad seguías durmiendo? —se burló Hobi con una sonrisa.

—Sí... Perdona —Taethiel se frotó los ojos—. Voy a lavarme la cara.


Una vez en el baño, Taethiel encendió el grifo y se refrescó con el agua. Se miró al espejo y comenzó a asearse, pero en ese instante su corazón dio un vuelco. “Maldición... no llevo las vendas. ¿Hobi se habrá dado cuenta?”. Llevándose las manos a la cabeza, Taethiel recordó algo peor: “¡No! Dejé las vendas sobre el escritorio anoche. Seguro que ya las vio y estará preguntándose para qué son”.

Mientras Taethiel luchaba con su creciente pánico, Hobi se había sentado tranquilamente en el escritorio de su amiga. Observaba los detalles de la decoración con curiosidad. “Tiene buen gusto para estas cosas”, pensó, girando lentamente en la silla. De pronto, su mirada se detuvo sobre las vendas. “¿Qué es esto? ¿Estará herida? Qué raro que no me haya dicho nada…”. Pensativo, Hobi se quedó mirando las vendas un momento más, hasta que una idea le cruzó la mente. Se levantó de golpe y se acercó a la puerta del baño.


—Oye, Taethiel, ¿por qué no me dijiste nada sobre las vendas? —preguntó con preocupación.


Dentro del baño, Taethiel sintió cómo su corazón se detenía por un segundo. “Lo descubrió. Me van a odiar… me van a echar…” Pensaba mientras la ansiedad le ahogaba.


—No sabía que Junghaleon te había hecho tanto daño en el hombro. Ahora entiendo por qué le tienes tanto miedo, jeje —comentó Hobi, aliviado por haber encontrado una explicación.


Taethiel, al escuchar eso, sintió cómo una ola de alivio la envolvía. “¡Gracias a dios! Pensó que es por Junghaleon…”.


—Oh, sí... eso —dijo, abriendo la puerta del baño lo justo para asomar la cabeza—. No quería preocuparte, jeje...

—¡Tranquila! Puedes contarme lo que sea, no te preocupes —respondió Hobi con una sonrisa amigable.

—Claro, claro... —Taethiel reía nerviosa, mientras desviaba la mirada—. ¿Me pasas las vendas? Me las tengo que poner...

—Oh, sí, claro —dijo Hobi, entregándole las vendas.


Rápidamente, Taethiel cerró la puerta, se quitó el pijama y empezó a vendarse el pecho y la espalda. Cuando terminó, salió del baño con una sonrisa forzada.


—¡Listo! —dijo, intentando sonar despreocupada.

—¡Genial! Oye, ¿te han dicho algo los chicos sobre quedar? Mientras estabas en el baño, le escribí a Junghaleon, pero no me ha respondido —comentó Hobi mientras revisaba su teléfono.

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