CAPÍTULO 20 - Luna llena

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Taethiel galopaba a toda velocidad hacia la escuela, su mente estaba sumida en un torbellino de pensamientos mientras su unicornio se movía con agilidad entre los árboles. "¿Por qué lo hice?", se repetía una y otra vez, sintiendo una punzada de culpa por haber dejado a su madre atrás tras aquella reveladora conversación. Sabía cuánto le había costado a su madre contarle la verdad, pero la presión de quedarse en casa se había vuelto insoportable. Necesitaba espacio, necesitaba pensar.

Cuando finalmente llegó a Nemeton, dejó que su unicornio se alejara en libertad y se dirigió apresuradamente a su habitación. Cerró la puerta de golpe y se dejó caer contra la pared. Sentía que se le saldría el corazón. "¿Y ahora qué hago?", se preguntó, las palabras de su madre aún resonaban en su cabeza. "Tengo que acabar con la norma de Althea, pero, ¿cómo?” No tenía ni idea de por dónde empezar. El peso de esa misión la aplastaba.

Se tumbó en la cama, mirando el techo. "No puedo contárselo a nadie", pensó, pero la duda la asaltaba a cada instante. Sabía que, tarde o temprano, las preguntas vendrían. “¿Debería decirles la verdad?” Se preguntó a la vez que su amigo Junghaleon aparecía en su mente. Por alguna razón sentía que era la persona indicada para confiarle su secreto. "Tal vez debería contárselo a él", se dijo por un momento, pero sacudió la cabeza inmediatamente. "No, esto es demasiado serio. No puedo arriesgarme".

La luna llena iluminaba su ventana, bañando la habitación en una luz suave y plateada. Mientras observaba las nubes disiparse, un pensamiento aterrador cruzó su mente. "¡Dios mío, es cierto! ¿Y si hubiera ido a hablar con Junghaleon ahora mismo? ¿Qué habría pasado? Quizás no hubiera podido controlarse" Se estremeció ante la idea. “Piensa Taethiel, piensa”.

De repente, una solución pareció asomar entre el caos. “Claro Hobi, ¿Cómo no había pensado en él antes?” Taethiel sabía que el elfo también quería acabar con la norma de Althea, al igual que ella. Quizás, si le contaba todo, podrían encontrar una forma de enfrentarse juntos a aquello. "Él me entendería", pensó, aunque la idea de confesarle su secreto la aterraba.

Reuniendo todo el valor que le quedaba, se levantó y salió de su habitación. Caminó decidida hasta la puerta de Hobi y tocó suavemente. Enseguida, su amigo apareció, sonriendo como siempre, aunque su expresión cambió al ver el rostro de Taethiel.

—¡Oh, Taethiel! No esperaba verte tan pronto. ¿Todo bien con tu madre? —preguntó, notando su evidente angustia.

—Hobi… —Taethiel tragó saliva, sus manos temblaban. —Necesito hablar contigo —dijo, intentando sonar firme.

—Claro, lo que quieras —respondió él, invitándola a entrar y sentarse.

Taethiel tomó asiento, pero las palabras parecían atrapadas en su garganta. Sabía que una vez que lo dijera, ya no habría vuelta atrás. Hobi, atento, la miraba sin presión, dándole espacio.

—No sé cómo empezar... —susurró—. Es algo complicado...

—Tómate tu tiempo, estoy aquí para escucharte —respondió él, con calma.

—Es sobre la norma de Althea. Debemos acabar con ella, está destruyendo vidas —dijo Taethiel, con un nudo en la garganta.

—Estoy de acuerdo, pero, ¿qué pasó para que estés tan decidida de repente? ¿Tiene que ver con tu familia? —preguntó Hobi, sorprendido por la urgencia en sus palabras.

—Si, bueno, yo… No quiero perder nuestra amistad. —respondió sin saber cómo continuar.

—Tranquila Taethiel. Digas lo que digas, no pienso romper nuestra amistad. —dijo el elfo, observando como su amiga temblaba.

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