CAPÍTULO 22 - El pacto - Pongamos las cartas sobre la mesa

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Era sábado de madrugada, y Minshi se removía inquieto en la cama. No dejaba de dar vueltas, atrapado en una pesadilla que lo hacía sudar frío. Sentía una presión en el pecho, y su respiración se aceleraba mientras las imágenes en su mente se volvían cada vez más intensas. Finalmente, con un sobresalto, logró despertarse. Se incorporó de un brinco, jadeando, y un escalofrío recorrió su espalda al sentir una brisa helada en la habitación. Al mirar a su alrededor, notó que la ventana estaba abierta, y el aire nocturno entraba libremente.

Iba a cerrarla, pero algo brillante en su escritorio captó su atención. Al principio, un miedo instintivo lo invadió, pensando que podría tratarse de Yunklian. Se quedó paralizado un momento, con las gotas de sudor intensificándose en su frente. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no era él. Un destello púrpura emanaba de aquello que brillaba sobre la mesa, y Minshi, con cautela, se acercó para verlo mejor. Sus ojos se abrieron como platos al reconocer de qué se trataba: una sirena.

La figura, tallada con delicadeza, tenía un parecido fascinante con él. La admiró bajo la luz de la luna que se colaba por la ventana, cada detalle reflejando un destello mágico que lo dejó absorto por un buen rato. Fue solo entonces cuando notó que, justo debajo de la figura, había una nota. "Oh, ¿y esto?", murmuró, sorprendido. No había caído en lo extraño que era que una figura así apareciera en su escritorio hasta que sus ojos se posaron en el papel.

Con el corazón latiendo rápido, leyó:

"Hola sirenito, en una de mis misiones encontré esta figura y me recordó mucho a ti. Yo no tengo dónde ponerla, así que te la regalo. Por cierto, no creo que me veáis en un tiempo, así que me imagino que os alegrará saberlo. Ya nos vemos. —Yunklian."

Minshi se quedó en silencio, sosteniendo la nota en sus manos. Sentía una mezcla de emociones: sorpresa, curiosidad y un extraño nudo en el estómago. "¿Por qué Yunklian me informa de algo así? ¿Y el regalo?", pensó, mirando la figura una vez más. Con todo lo que habían vivido, había algo en el gesto que lo hizo dudar de las intenciones del vampiro. Minshi se quedó allí, bajo la luz de la luna, sin saber cómo interpretar aquel regalo inesperado.

Cuando se dio cuenta, ya había amanecido. La luz del sol comenzaba a entrar por su ventana, cegandolo momentáneamente. Con los ojos entrecerrados, cogió el móvil que reposaba cargando en la mesa  y miró la hora. En un rato había quedado con sus amigos y como aún tenía tiempo, decidió darse un baño para despejarse. El agua caliente aliviaba su tensión, pero no lograba calmar del todo su mente. Sabía que en esa reunión tendrían que aclarar las cosas, y el acuerdo de ser completamente honestos le inquietaba. Por mucho que quisiera, siempre había ocultado ciertas verdades, sobre todo lo que concernía a sus padres. “¿Debería contarles lo que son?”, pensó, dejando caer su cabeza en el borde de la bañera. Su cola se movía de un lado a otro, chapoteando en el agua con inquietud.

Además, la nota que le había dejado el vampiro no dejaba de rondar por su cabeza. El mensaje, breve pero significativo, había despertado en él una mezcla de intriga y preocupación que no lograba sacudirse. Un vacío se instalaba en su pecho, pesado y opresivo, pero no sabía exactamente por qué. “¿Será que sigo bajo algún tipo de hechizo?”, pensó mientras dejaba que el agua corriera sobre su piel. Sin embargo, sacudió la cabeza, tratando de descartar aquella idea. En lo más profundo de su ser, algo le decía que se trataba de otra cosa, algo más oscuro y desconocido, pero no lograba identificarlo. Tras varios minutos en el agua, intentando en vano calmar su mente, finalmente salió, se secó y se vistió. 

Pasadas dos horas, Minshi salió de su habitación y se dirigió al comedor. Cada paso al bajar las escaleras hacía eco en el pasillo, aumentando la sensación de nerviosismo que llevaba dentro. Podía sentir cómo su corazón se aceleraba, anticipando las conversaciones que tendrían lugar. Sabía que, además de enfrentar a sus amigos, posiblemente tendría que abrirse y revelar parte de lo que tanto había intentado ocultar. Cuando llegó al comedor, vio a dos de ellos sentados ya en la mesa, con expresiones algo distantes. Respiró hondo y se acercó.


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