CAPÍTULO 16 - La sirena de lágrimas moradas

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Tras el terremoto y la inesperada brecha en el círculo mágico, los alumnos de Nemeton no podían ocultar su inquietud. Los rumores se extendían rápidamente por los pasillos, como un viento invisible que susurraba en cada rincón de la escuela: esto jamás había sucedido antes. Pero había una pregunta que todos se hacían en voz baja, casi como si temieran invocar algo peor: ¿había algo mal con la banshee protectora del lugar? Hobi, como muchos otros, se había planteado esa misma duda, aunque Jinx, que ya la consideraba una fiel amiga, le aseguraba que no era eso. O al menos, quería creerlo.

Dos días después del incidente, y con la llegada del fin de semana, el grupo de amigos decidió reunirse en la cafetería de la escuela, donde el aroma a chocolate recién hecho y las conversaciones amenas solían calmar las ansiedades de los alumnos. Querían retomar la quedada que habían tenido que posponer durante la tormenta y charlar sobre lo acontecido. Ahora que la calma parecía haber vuelto, había un nuevo aire de entusiasmo entre ellos, sobre todo porque Namarok había dejado de incordiarles sin motivo aparente.

Junghaleon salió de su habitación, confundido con los acontecimientos del pasado jueves. Debido a que ese día cayó en un profundo sueño, no había sentido el temblor, ni visto la luz cegadora del círculo mágico. Bajando las escaleras hacia la cafetería, su mente no podía evitar reflexionar sobre todo lo que estaba sucediendo. “Desde que llegué aquí, no paran de pasarme cosas raras”, pensaba mientras su estómago se retorcía de una manera incómoda. “Aunque no soy el único… A todos nos están pasando cosas extrañas en esta escuela. Encima ¿Porque Namarok ya no nos molesta? Desde lo que pasó el otro día está distante. Y Fang... Ella tampoco me habla mucho desde entonces.”

Perdido en sus pensamientos, Junghaleon llegó a la cafetería, donde normalmente el bullicio reinaba, pero hoy el ambiente era sorprendentemente tranquilo. Al ver a sus amigos ya sentados, Junghaleon sacudió los pensamientos inquietantes que lo habían acompañado hasta allí y se dispuso a unirse al grupo, dejando atrás las preocupaciones, al menos por un momento.


—Hola —saludó, tomando su lugar habitual en la mesa.

—Hola —respondió Taethiel, visiblemente incómoda.


Taethiel no podía evitar sentirse nerviosa. Desde que sus amigos Hobi y Jinx bromearon sobre si él y Junghaleon se gustaban, estar a su lado se le hacía cada vez más difícil. Antes, sentía que la fuerte presencia del hombre lobo le imponía, pero ahora era diferente. Las miradas intensas de Junghaleon, como la que le lanzaba en ese mismo momento, la desconcertaban. ¿Sería posible que, después de todo, su amigo se sintiera atraído por ella? ¿Y si las bromas de Hobi no eran tan bromas?


—Ey, hola, bello durmiente —dijo Hobi con una sonrisa burlona, rompiendo el incómodo silencio.

—¿Bello durmiente? —repitió Junghaleon, confundido al principio, pero luego soltó una risa al comprender. —Ah, claro, por lo del terremoto.

—Jajaja, sí, fue increíble que no te enteraras de nada. Ojalá yo durmiera tan profundamente —se burló Hobi. —Por cierto, ¿sabéis algo de Jinx y Minshi? Se están retrasando, y quiero contaros algo importante.

—¿Qué será? —preguntó Taethiel, ahora intrigada.

—Ahí vienen —respondió Hobi, aliviado al ver que Jinx y Minshi entraban en la cafetería.

—Hola chicos —saludó Jinx, suspirando. —Traigo a un sireno decaído.

—¿Todavía sigue así? —preguntó Hobi con preocupación, a lo que Jinx asintió en silencio.


Minshi había estado extrañamente callado los últimos días, más de lo habitual. Jinx había intentado averiguar qué le ocurría, pero cada intento había terminado en fracaso. Sabía que Minshi, con su baja autoestima, era muy sensible y prefería no forzarlo. Sin embargo, la preocupación crecía entre sus amigos, ya que su rostro delataba que algo lo carcomía por dentro.


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