CAPÍTULO 15 - La brecha del círculo mágico

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Namarok salió de su cuarto con el ceño fruncido, atrapado en un torbellino de pensamientos confusos. Lo que había sucedido el día anterior con Junghaleon seguía repitiéndose en su cabeza, desconcertándolo más de lo que estaba dispuesto a admitir. "Yo soy el alfa… Un simple beta como él no debería superarme. Es imposible que haya golpeado la mesa con tanta fuerza sin estar transformado. Cada día me da más razones para pensar que oculta algo...", reflexionaba mientras caminaba hacia el comedor con pasos fuertes que resonaban en el pasillo. A pesar de su orgullo, no podía ignorar lo que había presenciado. La idea de que alguien como Junghaleon pudiera ser una amenaza lo inquietaba profundamente.

Mientras tanto, en su despacho, Althea, la directora, se movía de un lado a otro entre pilas de documentos. Había pasado horas organizando los papeles para la inminente expulsión de los dos estudiantes que habían quebrantado la norma. "Siempre es lo mismo… no puedo creer que en menos de un mes ya tengamos problemas de esta magnitud", pensaba, con frustración evidente. El agotamiento empezaba a afectarla, así que decidió llamar a Yunklian, su amigo y confidente, para pedirle ayuda. Además, tenía una conversación pendiente con él sobre Namarok y sus sospechas acerca de Junghaleon, algo que había pospuesto debido al caos del día anterior.

Mientras Namarok caminaba por los pasillos que llevaban al despacho de la directora, un aroma familiar lo detuvo de golpe, sacándolo de su concentración. "Ese olor… lo he olido antes. ¿De dónde proviene?", pensó, mirando a su alrededor. Sus ojos se encontraron con Yunklian, quien también caminaba en dirección al despacho. El vampiro, sintiendo la mirada de Namarok sobre él, giró la cabeza hacia la izquierda y se encontró con la mirada inquisitiva del alfa.

Por un momento, ambos se quedaron observándose en silencio, cada uno midiendo al otro. Namarok no pudo evitar sentir una ligera incomodidad al ver a Yunklian; había algo en él que no terminaba de cuadrarle. Sin embargo, Yunklian, ignorante, desvió la mirada y continuó su camino hacia el despacho de Althea, como si el encuentro no hubiera sido más que una simple coincidencia. A pesar de su acción, Namarok no se pudo callar.

—Oye, ¿nos conocemos? —preguntó Namarok, con el ceño fruncido.

—No. —respondió Yunklian apenas girando la cabeza. —Si me disculpas... —De manera cortante, retomó su camino hacia el despacho de Althea.
"¿Quién es ese tío?", pensó Namarok, mientras su olfato seguía rastreando aquel aroma que parecía persistir en el aire. No podía apartar la sensación de que había algo más detrás de ese encuentro, algo que no podía identificar todavía, pero que alimentaba aún más sus sospechas.

Althea, que ya llevaba media hora esperándolo, lo recibió con una queja nada más verlo entrar.

—¿Dónde estabas? Te llevo esperando más de media hora —se quejó, visiblemente molesta.

—Vivo lejos… ¿Qué querías? Tienes todo patas arriba —dijo Yunklian, observando el caos de papeles y carpetas que cubrían el despacho.

—Te pedí que me ayudaras con el papeleo de los chicos expulsados, pero has tardado tanto que ya casi lo tengo terminado. —dijo Althea, cruzándose de brazos.

—Entonces, ¿me voy? —bromeó Yunklian, rodando los ojos.

—No, quédate. Tengo que hablar contigo —respondió Althea, cambiando su tono.

Althea dejó una pila de carpetas sobre la mesa y se acercó a Yunklian, quien notó que la banshee se había aproximado más de lo habitual, como si estuviera oliendo su aroma.

—¿Se puede saber qué haces? —preguntó Yunklian, frunciendo el ceño.

—Verás —dijo Althea, retrocediendo un poco mientras se aclaraba la garganta—. El otro día, cuando me diste lo que recopilaste sobre Junghaleon, hablé con Namarok.

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