El frío de Londres se filtraba por la ventana entreabierta, pero yo no tenía la energía para cerrarla. Sentada al borde de la cama, con la mirada perdida en las luces de la ciudad, sentía un peso en el pecho que no me dejaba respirar del todo. Esta ciudad, que siempre imaginé como un lugar de oportunidades y sueños, ahora parecía un escenario vacío. Desde esa maldita fiesta, algo dentro de mí se había roto, y lo peor era que no sabía cómo arreglarlo.Dua había cambiado. O quizás era yo quien había cambiado. Desde aquella noche en la que la encontré con Anwar, drogada y ajena a todo lo que significaba nuestra relación, nada volvió a ser lo mismo. Antes, nuestras charlas duraban horas, llenas de risas y planes para el futuro. Ahora, apenas si cruzábamos palabras. Y cuando lo hacíamos, los silencios eran insoportables. Yo sabía que algo estaba mal, pero ni siquiera tenía la fuerza para confrontarla.
La puerta de la habitación se abrió suavemente, y supe que era ella. Podía sentir su presencia antes de verla. Dua entró, sin decir nada, dejando que el eco de sus tacones resonara por toda la habitación. La vi dejarse caer en la cama, ni siquiera hizo el intento de mirarme. Parecía agotada, pero no físicamente. Era un cansancio emocional que se sentía en el aire, como si estuviera cansada de todo, incluyéndome a mí.
El silencio entre nosotras se alargó, como siempre, hasta que finalmente habló.
—Voy a salir esta noche otra vez —dijo, su tono era neutral, casi como si no importara. Ni siquiera se molestó en girarse para mirarme. Sus palabras flotaban en el aire, frías, vacías.
Me quedé callada por unos segundos, intentando procesar lo que acababa de decir. Otra vez. Otra noche de fiesta. Otra noche con la misma gente que nos estaba separando, que la estaba alejando de mí. Sentí que la rabia subía por mi pecho, pero me obligué a mantener la calma.
—¿Otra vez? —pregunté, intentando que mi voz no temblara, aunque sabía que no lo estaba logrando.
Dua se giró levemente, lo justo para mirarme de reojo. No había enojo en su mirada, pero tampoco había arrepentimiento. Era indiferencia, y eso dolía más que cualquier grito.
—Sí —respondió, encogiéndose de hombros—. ¿Qué pasa con eso?
"¿Qué pasa con eso?", pensé, mientras mi corazón latía más rápido. ¿De verdad no entendía por qué me molestaba? Sabía que lo que más me dolía no era la fiesta en sí, sino lo que representaba. Ella seguía escapando de nosotras, refugiándose en gente que no le importaba ni la mitad de lo que yo lo hacía.
Me levanté de la cama, incapaz de quedarme sentada sin hacer nada. Caminé hacia la ventana, sin poder evitar que mi respiración se volviera más pesada. Tenía que decir algo, tenía que enfrentarla de una vez por todas.
—No podemos seguir así, Dua —dije, con la voz quebrada, pero firme. La ciudad brillaba a lo lejos, ajena al dolor que sentía en ese momento—. Lo que pasó en esa fiesta no fue cualquier cosa. No fue solo un error que puedas ignorar. Te besaste con Anwar y te drogaste, y ni siquiera te disculpaste. Actúas como si no hubiera pasado nada, como si fuera algo que yo debería olvidar, pero no puedo.
Por primera vez, vi a Dua moverse con incomodidad. Se levantó de la cama y se acercó a mí, pero mantenía su distancia. Sabía que lo que estaba diciendo era cierto, pero en su mirada todavía había ese aire de despreocupación que me ponía los nervios de punta.
—Ya te dije que lo siento, t/n —dijo en un suspiro, pero su voz sonaba cansada, como si estuviera repitiendo algo que ya no le importaba—. No fue para tanto. Solo me dejé llevar por el momento, y ya pasó. No sé por qué sigues dándole vueltas.
Ahí estaba, esa indiferencia que me rompía en pedazos. Para ella, todo era tan simple. Como si yo estuviera exagerando, como si todo lo que habíamos pasado no significara nada. Sentí que la rabia me invadía, pero lo que más dolía era la tristeza. Estaba perdiendo a Dua, y ella ni siquiera parecía darse cuenta.
—No se trata solo de la fiesta —dije, mirándola directamente a los ojos. Mi voz estaba cargada de emociones que ya no podía contener—. Se trata de nosotras. Se trata de que ya no somos las mismas. Desde esa noche, actúas como si nada te importara. Como si nuestra relación fuera un peso que quieres sacarte de encima. Y yo no puedo más con esto, Dua. Me duele verte así. Me duele más que cualquier cosa.
Dua me miró en silencio, y por un segundo pensé que iba a decir algo, algo que aliviara el dolor que sentía. Pero en lugar de eso, simplemente suspiró y se cruzó de brazos.
—No sé qué más decirte. Lo siento si te hice sentir mal, pero no puedo seguir justificándome por algo que ya pasó. No es justo para mí, ni para ti.
Sentí un nudo en la garganta, y por un momento pensé que iba a romper a llorar. ¿Cómo habíamos llegado a esto? ¿Cómo la persona que una vez significaba todo para mí ahora parecía tan lejana? Era como si estuviera hablando con una extraña.
—No es justo para ti —repetí, sintiendo que las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos—. ¿Y para mí? ¿Acaso es justo para mí vivir con esta incertidumbre, con este dolor? No puedo seguir como si no hubiera pasado nada, Dua. No puedo seguir ignorando cómo te estás alejando de mí.
Dua desvió la mirada, y por un segundo pensé que lo había entendido. Que finalmente veía el daño que estaba haciendo. Pero no. Simplemente se encogió de hombros de nuevo.
—Quizás no deberíamos estar juntas entonces —dijo, su voz sonaba fría, pero calmada, como si ya lo hubiera decidido.
Esas palabras me golpearon como un puñal. No podía creer lo que estaba escuchando. Sentí que el aire se volvía irrespirable, y el dolor en mi pecho se intensificaba. ¿Eso era todo? ¿Así de fácil?
—¿Eso es lo que quieres? —pregunté, mi voz apenas era un susurro.
Dua no respondió de inmediato. Se quedó en silencio, mirando hacia la ventana. Finalmente, soltó un suspiro y me miró a los ojos, pero no había rastro de la Dua que conocía.
—No lo sé. Pero así no podemos seguir —respondió finalmente, sus palabras fueron la confirmación de que lo que teníamos estaba desmoronándose, y no había vuelta atrás.
Sentí que el mundo se caía a pedazos a mi alrededor. No sabía qué hacer, ni qué decir. Simplemente me quedé ahí, inmóvil, mirando cómo la persona que amaba se alejaba cada vez más.
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GLAMOUR Y DESEO. KENDALL JENNER X T/N
Novela JuvenilLa famosa modelo, Kendall Jenner. Con una personalidad arrogante y un ego mucho más grande que su carrera. T/n, modelo también, con una personalidad semejante a la de Kendall. Pero en el fondo, ella tiene un corazón tan noble. T/n, la rival de la mo...