Capítulo 39 ♤ Unidos en la tempestad

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La puerta de la casa de Ed se abrió de golpe, el sonido seco resonó por toda la estancia, dejando entrar una ráfaga de aire frío que hacía que todo se sintiera más intenso, más urgente. Charlie y Roman irrumpieron en la casa, con el cuerpo de Terry tambaleándose entre ellos, sus piernas apenas sosteniéndolo. Su rostro estaba pálido, casi traslúcido, y la sangre empapaba la ropa, cayendo en gotas gruesas sobre el suelo de madera.

-¡Aquí! -gritó Ed, señalando la mesa del comedor, sus movimientos rápidos y frenéticos mientras despejaba todo lo que estaba encima con un solo barrido de su brazo. Platos, cubiertos y papeles cayeron al suelo, destrozándose contra el piso, pero nadie se detuvo a mirar el desastre. Todos los ojos estaban fijos en Terry.

Con dificultad, Charlie y Roman lo alzaron y lo dejaron caer sobre la mesa, el sonido de su cuerpo al tocar la madera retumbó como un eco que llenaba la habitación de una extraña y pesada tensión. El tiempo parecía detenerse. El aire se llenó del agrio olor a sangre y desesperación.

-Hannibal, ya -la voz de Ed, normalmente tranquila, ahora temblaba con un filo de pánico. Sabía que no había tiempo que perder.

Hannibal, sereno y calculador, llegó al lado de Terry en un abrir y cerrar de ojos, sus manos ya buscando la herida más grave. Su rostro, imperturbable, no reflejaba el caos de la situación, pero sus movimientos eran rápidos y precisos. Parecía ser el único que mantenía la calma.

-Necesito luz aquí, y todo lo que puedas encontrar para detener esta hemorragia -dijo Hannibal, su voz baja pero con una autoridad incuestionable.

Charlie corrió hacia los armarios, buscando a tientas, abriendo cajones con manos temblorosas, mientras Ed miraba sin saber qué hacer. El suelo crujía bajo sus pies mientras trataban de organizar el caos. Roman mantenía su mirada fija en Terry, incapaz de apartar los ojos de su amigo, viendo cómo la vida se deslizaba lentamente de su cuerpo con cada gota de sangre que caía.

-Va a doler -advirtió Hannibal, alzando la vista hacia Terry, pero el hombre apenas asintió, sus labios apretados en una línea fina. Sabía que no había más opciones.

Hannibal presionó con fuerza la toalla sobre la herida, y el grito de Terry llenó la sala. Era un grito ahogado, de puro dolor, un sonido que hizo que incluso Charlie se estremeciera al fondo de la habitación. El tiempo corría en su contra, y todos lo sabían.

-¿Qué demonios ha pasado? -preguntó Loki, irrumpiendo en la escena, con los ojos abiertos de par en par al ver el caos que lo rodeaba.

-René -dijo Charlie, sin levantar la vista, mientras revolvía en un armario. -Lo encontramos en medio del bosque. Lo tenía secuestrado.

La cara de Loki se tensó, un destello de furia cruzó sus ojos. -¿René? ¿Y está muerto?

—Aziraphale y Crowley se están encargando— respondió Roman, su tono lleno de frustración, mientras su mirada se mantenía fija en la sangre que no dejaba de salir.

Hannibal continuaba trabajando, sus manos estaban ensangrentadas mientras buscaba una solución, cualquier cosa que detuviera el flujo de sangre. Cada segundo que pasaba era una carrera contra el tiempo. Las sombras del atardecer entraban por las ventanas, alargando las figuras en la habitación, y la sensación de urgencia era tan palpable que nadie podía respirar con normalidad.

-¡Rápido! -exclamó Hannibal, cuando una toalla cayó al suelo, empapada en rojo. -Necesito algo para cauterizar esta herida, o no va a aguantar mucho más.

Ed, sin pensarlo dos veces, arrancó un cuchillo del bloque en la cocina, encendiéndolo en la llama de la estufa. Sabía lo que venía y no le gustaba, pero tampoco había otra opción. El silencio de la casa era ensordecedor, solo roto por los jadeos entrecortados de Terry y los sonidos frenéticos de los demás.

Obsesión y Lujuria {AziraCrow}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora