HÉCTOR
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Siempre supe que había algo especial en ella.
A los doce años, cuando la vi por primera vez en el pasillo del instituto tras las vacaciones de verano, supe que se iba a convertir en el centro de mi mundo. Era una chica de sonrisa impoluta, con una mirada hipnótica y brillante que podía iluminar hasta los días más oscuros. En esos tiempos, yo era un chico torpe, lleno de inseguridades, pero me atrapó de inmediato. Estaba empezando a seguir los pasos de mi padre, estaba adentrándome en la oscuridad permanente que siempre aguardó en mi interior. La forma en la que se movía, su risa despreocupada, su mirada, la inteligencia que nos regalaba, su belleza indudable. Todo en ella me hizo parar en seco, admirarla en silencio y soñar con toda una vida a su lado.
Pero lo que comenzó como una fascinación inofensiva se convirtió en algo más oscuro y complicado.
Cuando empecé a sentir no sabía cómo controlar lo que le estaba pasando a mi cuerpo. Me negué a aceptar que podía llegar a gustarme una chica como Alana, por lo que comencé a ridiculizarla junto a mis amigos. Era la única forma de estar cerca de ella y al mismo tiempo que no se notara lo mucho que me gustaba.
La verdad es que nunca he sido bueno para manejar mis sentimientos. El control emocional siempre se me escapó de las manos. El amor se convirtió en una especie de obsesión, una necesidad desesperada que me consumía. La necesitaba conmigo y si ella estaba con otro, perdía por completo los estribos.
Cuando comenzamos a salir, fue como si el mundo se pusiera en su lugar. Pero también era un juego arriesgado, una batalla entre lo que sentía y lo que no sabía controlar. Mis celos eran como sombras que se cernían sobre nosotros, siempre listos para devorar lo que habíamos construido. Me convencí de que la amaba, pero en realidad, mi amor era una mezcla tóxica de posesividad y miedo a perder.
Alana siempre fue muy comprensiva y paciente. Intentaba calmar mis tormentas internas, pero había momentos en los que podía ver el cansancio en sus ojos. Se sintió atrapada, y yo no sabía cómo soltarla. El fake dating del principio fue una forma de mantener la fachada, un juego en el que pretendíamos ser la pareja perfecta, mientras nuestras almas se desgastaban lentamente. Fue la excusa perfecta para mostrarme tal y como lo sentía sin la necesidad de reprimirme por miedo al rechazo. Nos hacíamos daño sin querer, pero el dolor que causaba no me detenía; cada vez que la veía sonreír a través de la distancia que ella misma mantenía, me daba años de vida.
A mí no me importaba querer con dolor si ello conllevaba a tenerla entre mis brazos.
Un día, todo se desmoronó. Rompió conmigo y se marchó dejándome el corazón hecho pedazos. Sus palabras retumbaban en mi mente con pesadez, y lo peor de todo, es que tenía razón.
No le convenía, ella se merecía a alguien mejor, alguien que no le supusiera un problema. Pero yo la quería tanto que nunca encontraría a nadie capaz de darle todo lo que yo pretendía.
Sus palabras retumbaron en mi cabeza como un eco doloroso. Me aferré a mi orgullo, a la idea de que ella solo estaba confundida, que regresaría. Pero a medida que los días se convirtieron en semanas, la realidad se volvió innegable. Mi mundo comenzó a girar desorbitadamente hasta debilitarme.
Las palabras retumbaron en mi mente como un eco desgarrador. La angustia me invadió. Me negué a aceptar que podía perderla. Cada día que pasaba sin ella se sentía como una eternidad, y la desesperación se convertía en mi compañera constante. Mis pensamientos se transformaron en un ciclo de autocompasión y rencor, donde mi mente me decía que la estaba perdiendo por mi propia culpa. Cada rincón de mi habitación me recordaba su risa, y los recuerdos eran como dagas que se clavaban en mi interior.
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ERROR 707 ▪︎ HÉCTOR FORT
Fanfiction365 días después él vuelve a su vida arrasándolo todo. Él la metió en aquel mundo tan oscuro, la dejó sola ante el peligro y un año después vuelve, vuelve poniendo su vida patas arriba. Alana, hija de uno de los futbolistas más famosos del país des...