Capítulo 73

1.5K 169 21
                                    

HÉCTOR

°•°☆°•°

La mañana amaneció gris y pesada, cargada de una lluvia que parecía querer arrasar con todo. Desde mi posición en el muelle, podía ver cómo las gotas golpeaban la superficie del mar con violencia, formando pequeños cráteres que desaparecían en un instante. Estábamos a unos cuatro kilómetros de la isla privada, en una de las bases flotantes que utilizábamos para almacenar y gestionar la mercancía antes de distribuirla. El lugar era discreto, perfecto para este tipo de operaciones: un conjunto de contenedores viejos montados sobre plataformas metálicas, rodeados por aguas difíciles de rastrear.

No había dormido casi nada en los últimos dos días. Tener a Alana en la isla me tenía con los nervios a flor de piel. Ella era la única debilidad real que tenía, y lo sabía. Mis enemigos también lo sabrían tarde o temprano, y no podía permitirme ese lujo. Pero, a pesar de mis preocupaciones, no había podido evitarlo. Su insistencia, su determinación... todo. Me había rendido ante ella, como siempre acaba haciendo.

— ¡Vamos, cuidado con esa caja! —grité hacia uno de los hombres que estaba cargando la mercancía de una de las lanchas. Eran bultos pesados, envueltos en plástico negro y etiquetados con códigos que solo nosotros entendíamos. En este caso se trataba de cocaína de alta pureza, recién llegada desde Sudamérica. Cada caja llevaba consigo meses de trabajo, conexiones bien cuidadas y dinero que no podía permitirse perder.

El negocio era meticuloso. Cada paso debía ejecutarse con precisión milimétrica. Las sustancias llegaban desde Colombia en embarcaciones de carga camufladas con productos legales, normalmente frutas o textiles. En un punto intermedio del viaje, los contenedores eran descargados y reetiquetados con los códigos que identificaban nuestras rutas. Desde ahí, pasaban por varios puntos de control en el Caribe antes de llegar aquí, donde los dividíamos en lotes más pequeños para su distribución final en Europa.

Había una cadena estricta. Cada caja que llegaba al muelle debía ser revisada para asegurarse de que no había sido manipulada en el camino. Después, los lotes eran transportados a escondites seguros en la isla, donde esperaban a que Marc y yo determináramos su destino. Teníamos distribuidores en Marsella, Nápoles y Barcelona, ​​cada uno con sus propias redes de distribución local. Los Fort siempre fuimos conocidos por la calidad de nuestra mercancía, y eso era algo que protegíamos con ferocidad. Mi padre empezó con el negocio y yo seguí su legado. Cualquier error, cualquier caja perdida o adulterada, podía significar no solo una pérdida económica, sino también un golpe a nuestra reputación. Y en este mundo, la reputación lo era todo.

— ¿Qué tal la revisión? —pregunté a uno de mis hombres, un tipo llamado Armando, mientras me acercaba al almacén improvisado.

— Todo limpio, jefe —respondió sin mirarme, mientras supervisaba a los demás.

Asentí y regresó al muelle. Las lanchas seguían llegando, salpicando agua en todas direcciones mientras los hombres trabajaban bajo la lluvia. En el horizonte, apenas visible entre la bruma, se alzaba la silueta de la isla de los Fort, de mi isla. Ese lugar, nuestra fortaleza, era tan hermoso como peligroso. Y ahora, con Alana allí, sentía que todo estaba a punto de volverse más complicado.

— No has dormido nada, ¿verdad? —La voz de Marc me sacó de mis pensamientos.

Giré la cabeza y lo vi acercarse, con su chaqueta empapada y el cabello alborotado por el viento. Llevaba esa sonrisa cínica que parecía no abandonarlo nunca, pero sus ojos estaban fijos en mí, analizando cada movimiento.

ERROR 707 ▪︎ HÉCTOR FORTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora