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Tras la intensa discusión en el salón, Jahaerys se dirigió con paso apresurado hacia los aposentos de Ezra. Su corazón latía con fuerza, la preocupación lo carcomía desde dentro. Al entrar en la habitación, lo primero que notó fue el silencio. La luz del amanecer comenzaba a filtrarse a través de las ventanas, dejando suaves rayos de sol que apuntaban directamente al rostro de Ezra. Estaba profundamente dormida, pálida, pero su respiración, aunque débil, era constante. Varias personas estaban aún allí, cuidándola con esmero.

── ¿Cómo está? ── preguntó Jahaerys, su voz rasgada por la angustia.

Uno de los cuidadores, una mujer de edad avanzada, respondió con cautela.

── El bebé está bien, majestad.

Jahaerys frunció el ceño y, con un tono más severo, los interrumpió.

── No, ¿cómo está ella?

La cuidadora bajó la cabeza, nerviosa.

── Ella está bien, majestad. Se está recuperando.

El alivio inundó a Jahaerys, pero no lo mostró. Simplemente asintió, y con un movimiento de la mano, indicó que los dejaran solos. Poco a poco, las personas abandonaron la habitación, cerrando la puerta suavemente tras de sí.

Con cuidado, Jahaerys se acostó junto a Ezra, observándola en silencio mientras dormía. Su piel estaba más pálida que de costumbre, y los rastros de la reciente prueba que había pasado aún eran visibles en su rostro. Sin embargo, a pesar de todo, seguía siendo hermosa. Acarició con delicadeza su mano, y tras unos minutos, Ezra comenzó a despertar, parpadeando lentamente mientras sus ojos se ajustaban a la luz suave del amanecer.

── Jahaerys… ── murmuró, su voz apenas audible.

Él estaba justo frente a ella, su rostro lleno de ternura y preocupación. Antes de que ella pudiera decir algo más, las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos azules.

JahaerysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora