Capítulo 11: Caída y Sombras del Pasado

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Era un día como cualquier otro en Dream Academy, y Rachel, cargando con el cansancio acumulado de meses de maltrato y aislamiento, subía lentamente las escaleras al final de la jornada, buscando la tranquilidad de los pasillos vacíos. Había aprendido a moverse sola, evitando las miradas burlonas y los encuentros indeseados. Pero, al llegar a uno de los descansos en las escaleras, sintió de repente un empujón brutal en su espalda, desequilibrándola.

El tiempo pareció detenerse mientras perdía el control y caía por los escalones, el sonido de su cuerpo golpeando el suelo resonando en el pasillo. Sus pensamientos se desvanecieron en un instante de dolor y oscuridad mientras su cuerpo quedaba tendido al pie de las escaleras, inmóvil e inconsciente.

Minutos después, Kris apareció en el lugar. Su expresión no reflejaba sorpresa; la mirada indiferente que siempre llevaba consigo apenas cambiaba mientras observaba a Rachel en el suelo. Sin decir palabra, se inclinó y la levantó con cuidado, asegurándose de que nadie más en los pasillos la viera en ese estado. En lugar de dejarla allí, Kris se dirigió a la enfermería, donde la dejó en una de las camillas y se sentó a su lado, esperando en silencio.

Poco tiempo después, Hades, Apolo y Jake llegaron al lugar, alertados de lo ocurrido. La visión de Rachel, aún inconsciente y vulnerable, parecía captar la atención de cada uno de ellos de una manera diferente.

Mientras los cuatro se quedaban en silencio alrededor de su camilla, su mirada fija en el cuerpo inmóvil de Rachel, algo en el ambiente cambió, una especie de conexión invisible que revelaba los pensamientos y recuerdos que cada uno ocultaba detrás de sus actitudes frías y crueles.

La primera mirada intensa provenía de Hades Winter, quien observaba a Rachel con una mezcla de desdén y algo más profundo, algo que ni él mismo entendía por completo. Para él, la vida había sido una lección temprana de poder y manipulación. Desde pequeño, su padre, un hombre despiadado y calculador, le había enseñado que el mundo estaba dividido en dos tipos de personas: los que dominaban y los que obedecían. Hades recordaba vívidamente los días en los que su padre lo obligaba a presenciar situaciones de abuso de poder, enseñándole a no sentir compasión, a no dudar ni un instante en usar su influencia para obtener lo que deseaba.

A los 15 años, había sido testigo de cómo su padre destruía la vida de alguien sin apenas pestañear, y desde entonces, Hades había hecho suya esa filosofía, convencido de que el dolor y la humillación eran los únicos lenguajes universales. Pero, a pesar de todo, cada vez que miraba a Rachel, algo en él dudaba, algo que no podía identificar. Quizás era la forma en que ella resistía o esa luz en su mirada, pero se sentía inexplicablemente atraído por su fortaleza.

Apolo, el mayor de los gemelos, mantenía su expresión calmada y su habitual sonrisa, pero internamente estaba inmerso en sus propios recuerdos. Desde pequeño, Apolo había sido más reflexivo y observador. Siempre había tenido que velar por Jake, su hermano menor, quien, en su agresividad, solía meterse en problemas que él debía solucionar. Su madre, una mujer frágil y sumisa, dependía emocionalmente de él, y esa responsabilidad temprana había moldeado su carácter, volviéndolo distante y frío.

La cercanía con su madre había dejado en él una sensación de impotencia hacia las mujeres, una especie de desdén por la debilidad que asociaba con su infancia. Ver a Rachel, con su resistencia y dignidad, despertaba en él una emoción ambivalente. Quería someterla, quebrarla, pero también reconocía que ella era diferente a las personas sumisas de su pasado.

Jake, por su parte, miraba a Rachel con una mezcla de diversión y desagrado. Su vida había sido una continua competencia con Apolo, una lucha por la atención y el reconocimiento de su padre. La relación con su hermano era compleja; mientras que Apolo siempre había sido el protector, Jake había crecido en la sombra, cargando una frustración que convertía en desprecio hacia los demás. La crueldad con la que trataba a Rachel era una forma de afirmar su poder, de demostrar que él, a su manera, también podía controlar y someter. Para él, Rachel era un objeto, una forma de canalizar esa necesidad constante de dominar y vencer.

Kris, en cambio, observaba a Rachel en silencio, su rostro impenetrable y sus ojos oscuros ocultando una historia aún más enigmática. Había crecido en el mismo ambiente que Hades, aprendiendo que la compasión era una debilidad. Pero, a diferencia de su hermano, Kris se había sumergido en un mundo de pensamientos oscuros y silenciosos, donde el poder era algo que se experimentaba en la quietud, en la proximidad y en el control sutil.

Había pasado años observando cómo su madre soportaba en silencio los desprecios de su padre, y esa pasividad, esa incapacidad de escapar, había dejado en Kris una marca indeleble. Para él, la cercanía con Rachel no era tanto una cuestión de poder, sino de posesión. La forma en que olía su cabello o tocaba su rostro no era solo una muestra de dominio, sino una manera de establecer una conexión silenciosa, una especie de vínculo que él no lograba entender completamente pero que lo mantenía fascinado.

Los cuatro se quedaron en silencio alrededor de la camilla, cada uno perdido en sus propios pensamientos y recuerdos, cada uno observando a Rachel desde una perspectiva diferente. Ella era su objeto de control, sí, pero también representaba algo más profundo, algo que ninguno de ellos comprendía del todo.

Rachel, aún inconsciente, parecía ajena a todo, pero incluso en su vulnerabilidad, mantenía una expresión serena que no dejaba de intrigar a cada uno de ellos. Para Hades, Apolo, Jake y Kris, ella era una especie de enigma, una mezcla de desafío y misterio que los atraía y los repelía a partes iguales.

Sin una palabra más, Hades se apartó, con una expresión sombría y distante, mientras los gemelos lo seguían. Kris fue el último en quedarse, observándola un momento más antes de salir. Para cada uno de ellos, Rachel era mucho más que un simple "juguete"; era una figura que despertaba en ellos emociones y recuerdos que preferían ignorar, pero que, de alguna manera, estaban obligados a enfrentar cada vez que la veían.

Escalva de los sueños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora