Rachel parpadeó varias veces, sintiendo un dolor punzante en la cabeza y la incomodidad de un frío colchón bajo su espalda. A su alrededor, todo estaba borroso, pero distinguió las paredes blancas y la tenue luz que se filtraba desde una lámpara de mesa. Estaba en la enfermería.
Frente a ella, estaba Theo, quien la miraba con una mezcla de preocupación y resignación. Con su cabello rubio revuelto y los ojos azul cielo, se inclinó hacia ella y le extendió un vaso con agua y dos pastillas.
—Toma esto —le dijo en un tono suave—. Te ayudará con el dolor.
Rachel asintió, agradecida, y se llevó los analgésicos a la boca. Sintió cómo el agua fría aliviaba un poco el calor que se acumulaba en su garganta, mientras el dolor de cabeza disminuía lentamente.
Theo la observó en silencio unos segundos, y luego suspiró.
—Rachel... tienes que ser más cuidadosa. Ya rompiste dos reglas importantes hoy.
Rachel lo miró confundida. No recordaba mucho de lo que había pasado; apenas tenía imágenes borrosas de Sunny y de un grupo de chicas riéndose a su alrededor. Luego, un nombre se le vino a la mente como una advertencia: Hades.
—¿Qué... qué pasó exactamente? —preguntó, mientras trataba de recomponer sus recuerdos.
Theo cruzó los brazos y se inclinó contra la pared, su expresión se endureció.
—Hades te marcó como su nuevo "juguete" —explicó, el tono de su voz mezclando compasión y miedo—. Eso no es algo que suceda todos los días. Rompiste dos reglas al mismo tiempo: contradijiste a alguien de la jerarquía y, encima, lo miraste fijamente.
Rachel sintió que un escalofrío le recorría la espalda. El simple hecho de escuchar ese nombre hacía que la piel se le erizara. Sabía que Hades, con su figura imponente, ojos oscuros y expresión inquebrantable, representaba el centro de poder y autoridad en Dream Academy. Tenía un rostro frío, severo, y una sonrisa casi inexistente, que solo usaba para intimidar o manipular. Todos sabían que había ciertas reglas no escritas que se debían seguir al estar cerca de él, y Rachel las había roto sin siquiera darse cuenta.
—Theo, ¿qué significa eso de ser "su juguete"? —preguntó, sintiendo cómo el miedo empezaba a invadirla.
Theo bajó la mirada, su mandíbula se tensó.
—Significa que hará lo que quiera contigo. Manipularte, humillarte, intimidarte... Y nadie va a intervenir, porque todos saben lo que pasa si alguien se enfrenta a Hades.
Rachel sintió una mezcla de frustración e impotencia que le quemaba el pecho. Ella no había hecho nada malo; solo había tratado de defenderse. Pero ahora se encontraba en una situación de la que parecía no haber escapatoria.
—Entonces, ¿qué puedo hacer? —preguntó con un tono de desesperación.
Theo se quedó en silencio unos segundos antes de responder.
—No puedes hacer nada. Hades no deja a nadie romper las reglas sin castigo. Y yo... —vaciló—. Tampoco puedo hacer nada, Rachel.
La mirada de Rachel se endureció. Las palabras de Theo, su resignación, le parecían una traición. Con un movimiento brusco, se levantó del colchón, su cabeza todavía latía con fuerza, pero la rabia la impulsaba.
—¡¿Así de fácil, Theo?! —espetó, mirándolo con resentimiento—. ¿Vas a dejar que me traten como basura solo porque "así son las reglas"?
Theo agachó la cabeza, incapaz de sostenerle la mirada.
—Rachel, solo... cuídate, ¿sí?
Sin responder, Rachel salió de la enfermería y se dirigió rápidamente al baño, donde el silencio y la soledad le permitieron respirar y calmarse. Sentía la presión acumulada del día entero, la injusticia de una situación que no comprendía del todo. Y fue en ese instante, mientras trataba de recomponerse, cuando sintió una mano firme sujetándole el brazo.
Antes de que pudiera reaccionar, la mano la jaló hacia afuera y la empujó dentro de un aula vacía. Con el corazón acelerado, Rachel dio unos pasos hacia atrás, observando al desconocido que había cerrado la puerta tras de sí.
Era Kris.
De cerca, Kris era incluso más intimidante. Alto, de complexión fuerte y piel pálida, tenía el cabello negro, que caía en mechones despeinados sobre su frente. Sus ojos, de un negro tan profundo, como un pozo sin fondo, la observaban en silencio, con una intensidad desconcertante. Rachel sintió cómo su piel se erizaba, y su respiración se volvió agitada al notar la manera en que la miraba, sin decir una sola palabra.
—¿Qué... qué quieres? —murmuró, intentando mantener la calma a pesar del temblor en su voz.
Kris no respondió. Solo la miraba en silencio, sus ojos fijos en los de ella, como si pudiera ver algo más allá de lo evidente. Dio un paso adelante, cerrando la distancia entre ellos, hasta quedar tan cerca que Rachel podía sentir el suave aroma a menta y cuero de su ropa.
Rachel quiso retroceder, pero algo en la mirada de Kris la mantenía anclada en su lugar. Con un movimiento lento, él extendió una mano y, con una delicadeza que no iba acorde con su aspecto intimidante, le acarició el rostro. La piel de Rachel se erizó, y ella sintió cómo su respiración se entrecortaba bajo el contacto frío de su mano.
Sin apartar la mirada, Kris bajó la vista hacia su cabello. Con una tranquilidad perturbadora, acercó su rostro y, de manera casi desafiante, aspiró suavemente el aroma de su cabello. Rachel contuvo la respiración, paralizada, mientras su mente intentaba procesar lo que estaba ocurriendo.
Y, de pronto, sin decir una sola palabra, Kris se dio la vuelta y caminó hacia la puerta. Rachel permaneció inmóvil, con el corazón aun latiendo con fuerza, mientras lo veía abrir la puerta y salir como si nada.
La sala quedó en silencio, dejándola sola, confusa y con una sensación de vulnerabilidad que nunca antes había experimentado.
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Escalva de los sueños perdidos
DiversosRachel no recordaba el último día en que se sintió libre. Los pasillos de Dream Academy habían sido su prisión desde el primer momento, pero solo ahora comprendía el verdadero alcance de esa oscuridad. La escuela que había sido su gran oportunidad l...