A medida que pasaban los días, los abusos hacia Rachel solo empeoraron. Ya no eran solo rumores o susurros. Las burlas se convirtieron en ataques físicos, intimidaciones constantes que minaban su resistencia. Algunos estudiantes comenzaron a arrojar sus libros al suelo en los pasillos, a tirarle papeles o, en los peores casos, a empujarla contra las paredes, riéndose mientras intentaba recoger sus cosas en silencio.
Una tarde, al entrar en el comedor, Rachel apenas tuvo tiempo de sentarse cuando sintió una explosión de risas alrededor. Miró su ropa y vio que alguien había arrojado un pedazo de comida en su blusa, manchándola por completo. Las risas se intensificaron, y al mirar alrededor, solo encontró miradas frías y burlonas.
Quería gritar, responder, hacer algo, pero sabía que solo empeoraría las cosas. Con el rostro ardiendo de vergüenza, dejó la bandeja de comida y salió corriendo, escuchando cómo las risas la perseguían mientras se alejaba.
Los abusos no cesaron. Le rompieron cuadernos, le escondieron las cosas, y, en una ocasión, un grupo la rodeó en el pasillo, empujándola de un lado a otro mientras le murmuraban insultos. Sentía cómo cada día se volvía una tortura más difícil de soportar, y cada vez era más consciente de lo sola que estaba en aquel lugar.
Finalmente, los rumores y las burlas llegaron a oídos de Theo. Los comentarios sobre Rachel se habían convertido en un tema de conversación en toda la escuela, y los estudiantes no dudaban en hacerle saber a Theo lo "vergonzoso" que era para alguien como él tener a una amiga como ella. Sin pensarlo demasiado, Theo decidió buscar a Rachel para hablar con ella y, quizás, tratar de hacerle entender la gravedad de su situación.
Cuando finalmente la encontró en uno de los pasillos, Rachel estaba limpiándose las manchas de comida de su ropa, con la expresión cansada y el rostro abatido.
—Rachel, tenemos que hablar, —dijo Theo, su voz tensa y molesta.
Rachel levantó la cabeza y lo miró, notando la dureza en su mirada.
—¿Theo...? ¿Qué pasa?
Theo suspiró, cruzando los brazos y mirándola con desaprobación.
—¿Qué pasa? Rachel, todo el mundo habla de ti. Estás causando problemas y estás arrastrándome contigo. ¿No entiendes lo que esto significa?
Rachel sintió cómo la rabia y la tristeza se mezclaban en su interior.
—¿Problemas? Theo, no estoy haciendo nada. Ellos... ellos me están atacando, y yo solo intento defenderme.
Pero Theo la interrumpió, su voz subiendo de tono.
—¿Defenderte? Rachel, todo esto empezó porque no fuiste capaz de mantenerte en tu lugar. Te advertí que esta escuela no era como las demás, y aun así decidiste ignorar todo. Solo estás empeorando las cosas para ti misma y, de paso, me estás metiendo en problemas también.
Rachel sintió un nudo en la garganta y bajó la mirada, incapaz de contener las lágrimas que empezaban a formarse en sus ojos.
—Theo... pensé que entenderías, que al menos tú estarías de mi lado.
Pero Theo apenas reaccionó. Su expresión era dura, llena de frustración.
—Rachel, a veces parece que solo piensas en ti. No tienes idea del daño que estás causando. Quizás deberías... deberías pensar un poco en los demás.
Las palabras de Theo la golpearon como un puñetazo en el pecho. Sin decir nada más, Rachel se dio la vuelta y salió corriendo, dejando que las lágrimas corrieran libremente por su rostro. Corrió sin mirar atrás, sintiendo cómo todo el mundo se derrumbaba a su alrededor. Las miradas burlonas, los empujones, los insultos, y ahora... ahora hasta Theo, su único amigo, parecía haberle dado la espalda.
Corrió hasta que sus piernas no pudieron más y se encontró en un rincón apartado del jardín, junto a un viejo banco de madera. Se dejó caer en él, respirando entrecortadamente y mirando el suelo mientras las lágrimas seguían cayendo. Sentía un vacío profundo, una soledad que la ahogaba. Nunca se había sentido tan indefensa, tan pequeña.
El sonido de pasos detrás de ella rompió el silencio. Rachel levantó la cabeza, esperando ver a Theo, pero en lugar de eso, vio a Sunny y a dos de sus amigas que se acercaban con sonrisas frías y miradas llenas de desprecio.
—Así que aquí estabas, —dijo Sunny, su voz goteando malicia—. ¿Qué pasa, Rachel? ¿Te creías mejor que todos nosotros? Mira dónde has terminado.
Rachel intentó levantarse, pero las otras chicas la rodearon, bloqueándole el paso.
—¿Pensaste que podrías sobresalir aquí y que no habría consecuencias? —dijo una de las amigas de Sunny, empujándola de vuelta al banco.
Rachel intentó defenderse, tratando de apartarlas, pero las chicas la rodearon aún más, sus miradas llenas de satisfacción al verla indefensa.
—Aquí nadie va a salvarte, Rachel, —susurró Sunny, inclinándose hacia ella. —Eres una intrusa, y vamos a hacer que lo entiendas de una vez por todas.
Rachel sintió cómo la desesperación crecía en su interior. Miró a su alrededor, buscando una salida, pero estaba atrapada, sin nadie que pudiera ayudarla.
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Escalva de los sueños perdidos
DiversosRachel no recordaba el último día en que se sintió libre. Los pasillos de Dream Academy habían sido su prisión desde el primer momento, pero solo ahora comprendía el verdadero alcance de esa oscuridad. La escuela que había sido su gran oportunidad l...