Capítulo 15: A Solas con su Fortaleza

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Rachel despertó con el cuerpo adolorido, cada movimiento que hacía le recordaba el sufrimiento de la noche anterior. Su rostro tenía moretones visibles, y sus costillas dolían al respirar. Aun así, mientras se miraba en el espejo de su pequeña habitación, se dio unos momentos para inhalar profundamente y llenarse de la fuerza que necesitaba para seguir adelante. Los ojos en el reflejo parecían ajenos, llenos de cicatrices invisibles, pero detrás de esa mirada agotada, se mantenía una chispa de determinación que nadie había logrado apagar.

Recordó la emboscada del día anterior en el pasillo vacío de Dream Academy. Las burlas, los empujones, y los golpes eran ya parte de su rutina, pero esa vez había sido especialmente brutal. Los recuerdos surgían fragmentados, difusos. Recordaba el eco de las risas y cómo, mientras estaba en el suelo, había prometido no llorar, no dejar que la vieran quebrarse. Se negó a entregarles ese placer. Pero ahora, en la privacidad de su habitación, pudo permitirse el momento de recordar sin miedo a ser observada.

—Tienes que ser más fuerte que ellos, —se susurró a sí misma, mientras levantaba la cabeza, obligándose a sonreír a su propio reflejo—. No dejes que te derroten.

Con esfuerzo, se alejó del espejo y comenzó a prepararse. A pesar del dolor en sus costillas, alzó los brazos para cepillar su cabello, moviéndose lentamente. Aplicó un poco de corrector sobre los moretones en su rostro, intentando disimular el daño que cargaba como si fuera parte de su uniforme. Con cada pequeño acto de cuidado, reafirmaba su voluntad de resistir. La ropa de la escuela le quedaba un poco más ajustada en el torso debido a las vendas que había colocado alrededor de su abdomen para aliviar el dolor de los golpes, y aunque cada movimiento era una pequeña tortura, Rachel se obligó a mantenerse erguida.

Finalmente, se aseguró de que su apariencia no delatara su vulnerabilidad. Tomó su mochila y salió de su habitación, avanzando por las calles vacías de la ciudad en dirección a Dream Academy. Llegó una hora antes de lo habitual, la escuela todavía en completo silencio. La luz del amanecer apenas comenzaba a iluminar los pasillos, y Rachel, respirando hondo, cruzó las puertas, decidida a convertir aquel lugar en su fortaleza en vez de su prisión.

Mientras caminaba hacia su casillero, agradeció la soledad del momento. Los pasillos, usualmente llenos de estudiantes y susurros, ahora le brindaban la calma que necesitaba antes de enfrentar un nuevo día.

Después de dejar sus cosas en su aula, Rachel sintió el impulso de despejar su mente. El recuerdo del maltrato reciente seguía fresco en su piel, y necesitaba unos momentos de silencio antes de que el bullicio de los estudiantes y las clases comenzara a llenar la escuela. Así que comenzó a caminar por los pasillos, perdida en sus pensamientos, y terminó entrando a un aula vacía en la que nunca había estado. Se dirigió hacia la ventana y se sentó, mirando cómo los primeros rayos de sol iluminaban el patio vacío.

El tiempo parecía detenerse mientras contemplaba el cielo, dejando que su mente divagara. Pero entonces, un sonido la devolvió a la realidad. Escuchó el eco de pasos acercándose y se sintió invadida por una ola de pánico. Sin pensarlo, buscó refugio detrás de un mueble, esperando que quien entrara no la descubriera.

La puerta se abrió, y Rachel vio entrar a Hades, Kris, Apolo y Jake. Los cuatro caminaban con la confianza habitual, y sus voces llenaron el aula mientras continuaban una conversación que parecía girar en torno a ella. El tono despreciativo de sus palabras le resultaba familiar, pero lo que escuchó hizo que el miedo diera paso a una sensación amarga de indignación.

—No sé cómo sigue viniendo a esta escuela todos los días, —rió Jake, su tono lleno de burla—. Esa chica tiene una resistencia absurda. Aunque es bastante tierno verla intentar resistirse, ¿no creen?

Apolo soltó una carcajada suave, asintiendo.

—Claro, —dijo, con una sonrisa de superioridad—. Esa ternura es justo lo que la hace tan entretenida. Es como un juguete que no se rompe, no importa cuánto lo golpees.

Rachel sintió que sus manos se cerraban en puños mientras escuchaba. El dolor de sus palabras iba más allá del daño físico que le habían causado; era una humillación que calaba profundamente en su dignidad. Pero entonces, escuchó algo inesperado.

—Basta, —interrumpió Kris, quien hasta ese momento había permanecido en silencio. Su voz era baja, pero clara y firme.

El aire en el aula se volvió tenso, y Rachel notó cómo todos los presentes miraban a Kris con sorpresa. Nadie parecía haber esperado una respuesta así de su parte, y mucho menos una defensa hacia ella.

—¿Qué te pasa, Kris? —preguntó Jake, con una sonrisa burlona y una ceja arqueada—. ¿Acaso quieres quedarte con ella?

Kris lo miró en silencio, su expresión impasible, pero su respuesta fue directa.

—Sí, quiero quedármela, —dijo, su voz tan fría y determinada que hizo que Jake perdiera momentáneamente su expresión de burla.

Un silencio denso llenó el aula. Apolo miró a Kris con una mezcla de incredulidad y diversión, pero Hades, en cambio, se acercó lentamente, sus ojos fijos en su hermano menor. Su expresión era fría, y cada paso que daba hacia Kris hacía que la tensión en el ambiente aumentara. Rachel observó la escena desde su escondite, con el corazón latiendo rápidamente.

Finalmente, Hades se detuvo frente a Kris y lo miró con una intensidad helada.

—Eres mi hermano, Kris, —dijo, su tono bajo y peligroso—. Por eso te presto mis cosas, pero no olvides que siguen siendo mías. ¿Entiendes?

Kris no apartó la mirada, pero no respondió. Los dos se mantuvieron en silencio, enfrentándose en una especie de guerra silenciosa. Luego, sin decir una palabra más, Kris giró sobre sus talones y salió del aula, pasando junto a Apolo y Jake, que lo siguieron en silencio. La tensión aún colgaba en el aire, pero ahora solo quedaban Hades y Rachel en el aula.

Rachel permaneció en su escondite, sin atreverse a moverse, temiendo que cualquier sonido pudiera delatar su presencia. Hades permaneció de pie, su mirada fija en el espacio vacío frente a él, como si estuviera meditando algo que solo él podía entender.

Rachel mantenía su respiración al mínimo mientras observaba cómo Hades se quedaba solo en el aula. Sentía la tensión en cada fibra de su ser, esperando el momento en que él decidiera marcharse para poder salir de su escondite y escapar de aquel incómodo escenario. Pero entonces, el destino pareció jugarle en contra. Involuntariamente, su pie rozó el borde del escritorio junto a ella, emitiendo un pequeño pero claro ruido en el silencio del aula.

Hades giró la cabeza, sus ojos oscuros clavándose en el rincón donde Rachel estaba escondida. Su mirada se endureció, y una sonrisa fría y amenazante comenzó a formarse en sus labios. Sin decir una palabra, comenzó a caminar lentamente hacia ella, cada paso resonando con un eco que se le clavaba en el pecho como una advertencia.

Rachel intentó moverse antes de que él llegara, buscando una salida, pero antes de que pudiera siquiera dar un paso, Hades la interceptó. Sus manos se cerraron alrededor de sus hombros con una fuerza que no le dejaba espacio para moverse. Sin ningún esfuerzo, la arrastró fuera de su escondite, lanzándola al suelo con un movimiento brusco que la hizo tambalearse.

Ella se quedó allí, en el suelo, mientras él encendía un cigarrillo con una calma aterradora. Inhaló profundamente, dejando que el humo escapara de sus labios en un gesto despreocupado. Luego, sin quitarle la mirada de encima, Hades rompió el silencio, su voz baja y cargada de amenaza.

—Felicidades, Rachel, acabas de romper otra regla.

Rachel sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Escalva de los sueños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora