Rachel permaneció en silencio, observando a Hades mientras exhalaba el humo de su cigarrillo, el olor impregnando el aula. La amenaza en su voz seguía reverberando en su mente, y se obligó a mantener la calma mientras él la miraba con aquella mezcla de diversión y frialdad. Sabía que cualquier palabra que dijera podía agravar la situación, pero no pudo contener su pregunta.
—¿Qué regla rompí? —murmuró, tratando de sonar desafiante, aunque su voz temblaba ligeramente.
Hades esbozó una sonrisa cínica, levantando una ceja.
—No asistir a reuniones si no perteneces a la jerarquía requerida, —dijo, con tono burlón—. ¿O pensabas que podías quedarte en el aula y escucharnos sin consecuencias?
La furia y la humillación se agitaron en el pecho de Rachel. Aun así, permaneció callada, apretando los labios para no darle el gusto de responder. Sin embargo, Hades notó cada uno de sus gestos, sus ojos no la perdían de vista, como si estuviera evaluando cada detalle de sus reacciones.
—Y no te hagas ilusiones con Kris, —agregó, su tono cambiando de burlón a sombrío—. No es lo que crees. Ninguno de nosotros lo somos.
Rachel le lanzó una mirada desafiante, intentando recuperar la dignidad que él acababa de destrozar, pero Hades solo sonrió con más arrogancia.
—Anda, —dijo entonces, su voz suave pero cargada de autoridad—, busca tu mochila. Vamos a salir. Te llevaré a un lugar.
Rachel se tensó, la idea de salir con él encendía una alarma en su mente.
—No quiero ir a ningún lado contigo, —dijo con la poca firmeza que logró reunir, aunque por dentro el miedo latía en sus venas como un tambor.
Pero su respuesta pareció divertir aún más a Hades, quien dejó escapar una risa baja, casi burlona. Se inclinó hacia ella, sus ojos oscuros fijos en los de Rachel mientras hablaba en un tono que solo hacía que el miedo se intensificara.
—Te recuerdo que eres mi juguete, Rachel. No tienes derecho a decidir si vas o no. No tienes opción.
Sin darle más oportunidad de replicar, Hades la miró con severidad y, en un tono que no admitía respuesta, le indicó que se apresurara. Rachel, sin tener otra alternativa, tomó su mochila y lo siguió, sintiendo cómo la ansiedad se enroscaba en su estómago a cada paso que daba junto a él.
El camino los llevó hasta un centro comercial lujoso, un lugar con ventanales de vidrio impecable y tiendas de lujo que resplandecían bajo las luces perfectamente dispuestas. Era un mundo completamente ajeno a Rachel, quien no pudo evitar abrir los ojos con asombro al ver los escaparates, cada uno mostrando ropa y accesorios que en su vida había imaginado comprar. Hades caminaba a su lado, indiferente a su sorpresa, como si este lugar fuera tan común como cualquier otro.
—¿Por qué estamos aquí? —preguntó finalmente Rachel, aún incrédula.
Hades le dirigió una mirada desdeñosa, como si su pregunta fuera absurda.
—Es mi deber como propietario mantener mi juguete presentable, ¿no? —respondió con indiferencia, en un tono que parecía mezclar burla y dominio.
Rachel sintió una mezcla de indignación y vergüenza. Sabía que él la veía como una posesión, pero sus palabras hacían que la realidad de su situación se sintiera aún más aplastante. Sin embargo, la curiosidad y el asombro superaron momentáneamente su incomodidad, y se permitió observar más detenidamente el mundo que la rodeaba.
Hades la llevó de una tienda a otra, sin detenerse a preguntar qué le gustaba ni si se sentía cómoda con la ropa que le elegía. Las prendas eran todas de telas suaves y elegantes, de colores que parecían seleccionados para resaltar cada rasgo de su apariencia. Rachel se sintió extraña al ponerse los vestidos y zapatos de marcas exclusivas, pero con cada cambio de atuendo, notaba cómo Hades la observaba en silencio, su expresión indescifrable mientras evaluaba cada detalle. A pesar de su frialdad, había algo en su mirada que parecía haber suavizado, aunque solo un poco.
Rachel salió de la tienda vistiendo uno de los conjuntos elegidos, con un abrigo de lana claro y zapatos que le resultaban cómodos pero que aún se sentían como un lujo. El reflejo que veía en los espejos de la tienda era tan diferente de lo que ella conocía que apenas podía reconocerse.
Tras la sesión de compras, Hades la llevó a una parte de la ciudad donde las luces y la música inundaban el ambiente. Las luces de una noria iluminaban el cielo, y Rachel sintió una oleada de emoción y nostalgia al ver el parque de diversiones. Nunca había tenido la oportunidad de entrar en uno de esos lugares, y, por un momento, la emoción reemplazó el miedo que sentía hacia Hades.
Él la observaba, notando cómo sus ojos brillaban con una emoción genuina y sincera. Algo en esa expresión pura lo dejó sin palabras por un instante, como si viera a Rachel por primera vez. Aun así, no dejó que ella notara su sorpresa; se mantuvo serio, indiferente.
—¿Quieres subirte a algo? —preguntó, en un tono que parecía aburrido.
Rachel lo miró, esperando que hubiera una trampa en su oferta, pero la fascinación por el parque era más fuerte que su desconfianza. Con una breve y tímida inclinación de cabeza, aceptó.
Subieron juntos a la noria, y mientras ascendían, Rachel observó la ciudad desde lo alto, con la brisa fría golpeando su rostro. Durante esos minutos, se olvidó de quién era su compañía y se dejó llevar por la maravilla de ver el mundo desde una perspectiva tan distinta a la que estaba acostumbrada. Hades, que había permanecido en silencio a su lado, la observaba de reojo, captando cada cambio en su expresión.
En su mente, intentaba entender por qué la imagen de Rachel, iluminada por las luces del parque, le resultaba tan inquietante. Había algo en su sonrisa, en la forma en que sus ojos brillaban de emoción y ternura que lo desconcertaba, pero no podía permitir que ella lo viera dudando. Por eso, mantuvo su expresión fría y distante.
Después de la noria, recorrieron el parque y visitaron otras partes de la ciudad a las que Rachel jamás había pensado que tendría acceso. Cada esquina era un descubrimiento para ella, y se sorprendía tanto con los colores, los olores, y las luces que, por momentos, su miedo hacia Hades parecía desvanecerse. Sin embargo, cada vez que sus ojos se encontraban, él volvía a recordarle su papel con un tono indiferente.
—No se te olvide quién soy, Rachel. No pienses que esto es más de lo que parece. —Las palabras de Hades sonaban como un recordatorio, pero había algo en su tono que denotaba una incomodidad apenas perceptible.
Finalmente, tras varias horas recorriendo esos lugares de lujo y diversión, Hades se detuvo y la miró, aun manteniendo esa fachada de indiferencia.
—¿Divertida? —preguntó, su voz sonaba distante, pero sus ojos revelaban un atisbo de algo más que se esforzaba en disimular.
Rachel asintió, sus emociones mezcladas entre la gratitud por la experiencia y el odio por la manera en que él la veía como una simple posesión.
—Sí, —dijo, sin poder evitar que un pequeño destello de felicidad cruzara su mirada—. Fue... diferente.
Hades la observó un instante más, luego, sin decir nada, se dio la vuelta y comenzó a caminar, dejándola detrás, como si aquel momento no hubiera significado nada. Pero mientras avanzaba, Rachel sintió que la imagen de aquel mundo al que él la había llevado quedaría grabada en su memoria, no por el lujo, sino por el extraño y profundo contraste entre la belleza de esos lugares y la oscuridad de la persona que la había llevado hasta allí.
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Escalva de los sueños perdidos
AcakRachel no recordaba el último día en que se sintió libre. Los pasillos de Dream Academy habían sido su prisión desde el primer momento, pero solo ahora comprendía el verdadero alcance de esa oscuridad. La escuela que había sido su gran oportunidad l...