Curarrehue, sur de Chile. Doce años atrás.
Felix podía sentir el viento golpeando juguetonamente su rostro, su bicicleta parecía volar en el camino rural. Su sonrisa se extendía al escuchar las risas y bromas de sus amigos.
Usualmente, su madre no le permitía ir a las afueras del pueblo sin su compañía o la de sus abuelos. Pero él estaba creciendo y la rebeldía propia de la edad lo llevaba a ignorar las palabras de sus mayores.
El camino era solitario. Sólo se vislumbraban lujosas casas, cada vez más alejadas una de la otra. Todas enormes, ni comparada con la pequeña vivienda que compartía con su familia.
Uno de sus amigos se detuvo agotado.
—¿Nadie trajo agua? —preguntó, respirando agitado pero aparentemente bien.
—No pensé que íbamos a llegar tan lejos —Se rascó la cabeza Dani, el mejor amigo de infancia de Felix.
—Yo tampoco —rió animadamente Felix.
—Pidamos agua en esta casa —propuso uno de los chicos, comenzando a gritar para ver si alguien salía. Los amigos se unieron. Aunque era casi imposible ser oídos, la vivienda en sí estaba muy lejos de la orilla del camino.
Resignados, comenzaban a subir nuevamente a sus bicicletas. Entonces, un lujoso auto familiar se detuvo, esperando que el portón de entrada se abriera.
Segundos atrás, el cuerpo del chico estaba acalorado por la actividad física. Sin embargo, en ese momento, el frío de la realidad lo golpeó. Su sangre se congeló por un instante. Su cuerpo temblaba. El hombre al volante le esquivó la mirada mientras golpeteaba el volante impaciente, esperando que el puto portón terminara de abrirse.
—Felix, ¿ese no es tu papá? —susurró discretamente Dani en el oído de su amigo.
El pecoso sólo negó con la cabeza. Nervioso. Su padre no estaba en el pueblo. Trabajaba en la capital, a cientos de kilómetros y sólo viajaba una o dos veces al mes a verlo. Su padre era un hombre común, no el tipo adinerado y con familia que tenía al frente.
Quería aferrarse a la teoría de los doppelganger. Pero la ansiedad del hombre y la mirada furibunda de la rubia sentada a su lado, hacían que su estómago se contrajera, escapando del vacío que se expandía en su pecho.
En la segunda fila había dos pequeños pecosos en sus asientos de seguridad. En la tercera, una chica más o menos de la edad de Felix, que levantó la vista de su celular para mirar al grupo de amigos con disgusto.
El regreso a casa se sintió vacío. El viento frío en su cara quemaba, las risas de sus amigos sonaban lejanas. Las cosas no mejoraron al llegar a su hogar, un automóvil muy similar al que había visto hace poco estaba estacionado fuera.
—¡¿Dónde andabas?! —exigió preocupada su madre.
—No quiero que vuelvas a acercarte a mi familia —amenazó fríamente la mujer rubia que vio junto a su padre minutos atrás—. Si vuelvo a saber de ti, no recibirán un peso de mi marido nunca más.
—El niño no lo hizo a propósito, señora —intervino sumisamente el abuelo de Felix.
—No confío en la inocencia del huacho.
[Huacho: Chilenismo, sinónimo de bastardo].
El anciano quiso decir algo en defensa de la honra de su nieto, negar la realidad. Sin embargo, eso era ciertamente, un huacho. Un bastardo. Intentaron ocultárselo por muchos años, aunque sabían que en algún momento se enteraría.
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EGOÍSMO
FanfictionNadie mira a Felix como lo hace Hyunjin. Nadie mira a Hyunjin como lo hace Changbin. Nadie mira a Changbin como lo hace Felix. Primera parte terminada. Segunda parte en emisión. Si me preguntan si es un poliamor o un triángulo amoroso... Un poco de...