26. fin

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Unos minutos después, Nick y yo estábamos sentados en la celda, la fría realidad del acero y las paredes grises a nuestro alrededor hacían que mi corazón latiera con fuerza. La luz del fluorescente parpadeaba, intensificando mi nerviosismo mientras mis pensamientos giraban en torno a la conversación con Logan. Sus palabras resonaban en mi mente como un eco cruel: "René tiene que decidir, ese bebé o yo". La presión de esa elección me aplastaba.

Nick me observó con una mezcla de preocupación y confusión, sus ojos reflejaban la frustración que ambos sentíamos en ese momento.

—¿Me dirás qué ocurrió? —preguntó, cruzando los brazos mientras se recargaba contra la pared de la celda. 

Las lágrimas cayeron sin decir nada, rodando por mis mejillas mientras la angustia se apoderaba de mí. Era como si cada una de ellas llevara consigo un pedazo de la lucha interna que enfrentaba. Nick permaneció en silencio, su mirada fija en mí, como si estuviera dispuesto a escuchar todo lo que no podía expresar con palabras.

Se acercó, su voz suave y tranquilizadora, como si intentara romper la atmósfera tensa que nos rodeaba.

—Mare, escucha... —comenzó, su tono lleno de preocupación

Me limpié las lágrimas con la mano, aunque sabía que no podría ocultar la tormenta que tenía en el interior. 

En ese momento, un policía se acercó y abrió la celda. —Pueden irse, pagaron su fianza —anunció con una expresión neutral.

Nick y yo intercambiamos miradas, una mezcla de alivio y confusión. Al salir, la luz del pasillo me golpeó, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Al dar un paso hacia el exterior, la tensión en el aire era palpable.

Cuando mis ojos se adaptaron a la claridad, vi a mi padre esperándonos, su expresión era una mezcla de decepción y enojo. Su mirada era dura, como si pudiera atravesar mi piel y llegar hasta mi corazón.

—Vamos... —dijo mi padre, guiándonos hacia su auto. La atmósfera era tensa y cargada de incomodidad; el silencio se sentía como un peso en el aire mientras nos dirigíamos a casa.

Al llegar, la puerta se cerró tras de nosotros con un suave clic que resonó en la calma tensa del hogar. Mi padre hizo un gesto hacia el sofá, indicándonos que tomáramos asiento.

Me senté, sintiendo cómo la tela del sofá se hundía bajo mi peso, un reflejo de la presión en mi pecho. Nick se acomodó a mi lado, pero no podía ignorar la mirada fija y dura de mi padre, que permanecía de pie frente a nosotros, cruzado de brazos. Su expresión era un collage de preocupación, decepción y frustración, cada emoción dejando su huella en el ambiente.

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó, su voz firme pero también temblando ligeramente, como si estuviera intentando mantener la calma.

Miré a Nick, buscando una señal, pero él solo inclinó la cabeza, invitándome a hablar. El nudo en mi garganta se hizo más fuerte.

Miro al suelo, mis manos temblando a los lados, y finalmente encuentro la valentía para hablar. La voz me sale entrecortada, como un susurro quebrado —Estoy... estoy embarazada.

Las palabras flotan en el aire, pesadas y frías, y siento cómo el tiempo se detiene a mi alrededor. El peso de mi confesión se cierne sobre mí, y aunque sé que es el momento de soltar la verdad, un nudo en mi garganta me impide respirar con normalidad.

Nick y mi papá me observan fijamente, con una mezcla de sorpresa y preocupación reflejada en sus rostros. El silencio se vuelve incómodo, como si las palabras no pudieran salir de sus bocas. Puedo sentir sus miradas pesadas sobre mí, cada una cargada con una infinidad de preguntas que aún no estoy lista para responder.

Cómo romper un corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora