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Capitán Kirk

Spock se aseguró de que la enfermería estaba vacía y, en un acto sorprendente de vulnerabilidad, se recostó junto a mí, con la preocupación evidente en su mirada.

—No sabe cuánto lo lamento, Capitán —murmuró, con voz baja.

Sentí el peso de sus palabras. Desperté poco después y, al verlo tan cerca, comprendí cuánto estaba dispuesto a arriesgar por la tripulación, por mí. Sin pensarlo, llevé mi mano a su cabello y lo acaricié. Spock abrió los ojos, sorprendido y, sin embargo, tranquilo.

—Cometí un error, por favor… perdóneme —su voz estaba cargada de sinceridad.

Sentí en mi interior que hablaba con el corazón, o lo más cercano a eso en un vulcano.

—Está bien, Spock. Hiciste lo que creíste correcto. No puedo reprocharte por eso.

—Parecía enojado —admitió Spock, con una mezcla de sorpresa y alivio en sus ojos.

—Sí, pero solo fue por el momento. Entiendo tu necesidad de seguir las reglas, Spock. Es parte de lo que eres, y sé que siempre tienes lad mejores intenciones en mente.

Spock bajó la mirada, como si una carga pesada se hubiese aliviado. Luego, levantó el rostro y me miró intensamente.

—¿Entonces estamos bien, Capitán? —preguntó con voz suave.

—Sí, Spock. Todo está bien.

Sin decir más, se inclinó y me besó. Fue un beso breve, casi tímido.

—Te amo demasiado como para quedarme enojado contigo, Spock —susurré.

—Yo también lo amo, Capitán —respondió él con sinceridad.

Horas más tarde

Una llamada interrumpió el momento. Era la Oficial Científica Wallace.

—Capitán Kirk.

—Oficial Wallace, ¿qué necesita? —pregunté, levantándome de la camilla.

—Señor, debo decirle dos cosas: una, mi apellido real es Marcus, lamento haberle ocultado esto. Y dos… detecté signos vitales en los torpedos que trajo el almirante.

La noticia fue como un balde de agua fría. Ordené dirigirnos a un planeta desértico cercano para investigar. Wallace y Huesos comenzaron a examinar el contenido de los torpedos. Mientras esperaban, contacté a Scotty para pedirle ayuda.

—¡Señor James Tiberio pelo Perfecto! —dijo Scotty, en lo que sonaba como una voz algo ebria.

—Scotty, ¿estás bebiendo? —pregunté, una ligera sonrisa en mi rostro.

—Lo que haga en mi tiempo libre no es de su incumbencia, señor.

—Necesito tu ayuda. Anota estas coordenadas: 23174611. No sé qué vamos a encontrar, pero tenías razón sobre los torpedos, algo anda mal.

—Voy a tomarlo como una disculpa, señor.

—Tú renunciaste, Scotty.

—Me obligaste —respondió, y colgó.

Suspiré y miré hacia abajo, agotado por la situación.

En el planeta, Wallace y Huesos

—Tienes que cortar el vigésimo tercer cable —indicó Wallace.

—Bien. Avísame cuando lo haga —respondió Huesos.

Cuando recibió la señal, Huesos cortó el cable, pero una trampa de seguridad atrapó su brazo, activando un contador hacia una explosión.

A TU LADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora