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—¿Y el capitán Kirk? -pregunté, supliendo por Jim, con una inquietud que se notaba en cada palabra.

—Se reportó en la bahía médica, -informó Sulu, su tono profesional escondiendo cualquier emoción.

Asentí, intentando ocultar mi preocupación, cuando una alarma repentina sacudió la calma en la nave.

—Comandante, se aproxima una nave extraña... no es de la Federación,-reportó Chekov. Su voz tembló apenas al observar los monitores. En la pantalla, una inmensa nave azul, más grande que la Enterprise, se perfilaba con una elegancia y una amenaza que ponía en tensión cada fibra de mi ser.

—Están estableciendo comunicación. -intervino Uhura.

—En pantalla,-ordené, tratando de mantener mi voz firme.

La imagen de un hombre de piel pálida, cabello dorado como el sol y ojos celestes llenó la pantalla. Había algo en su porte que me erizó la piel; una mezcla de autoridad y peligro.

—Saludos. Buscamos al prisionero Gerner Kirk y su familia. Por favor, si conocen a alguien con ese apellido -dijo el hombre, sus palabras impregnadas de una frialdad letal.

Mi corazón dio un vuelco. ¿Qué tenía que ver Jim con ellos? Traté de recuperar la compostura.

—Disculpe, ¿de dónde son? -pregunté con calma aparente, aunque por dentro mi mente era un torbellino de preguntas.

—Soy el rey de Xamas, Daner Piece. El prisionero que buscamos cometió traición junto a su esposa, Wina Kirk.

—No conocemos a nadie con ese apellido. -mentí, con el corazón latiéndome en la garganta. Sin perder tiempo, me acerqué a Sulu y susurré:
—Prepare el warp hacia la Tierra.

Daner Piece sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

—Quise hacer esto por las buenas, capitán.

Un destello iluminó el puente, y en un instante me vi transportado a la sala de la nave enemiga. Mi último pensamiento fue un grito desesperado a la Enterprise: —¡Activen el warp!

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Jim

Vi cómo se llevaban a Spock. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. ¡Debieron llevarme a mí! La rabia y la impotencia quemaban en mi interior.

—Devuélvanos a Kalmir. -ordené, aún procesando lo que acababa de ocurrir.

—El comandante ordenó. -intentó responder uno de los oficiales.

—¡Y yo soy tu capitán! -grité, mi voz resonando en el puente como un trueno. Me costaba mantener el control, pero sabía que si quería traer de vuelta a Spock, tenía que estar a la altura.

Al llegar a la Tierra, traté de serenarme. Respiré hondo y me dirigí a la bahía de información.

—Teniente, quiero toda la información que tengamos sobre Xamas. -ordené. La impaciencia y la angustia estaban a punto de romper mi fachada de capitán.

—Es muy poca, capitán. Se la enviaré al PADD.

Al revisar los datos, apenas podía creer lo que leía: Xamas, un planeta casi idéntico a la Tierra, cuyos habitantes tenían una conexión psíquica con sus familiares, sangre azul y una vida extremadamente longeva. Una sospecha espeluznante comenzó a formarse en mi mente. ¿Y si yo… no era humano?

—Señor Sulu, queda al mando. -anuncié con voz firme. Había una sola persona que podría responder a mis preguntas.

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La granja de mi madre era tal y como la recordaba, el hogar donde siempre había encontrado paz. Pero esta vez, la paz estaba rota por una verdad que ardía en mi interior.

—Jim, ¿qué haces aquí? -me recibió ella, sorprendida. Pero no podía acercarme.

—¿Cuándo ibas a decirme que soy un xamita? -Mis palabras cayeron como piedras, pesadas y llenas de amargura.

Vi el shock en su rostro, un reflejo de mi propia confusión.

—¿Cómo lo sabes? -preguntó en un susurro tembloroso.

—Se llevaron a Spock, mamá -le dije, mi voz quebrándose. —Es momento de que me digas todo.

Ella suspiró, derrotada, y me hizo pasar al interior de la casa.

Nos sentamos en la sala, el lugar donde tantas veces me había contado historias. Pero esta vez, la historia era la de mi propia vida.

—Tu padre y yo éramos apenas unos niños -comenzó, sus palabras entrelazadas de dolor. —Yo era una princesa, y ya estábamos comprometidos. Pero mi primo asesinó a nuestros padres, y nos declaró traidores. Huimos a la Tierra, y pensé que aquí, donde el oxígeno te cambió la sangre, nunca descubrirías la verdad.

Cada palabra era una daga. El mundo que conocía se desmoronaba ante mis ojos. Pero debía centrarme. Spock necesitaba mi ayuda.

—¿Cómo encuentro a Spock? -pregunté, desesperado.

—Xamas está en una galaxia lejana -me dijo ella, con tristeza en su voz. —A tu padre y a mí nos tomó tres años de warp llegar aquí.

La realidad me golpeó con toda su fuerza. ¿Jamás volvería a ver a Spock? El miedo y la angustia se mezclaban en mí, y me recordaron que aún tenía a mis hijos. Tenía que decírselo a ellos. Kira debía saber la verdad.

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Kira

Estaba en clase cuando uno de los comandantes se acercó al salón.

—Cadete Kira Kirk. -Levanté la mano, un poco extrañada. —Sígame, por favor.

Me llevó a una sala privada, y al abrir la puerta, vi a Jim Kirk. Él era uno de mis padres, pero apenas nos hablábamos.

—Hija, me alegra verte. -dijo, como si realmente sintiera algo.

—No veo lógica en su visita, capitán. respondí fríamente. Él apenas parpadeó, quizás sorprendido, pero continuó.

—Te entiendo. Y tengo una mala noticia. -Me quedé en silencio, escuchando. —Los xamitas se llevaron a tu padre. Estamos haciendo todo lo posible por encontrarlo, pero parece que están detrás de toda la familia Kirk.

Sentí que se me helaba la sangre. Intenté mantener la compostura.

—¿Ahora nos llama familia, señor? -le solté, y la frialdad en mi tono fue intencional.

—No entiendo.

—Nos abandonó, y ahora intenta protegernos. Lo que hace no tiene sentido. Ni siquiera amaba a nuestro padre.

Antes de poder reaccionar, sentí una bofetada ardiente en la mejilla.

—No vuelvas a decir que no amaba a tu padre. -susurró con furia en los ojos. -Lo amaba con toda mi alma.

Sin decir una palabra más, dio media vuelta y salió. La rabia y la confusión se arremolinaron en mi pecho. En la salida, me encontré con el doctor McCoy.

—¿El capitán lo envió a cuidarme? -le pregunté, a medias sarcástica.

—No vine por eso. Ven, voy a contarte algo. -dijo, y caminamos juntos por los pasillos de la academia.

Me llevó a una gran sala de conferencias.

—Aquí comenzó su historia. -dijo, señalando la sala. —Jim se enamoró de Spock el día de bienvenida. A su tercer año, hizo trampa en un examen que Spock había creado. Fue una locura… pero ese fue el comienzo de todo. Jim era irreverente, temerario… pero logró salvar a la Federación entera y derrotar a los romulanos.

Intentaba digerir toda esta información.

—¿Entonces por qué nos abandonó?

—No los abandonó. Fue Spock quien decidió alejarlos, llevándolos a Nuevo Vulcano por temor a que sufrieran. Jim jamás dejó de amarlos.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, comprendiendo finalmente los sacrificios y las decisiones que cada uno había tomado.

A TU LADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora