Jim comenzó a sentir un dolor agudo en el abdomen, y me lo hizo saber de inmediato.
—Doctor, es el capitán —le informé con urgencia a Huesos, quien llegó rápidamente, con su rostro sombrío y preocupado.
Llevaron a Jim de emergencia a la clínica. Durante el trayecto, me aferró la mano, sus ojos llenos de miedo y vulnerabilidad.
—Huesos, dime, dime que mi bebé está bien —rogaba Jim desde la camilla, su voz temblorosa.
—Todavía no lo sé, Jim. Has corrido muchos riesgos, no debiste aceptar esa misión —le respondió Huesos, tratando de mantener la calma.
Mi corazón latía acelerado, temiendo lo peor.
—Doctor, ¿cuál es la probabilidad de… de un aborto? —pregunté, aunque la palabra me resultaba dolorosa.
—No digas eso, Spok. El bebé no puede irse —dijo Jim, con los ojos suplicantes.
Huesos le administró un sedante para calmar el dolor, y Jim, medio dormido, dejó caer su cabeza sobre la almohada, luciendo frágil y asustado.
—Bien, Jim, tienes una hemorragia interna cerca del útero. Tu embarazo es de alto riesgo; es un milagro que no hayas perdido al bebé —le explicó Huesos, intentando mantener su voz serena.
—Supongo que la opción más lógica es una cirugía… ¿verdad, doctor? —le dije, tratando de aferrarme a una solución racional, aunque mi pecho estaba lleno de angustia.
—Sí, las enfermeras ya vienen a prepararlo —dijo Huesos, con una expresión más seria de lo usual. Algo no estaba bien; su silencio era extraño.
—Hay algo que no me está diciendo, doctor —insistí.
—Es muy probable que Jim pierda al bebé durante la cirugía, Spok… Nunca hemos tratado un embarazo masculino. Solo podemos esperar que todo salga bien —dijo, y vi un destello de tristeza en sus ojos.
—Todo saldrá bien, doctor. Debe salir bien —le respondí, con una seguridad que no sentía.
Jim me apretó la mano, su mirada se llenó de arrepentimiento y culpa.
—Lo siento, Spok. No debí aceptar esa misión sabiendo del bebé… Es mi culpa —me dijo, con voz quebrada.
—No, Jim, al principio no había riesgos. No fue tu culpa. Estarás bien —le transmití calma y apoyo en cada palabra, mientras lo veía quedar dormido por el sedante.
Durante la cirugía, me invadía la incertidumbre. Cerré los ojos y medité, tratando de calmar mi mente y, a su vez, de aferrarme a lo que sentía por Jim. Horas después, Huesos salió a darme el informe.
—Dígame, doctor, ¿cómo están? —pregunté, mi voz traicionando la ansiedad.
—Los dos están estables, Es un milagro.
—No es un milagro, doctor. Es lo lógico, usted conoce todo el historial médico de Jim —intenté sonar racional, aunque el alivio me embargaba.
—Solo alégrate de que tu novio y tu hijo están vivos, Spok. Pero debes saber que el embarazo sigue siendo delicado. Necesita reposo absoluto hasta los seis meses, al menos. Ya sabes cómo es Jim… Cuídalo —me advirtió Huesos, mirándome con una mezcla de advertencia y cariño.
Claro que lo cuidaría. Era mi deber, y mi deseo.
Horas después, llevaron a Jim a una habitación, donde despertó lentamente. Sabía que al abrir los ojos estaría alterado, así que tomé su mano y le transmití tranquilidad y amor.
—¿Y el bebé? ¿Cómo está? —preguntó en cuanto me vio.
—Ambos están bien, Jim. Pero debes guardar reposo. Tu embarazo es de alto riesgo —le confesé.
—De acuerdo, lo haré —me dijo, y sus ojos brillaron con una promesa silenciosa.
Más tarde, aunque no quiso celebrar su cumpleaños, la tripulación lo felicitó. Y, sabiendo cómo era Jim, Huesos le permitió usar una silla de ruedas para que no se sintiera tan limitado.
Poco después, la Enterprise seguía en reparación, y Jim y yo aprovechábamos el tiempo libre en Yorktown. Él intentaba cumplir con sus deberes desde la silla de ruedas, pero sabía que le dolía sentirse tan vulnerable. Durante una de las reuniones, lo vi llevarse una mano al vientre, con el ceño fruncido.
—¿Está bien, capitán? —le pregunté, preocupado.
—Ya viene, Spok… el bebé está en camino —susurró, con el dolor reflejado en su rostro.
En un instante, informé a la almirante y lo llevé de inmediato a la clínica, donde llamamos a Huesos.
Jim estaba en un estado de mezcla entre dolor y preocupación. A pesar de su serenidad aparente, sabía que estaba aterrorizado.
Cuando el bebé nació, no lloró al principio. Sentí que mi propio corazón se detenía; miré a Huesos, quien tenía el rostro tenso.
—¿Qué ocurre? —preguntó Jim, en un susurro.
Nos mantuvimos en silencio hasta que, por fin, un llanto llenó la sala. Huesos sonrió y nos miró.
—Felicidades, son padres de una hermosa duendecilla rubia —dijo, entregándole a Jim a nuestra hija.
—Es preciosa… —murmuró Jim, con lágrimas en los ojos.
—Tiene tus ojos, Jim. Es lógico que sea hermosa —le respondí, acariciando su mano con ternura.
Mientras Jim se recuperaba, me dediqué a cuidarlo a él y a nuestra hija, tomando mis deberes en la Enterprise mientras él estaba de baja. Todo parecía perfecto.
Años después, con dos hijos, un incidente cambió todo entre nosotros. En unas vacaciones de la Enterprise, Jim llevó a los niños a una fiesta familiar a pesar de mis advertencias. Algo sucedió en la fiesta, y la telepatía vulcana de nuestra hija se descontroló, obligándonos a hospitalizarla.
Cuando regresamos a casa, me llevé a los niños a Nuevo Vulcano. Estaba decidido a protegerlos, incluso si significaba distanciarme de Jim. No me importo todo lo que me rogaba arrepentido, el mundo humano era un peligro para ellos. Para ayudarlos a encajar, teñí sus cabellos y les enseñé a usar lentes de contacto para ocultar sus ojos azules.
Jim se quebró cuando lo supo. Huesos intentaba consolarlo en la bahía médica.
Jim
Apesar de mis súplicas de mis gritos, de lo mucho que le rogué arrepentido
—Me los quitó, se los llevó de mi lado, cambió todo lo que tenían de mí —le dije, destrozado.
—Jim, necesitas calmarte —le dijo Huesos, preocupado—. Si no te calmas, podrías perder al bebé.
—Soy un idiota, Huesos. No debí llevarlos a esa fiesta —me culpaba, con lágrimas en el rostro.
Desde entonces, aunque estábamos en la misma nave, algo se rompió. Nos distanciamos. Al nacer nuestra tercera hija, apenas pude cargarla antes de que Spok se la llevara. La soledad se hizo más pesada cada día.
Un año después, durante una misión, me lastimé el brazo y noté que mi sangre era de un azul brillante. La sensación de ser diferente, de estar separado de mi propia familia, me resultaba insoportable.
—Kirk a Enterprise, el planeta está vacío, Llévenme de vuelta a la nave —ordené, con el corazón cargado de nostalgia y esperanza.
Sentía que aún había algo que podía recuperar, aunque fuese solo una ilusión.
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A TU LADO
FanficDesde que se conocieron ambos estaban enamorados, tenían una conexión, Pero ambos se negaban a verlo, hasta que llegó aquel dia que los romulanos iban a atar vulcano dónde sus sentimientos salieron a flor de piel, Jim hizo lo que ningun humano logro...