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Jim

—Kira, tenemos que ayudar a este planeta —dije, con la voz cargada de determinación.

—¿Qué planeas hacer? —preguntó Spock, mirándome con esos ojos serenos que siempre me hacían cuestionarme.

—Vuelvan a la Enterprise. Debo enfrentar a Daner yo mismo —ordené, mientras los demás se apartaban. Pero ni Kira ni Spock se movieron.

—Te ayudaremos, papá —dijo Kira, firme y decidida.

—Yo también —añadió una voz femenina. Me giré y vi a una joven de aspecto valiente. —Soy Lydia, capitán. Los ayudaré a llegar al rey.

Con la ayuda de Lydia, cruzamos el enorme castillo, avanzando hacia el salón del trono. La atmósfera era opresiva; cada paso retumbaba como un presagio.

Al llegar, me volví hacia ellos.

—Entraré solo —dije, sintiendo el peso de la responsabilidad.

—No, iremos juntos —contestó Spock, con una firmeza que no admitía discusión.

Los cuatro cruzamos el umbral hacia el salón. Allí estaba él: Daner, esperándonos, con una sonrisa que prometía oscuridad. Había preparado trampas para capturar a cualquiera que se atreviera a desafiarlo, y en un abrir y cerrar de ojos, mis amigos fueron atrapados, dejando solo a mí libre.

—Lydia, jamás imaginé que te amotinarías de nuevo —murmuró Daner con desprecio, ignorando mi presencia.

—Suéltalos. Esto es entre tú y yo —le pedí, sintiendo mi furia arder como nunca antes.

Daner sonrió con frialdad.

—Sabes, he descubierto algo fascinante sobre ti, Jim. Tienes sangre roja, algo inusual. Tus padres hicieron un gran trabajo ocultándolo, inyectándote la sangre de Khan. Eso te permitió adaptarte y sobrevivir a tanto. Pero, al final, tu naturaleza siempre te delata, y gracias a eso, pude rastrearte.

—¿Por qué no dejas que el pueblo decida? ¿Por qué aferrarte al trono? —pregunté, tratando de encontrar un rastro de humanidad en sus palabras.

—Porque soy tu tío, Jim. El poder lo es todo. La gente, la democracia, es solo una ilusión. Solo los fuertes merecen gobernar —declaró, su voz era un eco de años de ambición.

—No, el pueblo lo es todo —respondí, con una firmeza que ni yo sabía que tenía.

—¿Así que quieres pelear? —Daner sacó dos espadas y lanzó una hacia mí. La atrapé, dejando mi teaser en el suelo.

No era un espadachín, pero la voz de Kira me animaba desde su prisión, dándome instrucciones. Cada golpe resonaba en mi brazo, cada tajo cortaba el aire entre nosotros. Finalmente, logré asestar el golpe final, y Daner cayó al suelo, desangrándose.

Corrí hacia mis amigos. Kira y Spock me abrazaron con fuerza, y por un momento, pensé que todo había terminado. Pero un dolor lacerante me atravesó el abdomen; me habían disparado. Sentí cómo la sangre comenzaba a manchar mis manos.

—¿Papá? —susurró Kira, con una mezcla de horror y desesperación en sus ojos.

La vida se me escapaba. Me desplomé en sus brazos. Kira, con lágrimas en los ojos, se giró hacia Spock.

—No puedo perderlo, Spock. Debemos hacer algo —rogó ella.

—Conozco un lugar, un estanque que podría regenerarlo, pero está lejos. No sé si llegaremos a tiempo —dijo Lydia, apurada.

—Tenemos que intentarlo —insistió Kira.

Spock me cargó y emprendimos el viaje. Cada paso era una agonía que me desgarraba. No resistí el trayecto; morí en sus brazos antes de llegar.

Spock

No podía perderlo, no otra vez. Me odiaba por todo lo que había hecho, por cada momento en el que lo alejé de sus hijos, por cada segundo que pensé que era mejor sin él.

Kira me miró, con la misma desesperación en sus ojos.

—Papá, por favor… —su voz se quebró.

Finalmente, llegamos al estanque. Sumergí a Jim, abrazándolo con fuerza, rogando que este último esfuerzo diera frutos. Pero él seguía inerte.

—¿Por qué no vuelve? —preguntó Kira, desesperada.

—Intenta sumergirlo completamente —dijo Lydia.

Lo dejé ir, dejando que se hundiera hasta el fondo. Fui tras él y, en un impulso de esperanza, le di un beso humano, un símbolo de la devoción que sentía por él. Salí a la superficie, con lágrimas en los ojos, y esperé.

Jim

Estaba muerto. Sabía que lo estaba. Pero en un instante, como un destello, algo me arrastró de vuelta a la vida. Abrí los ojos, el agua me rodeaba, y luché por respirar. Subí a la superficie, jadeando.

Spock estaba allí, observándome, y una sonrisa —una que jamás pensé ver en su rostro— apareció.

Spock

Lo abracé en cuanto emergió. Sentí una ola de alivio y felicidad arrolladora, una emoción que había mantenido bajo control durante años.

—¿Qué haría sin ti? —susurré, mientras mi cuerpo finalmente cedía al agotamiento y caía inconsciente.

Narrador

En la Enterprise, los informes de monitoreo confirmaban la muerte de Jim, y todos lo lamentaban, en especial McCoy. Para él, había perdido a su amigo de manera definitiva. Hasta que una voz resonó en el comunicador.

—Kirk a Enterprise, necesito que nos transporten. El capitán está vivo.

Al escuchar eso, McCoy corrió a la sala de transporte. Spock cargaba a Jim y lo llevó directamente a la bahía médica. McCoy hizo un análisis exhaustivo y confirmó que estaba bien, aunque necesitaba descansar.

—Está bien, pero necesitará un buen sueño —dijo McCoy.

—¿Cómo es posible? ¿Papá murió antes? —preguntó Kira, confundida.

Spock asintió.

—Hace años, la nave estaba cayendo. Tu padre se sacrificó para realinear el núcleo warp, y la radiación casi lo mata. Fue McCoy quien lo revivió, usando la sangre de Khan. Esa sangre fue la que permitió tu existencia y la de tus hermanos.

Kira miró a su padre, aún en la camilla.

—¿Está seguro de que estará bien? —preguntó, aferrándose a McCoy.

—Completamente. Su pulso es estable y sus signos vitales son normales.

Jim abrió los ojos y, aún débil, sonrió.

—No te preocupes, cariño. Volveré pronto a la acción —murmuró, tomando la mano de su hija con cariño.

En la noche spok visito a Jim

—yo lo lamento, encerio, cometí un grave error, estaba tan cegado por la ira que no medi lo que hacía. -trataba de explicarse

—lo hecho hecho está, no hay vuelta atrás.

Jim

Me agradaban sus disculpas Pero...

—¿Todo podrá ser como antes? -me pregunto, ¿encerio creía eso?

—¿Estás bromeando?

A TU LADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora