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Spock

Nunca imaginé que la separación le hubiera causado tanto dolor.

—¿Por qué no? —pregunté, realmente incapaz de entender.

—¿De verdad crees que es fácil perdonarte por quitarme a mis hijos? —Jim respondió con una amargura que nunca le había oído. Sus palabras eran tan intensas que parecía que el tiempo se detenía. —Casi muero al traerlos a este mundo, y esta cicatriz que llevo no es solo una marca; es un recordatorio de lo que sacrificamos para formar esta familia. Ellos son mi vida, Spock, y me los arrebataste a pesar de que te rogué de rodillas que arregláramos las cosas. No te importó mi dolor, ni la posibilidad de que perdiera a nuestra hija, Kellany. Te los llevaste sin dejarme despedirme. ¿Y ahora insinúas que todo puede ser como antes? No, Spock. No.

Sentí una oleada de culpa profunda. Por primera vez, enfrentaba toda la magnitud de mi error.

—Entiendo que te lastimé, Jim. Lo veo claro ahora, y he pasado estos años dando vueltas a ese error, dándome cuenta de que fue insensato considerar que tú eras un peligro para ellos. Mi ira y orgullo me cegaron, pero… —trataba de explicarle, pero él me cortó.

—Eres un monstruo sin sentimientos, Spock. No importa lo que digas. No lo cambiará.

—Jim… estaba cegado por la ira aquel día. ¿Puedo mostrarte lo que sentí? —le pregunté, con la esperanza de que pudiera entender mi perspectiva.

Me miró, dudando, y luego asintió. Puse mi mano en su rostro y abrí mi mente a la suya, dejándole ver aquel recuerdo doloroso. Lo que había sentido cuando me llamó desde el hospital, mi impotencia, mi furia irracional al pensar que sus palabras no importaban, y luego, el dolor que sentí cuando me rogó de rodillas que no me los llevara. Vio cómo trataba de contener mi propia ira, mientras él intentaba quitarme las pertenencias de los niños. Finalmente, compartí el remordimiento profundo que me invadió cuando ya estábamos de camino a Nuevo Vulcano, con la certeza de que no había vuelta atrás.

—Así que sí, sentí lo mismo que tú, aunque fuera solo por un momento —dije al terminar el enlace—. Lamento profundamente lo que te hice pasar. Y, si deseas cortar nuestro vínculo y pedir el divorcio, lo entenderé —le dije, mirándolo a los ojos, tratando de mantener la compostura mientras mis manos volvían a mi espalda, en posición de espera.

—Lo hablaremos en la nave —respondió, sin mirarme directamente.

Llegamos al salón del trono, donde Jim buscó una pluma, un pergamino y el sello real, tal como Lydia le había dicho. Rápidamente, escribió algo y lo dejó sobre el trono.

—Listo. Vámonos —me dijo, mientras daba media vuelta.

—¿Qué has hecho? —pregunté, aún perplejo por su acto.

—Es una proclamación con el nombre de mi madre. La monarquía ha sido abolida —respondió sin más explicaciones, caminando rápido hacia la salida.

Nos transportaron de vuelta a la Enterprise, y Jim evitó mirarme. Noté que los demás se dieron cuenta, especialmente Kira, quien fue tras él.

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Jim

No podía ni mirarlo. Después de haber dejado salir todo lo que sentía, era como si hubiera desnudado mi alma, y una parte de mí sabía que nunca podría perdonarlo. Me fui de la sala, dejando a Spock sin palabras, y Kira lo notó.

—Papá —me llamó, pero no respondí. No tenía ánimo de hablar con nadie en ese momento. —¿Papá, qué pasó con padre?

Me detuve. Sabía que en algún momento ella haría esa pregunta.

—Vamos a mi habitación —le dije, resignado.

Una vez allí, permití que accediera a mi mente.

—¿Estás seguro, papá? —preguntó, con una mezcla de preocupación y curiosidad en los ojos.

—Eres lo suficientemente mayor para entender la verdad. No soy bueno explicando, así que… hazlo —le dije, poniendo su mano en mi rostro para abrir el enlace. Le mostré todo: el dolor, la ira, la decepción. Sabía que ella lo comprendería mejor de lo que podría expresar con palabras, y, de alguna forma, esperaba que me diera algún consejo.

Cuando terminó, vi lágrimas en sus ojos. Separó bruscamente el enlace, tratando de tomar aire. La abracé y le transmití la calma que yo mismo apenas podía sentir.

Finalmente, logró hablarme.

—Sé que te lastimó profundamente, papá. Pero si aún lo amas y él está sinceramente arrepentido, tal vez puedan intentarlo de nuevo. Tal vez no sea sencillo perdonarlo, pero… ustedes se aman, y sé que pueden superar esto —dijo, su voz cargada de sabiduría que no esperaba.

—Es difícil…

—Nada en esta vida es fácil, papá.

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Spock

Jim se fue, dejándome en la sala junto a McCoy.

—¿Qué le hiciste? —preguntó el doctor, frunciendo el ceño.

—Pensé que podríamos volver a ser como antes, pero Jim… se alteró. Me dijo que jamás me perdonaría —respondí, con una honestidad que rara vez compartía.

—¡Qué idiota! —exclamó McCoy, sacudiendo la cabeza.

—No entiendo su expresión, doctor.

—Spock, ¿qué más le dijiste? —insistió, con una mirada inquisitiva.

—Que, si deseaba cortar nuestra unión y divorciarse de mí, lo aceptaría.

McCoy suspiró, y vi un atisbo de tristeza en su rostro.

—Mire, le daré un consejo. Puede que esté viejo y desgastado, pero el amor que siente Jim sigue siendo real. Estoy seguro de que ahora mismo él está debatiéndose entre decir sí o no al divorcio, pero te garantizo que si haces todo lo posible para ganártelo otra vez, como cuando paso lo de los romulanos, todo podría ser incluso mejor que antes.

Escuché sus palabras en silencio, pero me dejaron atónito. Si existía una posibilidad de recuperarlo, haría todo lo posible.

—¿Entonces qué debo hacer? —pregunté.

—Sé romántico, Spock. Saca tu lado humano. Vuelve a enamorarlo, pero esta vez, inténtalo a la manera humana. Te aseguro que funcionará.

Decidido a intentarlo, me acerqué a una amiga en busca de ayuda.

—Teniente, necesito su ayuda —le pedí.

Ella me miró, sorprendida.

—¿Ayuda? Eso es raro, Spock. -le comente mi problema. — ¿Así que has cometido un error? Te ayudaré, dime qué necesitas.

—Quiero volver a enamorar a Jim, pero no conozco las maneras de romance terrícolas.

—Esto será interesante —dijo con una sonrisa, ya haciendo planes. —Para empezar, intentaremos algo sencillo. Necesitaremos la ayuda de Sulu.

Nyota le explicó la situación a Sulu, quien aceptó colaborar. Él tenía una gran colección de flores en su camarote, y Nyota escogió algunas, arreglando un ramo. Lo dejó en una mesa en la habitación de Jim, para que él lo encontrara en cuanto llegara.

Había pasado solo un día desde nuestra conversación, y aunque Jim aún evitaba mirarme, en mi mente ya estaba determinado a hacer todo lo que fuera necesario para recuperar su amor.

A TU LADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora