Entre el sueño y la realidad

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Su cuerpo, aunque joven y fuerte, se sentía más viejo de lo que nunca había estado. Las marcas que comenzaban a aparecer en su piel eran testigos de su sufrimiento. Las cicatrices eran un recordatorio constante de su fragilidad, de los límites que su cuerpo parecía alcanzar en cada sesión de tortura. Había llegado a un punto en el que el dolor físico se convertía en una especie de rutina, una secuencia de sufrimiento que podía anticipar, pero que jamás podría aceptar.

El silencio se rompió abruptamente. Las puertas de acero se abrieron de golpe, y el ruido metálico resonó en la sala. Entraron tres figuras, sombras amenazadoras que arrastraban consigo una sensación de desasosiego. Kamill se enderezó, intentando mantener una semblanza de dignidad. Era vital para él no mostrar temor, pues sabía que la percepción de su valentía determinaría su camino hacia la cúspide.

“Kamill,” una de las sombras, de mirada fría y sonrisa burlona, se inclinó hacia él. “Es hora de que entiendas lo que significa ser de la familia. Eres afortunado, recibirás un tratamiento especial.”

En ese momento, el tiempo se volvió subjetivo. En vez de sentir el miedo, Kamill se vio atrapado en una confusión temporal. Las horas, los minutos y los segundos comenzaron a alargarse, y el dolor parecía un eco distante. En su mente, volvió a su vida previa, a días más simples. Su amor por Lilith se convirtió en un refugio en su mente, un santuario que lo mantenía anclado a la realidad.

Lilith… La recordaba en cada detalle: su risa que iluminaba las noches, la manera en que sus ojos brillaban incluso en la penumbra, su voz suave que prometía consuelo en momentos oscuros. Kamill cerró los ojos un instante, deseando que ella estuviera ahí, que su calidez pudiera envolverlo y protegerlo de la crueldad que lo rodeaba.

Pero su paz fue breve. Los torturadores comenzaron su juego, y Kamill se vio empujado de nuevo a la cruda realidad. Pronto, el dolor que se apoderó de su muñeca fue tan agudo que sintió una ola de calor atravesar su pecho. Al abrir los ojos, la sala giró y se desvaneció en un torbellino de colores y sombras. Los torturadores comenzaron su danza de tortura, cada uno con su herramienta: un látigo, una barra de metal, una cuchilla. El ritual de dolor había comenzado.

La primera impresión fue de golpe; la piel de Kamill se estiró, drenando sus gritos en una mezcla horrenda de dolor y resignación. Las cicatrices frescas comenzaron a dibujar historias en su carne, y se prometió a sí mismo que no dejaría que su mente se rompiera. “Sufre, Kamill. Resiste,” las palabras resonaban en su interior, impulsándolo a aguantar.

Las horas se desvanecieron en un vórtice de sufrimiento. En la oscuridad entre los tormentos se encontraba Lilith, apareciendo en un susurro, en un instante de calma. Cuando el dolor se tornó insoportable, su voz se deslizaba a su lado, y se envolvía en él como una manta de consuelo. “Eres fuerte, mi amor. Este dolor no es el final. Te estás forjando como el acero.” Aunque solo estaba alucinando, su presencia se sentía tan real.

El rostro de Lilith era su salvación, una luz en la oscuridad, y Kamill luchó por aferrarse a esa imagen mientras los torturadores continuaban con su despiadada tarea. Sonrisas burlonas y ataques implacables formaban parte de un ritual que exigía su resistencia. Sin embargo, en cada golpe, en cada caída, el recuerdo de ella lo mantenía alerta, la única razón por la que aún seguía sintiendo.

Días se convirtieron en semanas. Kamill entendió que la memoria tenía su propio lenguaje, uno que podía ser enterrado bajo capas de horror, pero que jamás podría ser destruido. En sus sueños, Lilith lo guiaba a través de paisajes familiares, llenos de luz y vida, donde el dolor era solo un eco distante. A veces, ella le acariciaba la mejilla, y le decía que todo iba a estar bien. Él se aferraba a esos momentos como un náufrago se aferra a un pedazo de madera.

Tarjeta a la resistencia, cada golpe se convertía en un recordatorio de su destino. La física de la tortura atormentaba su cuerpo, pero su mente se aferraba a Lilith con más fuerza. En sus sueños, ella nunca lo dejaba, y siempre estaba allí para consolarlo cuando despertaba gritando, envuelto en sudor frío.

La Mafia necesita un líder fuerte, pero no no de un Líder destruido, la voz de ella seguía en su mente, y no era una tormenta, era una bomba de energía para que él se mantenga de pie.

"Debes resistir, amor mío,” sus palabras resonaban en su mente, vibrantes y llenas de vida. En la penumbra de la tortura, él resonaba con su voz, llenando los huecos de su dolor.

El tiempo siguió siendo un ciclo inexplicable. Cuando los días se difuminaban, las memorias de sus horas con Lilith se convertían en su única fortaleza. Sentía los latidos de su corazón incluso en los peores momentos, una metáfora de la vida que seguía a pesar del dolor. Un día, cuando sintió que el alma se le desgajaba, se dio cuenta de que tenía que pelear por ella porque, aunque la tortura agredía su cuerpo, jamás podría alcanzar el espíritu que ella había sembrado en él.

“Kamill,” volvió a sonar su voz, más fuerte que nunca, una orden firme en medio del caos. “No dejes que esto te quiebre. Eres el futuro, tú debes llevar la carga, pero yo siempre te estaré esperando al otro lado.”

Esa esperanza fue suficiente. Con cada golpe, con cada corte en su piel, él se sentía más cercano a ella. Era su luz en la oscuridad, su voluntad en la tormenta. La determinación de convertirse en el líder que la Mafia rusa necesitaba creció en él, alimentada por el amor que nunca se extinguiría.

Así, con cada sesión de tortura, Kamill se fue forjando en un líder de la manera más dura y cruel. Se dio cuenta de que las marcas en su piel contarían historias y que, pese a todo, seguiría adelante por su amor y por el futuro incandescente que lo estaba esperando al otro lado de ese oscuro túnel de sufrimiento. Ella era su ancla, y él no se rendiría.

El mundo exterior mantenía su frío indómito, pero Kamill, en su lucha incesante, comenzó a descubrir que cada doloroso paso era una forma de crecimiento. La sangre que se derramaba de su piel era testigo de su resistencia; cada grito de dolor se convertía en un eco de su determinación. Y así, entre sueños y terribles realidades, él continuó su camino hacia la cima, llevándola consigo, porque el amor puede, de una forma mágica, alentar la transformación más brutal en la esencia de un nuevo líder.

Esa noche, cuando se vio rodeado por la oscuridad, su corazón latía más fuerte que nunca. Kamill sabía que el día en que finalmente emergiera de las sombras, podría mirar hacia atrás y sostener en su mano el símbolo del futuro que construiría, y en su mente, siempre estarían los recuerdos de Lilith, su amor, su fuerza y su luz que nunca se apagaría.

Él era consiente de que ella estaba en sus sueñoss, pero prefería que ella fuera el sueño que le da fortalezas para enfrentar la dura realidad, aquella realidad que está llevándose por delante toda su vida, él sabe que antes de caer inconsciente lo último que ve es el rostro de ella, pero cuando despierta solo ve una celda oscura o una habitación destrozada por la tortura, ella no esta a su lado, solo está en su cabeza, pero aquello para él está bien, porque por lo menos allí ella está bien y esta con él.



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