Habían pasado varias semanas desde la última vez que vi a Lyanno.
La verdad, ni siquiera sabía qué había estado pensando en ese entonces, ni por qué me había dejado atrapar por la idea de que podríamos retomar algo que ya estaba claramente roto.
Cuando lo vi, algo dentro de mí sabía que no debía haberlo hecho, pero de alguna forma lo hice.
Después de esa última vez, había decidido no pensar más en él, ni en lo que pudo haber sido. En su lugar, decidí volcar toda mi energía en algo que realmente importaba: mis estudios.
Estaba decidida a centrarme en mi futuro, en todo lo que podía controlar, y dejar atrás lo que no valía la pena.
Cada día, me levantaba con una rutina más estructurada: estudiar, repasar mis apuntes, escribir proyectos, hacer ejercicios prácticos.
En un principio, la transición fue difícil, porque el vacío que sentía después de todo lo que había vivido con Lyanno aún estaba presente, pero en lugar de ahogarme en esos pensamientos, me decidí a ocupar mi mente con algo que me ayudara a avanzar.
Me dije a mí misma que tenía que aprovechar este tiempo para mejorar como persona, para enfocarme en lo que me apasionaba y en lo que realmente me estaba haciendo feliz: mi crecimiento personal y académico.
Además, tenía a Gabriela, mi mejor amiga, que siempre había estado a mi lado.
Aunque nuestras vidas habían tomado rumbos diferentes, seguíamos en contacto, y me mantenía actualizada sobre todo lo que pasaba en su vida.
Ella era mi confidente, la que siempre me sacaba de mis momentos más oscuros. Y ahora, Gabriela venía a visitarme. Según me dijo, habíamos planeado hacer muchas cosas juntas.
Ya hacía tiempo que no la veía en persona, y aunque hablamos mucho por teléfono, nada se comparaba con pasar tiempo juntas cara a cara.
Gabriela era esa persona que siempre encontraba la manera de hacerme reír y, por un momento, olvidarme de las preocupaciones que tenía.
Sabía que su visita sería un respiro necesario, algo que me permitiría desconectar de la rutina y de todo lo que había estado procesando.
Cuando me contó que venía a pasar unos días conmigo, sentí una mezcla de emoción y alivio.
No había muchas personas que pudieran hacerme sentir tan bien como ella, sin necesidad de que me explicara todo lo que había estado pasando.
Gabriela siempre sabía cuando algo no iba bien, y era increíble cómo, con solo un par de palabras, lograba poner las cosas en perspectiva. Hablábamos de todo, de lo más trivial hasta lo más profundo, y su visita me caía como un bálsamo para el alma.
El día que llegó, no pude evitar sonreír al verla entrar por la puerta. Aunque supe que su visita sería solo por unos días, me sentí agradecida de tenerla cerca.
Después de tanto tiempo encerrada en mis propios pensamientos, de luchar por encontrarme a mí misma y seguir adelante, su presencia era justo lo que necesitaba.
Pasamos las primeras horas poniéndonos al día, hablando de nuestras vidas, de lo que había sucedido en el tiempo que no nos habíamos visto, y de los planes que queríamos hacer en los próximos días.
Gabriela siempre tenía ideas locas y divertidas para salir de la rutina, y sabía que en su compañía iba a ser más fácil dejar atrás todo lo que había estado persiguiendo en mi mente.
—¿Qué tal si hoy vamos a la playa? —me sugirió con su típica energía—. Sabes que me muero de ganas de desconectar también, de hacer algo diferente. Podríamos tomar el sol, caminar por la orilla... algo tranquilo.
Me encantó la idea. Un día en la playa, sin preocupaciones, sin nada que hacer más que disfrutar del sol y de la conversación fluida.
Era justo lo que necesitaba para despejar la mente. Gabriela tenía esa capacidad de hacer que todo pareciera más sencillo, de encontrar belleza en lo que parecía ser lo más común.
La tarde pasó volando entre risas y confidencias, pero había algo en el fondo que aún no podía evitar.
Aunque intentaba concentrarme en la conversación y disfrutar del momento, había pequeños fragmentos de pensamientos sobre Lyanno que se colaban en mi mente. ¿Cómo estaría él? ¿Habría cambiado algo desde la última vez que lo vi? ¿Seguiría pensando en mí de alguna manera?
Traté de ahogar esas preguntas en el sonido de las olas y en las carcajadas de Gabriela, pero era inevitable que mi mente vagara de vez en cuando hacia allí.
Gabriela, por su parte, no parecía notar mi desconcierto interno. Ella estaba tan centrada en disfrutar del presente, en recordar viejos momentos de cuando éramos más jóvenes, que no se percató de mi leve distracción.
A veces me preguntaba si alguna vez podría dejar atrás a Lyanno por completo, si algún día mi corazón se liberaría de los recuerdos que aún me ataban a él, pero esa noche, en la playa, intenté no pensar en eso.
No quería arruinar ese momento, ni cargar a Gabriela con algo de lo que no había hablado aún.
Durante los días que Gabriela estuvo conmigo, tratamos de hacer todo lo que habíamos planeado.
Fuimos a algunos lugares que hacía mucho no visitábamos, disfrutamos de cenas largas y conversaciones interminables, y aunque las sombras del pasado seguían rondando mi mente, algo en mi interior comenzó a sentirse más ligero.
A medida que pasaban los días, empecé a darme cuenta de algo importante. La vida sigue, con o sin Lyanno, con o sin cualquier otra cosa que me haya dejado atrás.
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