Querida hija de la fe,
Hoy me dirijo a ti con el corazón lleno de amor y compasión, consciente del peso que llevas en tu alma y de la lucha que enfrentas en este momento. Sé que la vida a veces puede parecer un camino lleno de tentaciones y distracciones, y que la lucha contra el pecado puede ser abrumadora. Pero quiero recordarte, en este espacio sagrado, que no estás sola en esta batalla.
La lascivia, esa seducción que parece tan atractiva y fácil, es como una sombra que se cierne sobre nosotros, prometiendo satisfacción pero dejando un vacío aún mayor. Es fácil dejarse llevar por la corriente, rendirse ante lo que parece ser un placer inmediato. Pero, querida, hay una verdad más profunda que debemos abrazar: el verdadero gozo y la paz no se encuentran en las cosas temporales, sino en la relación íntima con nuestro Creador.
Recuerda las palabras de Proverbios 4:23: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.” Tu corazón es un templo sagrado, un lugar donde reside el Espíritu Santo. Cada vez que consideras rendirte ante el pecado, estás permitiendo que esa luz se apague un poco más. Pero aquí está la buena noticia: siempre hay esperanza. Siempre hay una oportunidad para regresar a la luz.
Cuando sientas que la tentación es demasiado fuerte, recuerda que en 1 Corintios 10:13 se nos asegura que “no nos sobrevendrá ninguna tentación que no sea humana; mas fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados más de lo que podéis resistir.” Dios te ha dado la fuerza para resistir, y aunque a veces sientas que no puedes, Él está contigo en cada paso del camino.
En lugar de rendirte, te animo a que busques refugio en la Palabra de Dios. Permítele que te hable, que te guíe y que te renueve. La oración es tu arma más poderosa; es tu conexión directa con el Creador. Habla con Él sobre tus luchas, tus dudas y tus miedos. Él escucha cada susurro de tu corazón y está dispuesto a levantarte cuando te sientas caída.
No te olvides de la comunidad que te rodea. Busca a aquellas personas que te alientan en la fe, que te inspiran a seguir adelante y que te recuerdan tu valor en Cristo. La soledad puede ser un terreno fértil para el desánimo, pero en la compañía de otros creyentes, encontrarás apoyo y amor. Juntas, pueden caminar en la luz y enfrentar las dificultades con fe renovada.
Finalmente, quiero que recuerdes quién eres en Cristo. Eres amada, eres valiosa y eres redimida. Tu identidad no se define por tus luchas, sino por el sacrificio que Jesús hizo por ti en la cruz. Él te ha llamado a vivir en libertad, no en esclavitud al pecado. Así que, en lugar de rendirte, elige levantarte. Elige luchar. Cada día es una nueva oportunidad para acercarte más a Dios y alejarte de lo que te aleja de Su amor.
Querida, no dejes que la lascivia te robe la belleza de la vida que Dios tiene para ti. Enfrenta tus luchas con valentía y confianza, sabiendo que, a través de Cristo, tienes la victoria. La vida en abundancia que Él prometió es posible, y está esperando por ti.
Amén.