Capítulo 3. +18

1.4K 253 85
                                    

Perspectiva de Harry 

La habitación del despacho de Dumbledore era un cuadro de tensión. Las paredes, cubiertas de estanterías abarrotadas de libros y artefactos mágicos, parecían observar cada movimiento, cómplices silenciosos del drama que se desarrollaba en su interior. La luz de las velas danzaba en los lentes de media luna de Dumbledore, pero su brillo habitual se había apagado, reemplazado por una severidad implacable.

—Harry, lo que acabas de hacer puede enviarte a Azkaban —repitió el director con voz firme, su tono grave como el trueno previo a una tormenta. Su mirada, penetrante como un encantamiento, se posó sobre mí, escrutando cada rincón de mi alma. Esa mezcla de decepción y expectativa encendía algo dentro de mí. No sé si era odio, resentimiento o una sombra más oscura que se arraigaba, pulsante, en mi interior.

Mis puños se cerraron con tanta fuerza que los nudillos se tornaron blancos. Sentía el calor creciente en mi pecho, como si mi magia estuviera a punto de estallar. Mi mente, en un intento de escapar, divagó hacia Draco. El recuerdo del brillo plateado de sus ojos me devolvía una calma fugaz, como un bálsamo que enfriaba el ardor de mi ira. Pensar en él era un ancla, un refugio. En su presencia, todo parecía menos complicado, menos oscuro. Deseaba desesperadamente estar a su lado, tocar su piel, perderme en su voz. Solo él podía hacerme olvidar.

Dumbledore, sin embargo, no cesaba en su intento de quebrarme. Su voz cambió, adquiriendo una suavidad calculada, como un depredador que mide a su presa.

—Harry, si me ayudas a confirmar el regreso de Voldemort, podría ayudarte a evitar Azkaban. Sé que no fue tu intención asesinar a Seamus, pero lo que ocurrió es demasiado grave.

La palabra "asesinar" reverberó en mi mente, provocando un escalofrío que recorrió mi columna. No lo había planeado, pero no podía negar que lo hice. Seamus había insultado a Draco, y eso era algo que no podía tolerar. No me arrepentía. No solo lo haría de nuevo, sino que lo haría con cualquiera que se atreviera a atacar al único que realmente importaba en el mundo mágico. 

—Harry, di la verdad. Di que Voldemort ha regresado o... —La voz de Dumbledore se elevó como un relámpago. Era una amenaza velada, pero clara.

La puerta del despacho se abrió de golpe, interrumpiendo su sentencia. Dolores Umbridge entró con pasos firmes, su expresión regodeándose en una mezcla de falsa amabilidad y pura malicia. Detrás de ella, Draco. Al verlo, mi respiración se estabilizó, mi rabia menguó. Su presencia era un faro. Su mirada se encontró con la mía, y un leve gesto, apenas perceptible, me indicó que me acercara.

—Director, ¿acaso escuché bien? —La voz melosa de Umbridge llenó la sala como un cántico envenenado. Sus ojos pequeños y calculadores brillaban con una satisfacción que me crispó los nervios.

—No sé de qué hablas, Dolores —respondió Dumbledore, reclinándose con una calma que parecía burlona, aunque sus ojos estaban llenos de advertencia.

—Me pareció oír que estaba amenazando al joven Potter, presionándolo para afirmar que el-que-no-debe-ser-nombrado ha vuelto.

La tensión en el aire era tan densa que parecía tangible. Los dos adultos se miraron, desafiándose en silencio. Draco se inclinó hacia mí, su voz apenas un susurro.

—Siguele el juego al sapo rosa, por ahora.

Miro a Draco, buscando en sus ojos alguna señal, y él asiente imperceptiblemente. Si hay alguien en quien puedo confiar, es en él. 

 —El-que-no-debe-ser-nombrado no ha regresado —respondo con calma, sin apartar la mirada de Dumbledore. —Lo que ocurrió fue un trágico accidente, en el que Cedric resultó herido. Creo que se golpeó la cabeza porque desde que despertó ha estado diciendo tonterías.

Draco Malfoy y la Magia de los Retratos [Harco] [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora