Capítulo 7

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ARTEMIS

Llego a mi casa con la inquietud y la preocupación, hace cuatro años que no me sentía así, de este modo, odio esta sensación de incertidumbre, entro y voy a la cocina tomando una lata de cerveza, estoy actuando tan extraño que en cuanto menos lo veo, me acabo la cerveza, lanzo la lata al cesto de basura.

Subo las escaleras chocando contra una de las chicas de servicio.

—Buenas, señor —me saluda.

—¿La invitada se ha ido? —pregunto con cautela.

Tratando de parecer despreocupado hasta la médula. La chica niega con la cabeza, lo que me deja tranquilo y menos culpable.

—¿Ha bajado a probar alimento?

—Tampoco señor —responde—. De hecho, nadie la ha visto salir desde anoche, la puerta está cerrada.

Lo primero que se me viene a la mente es que lo está haciendo en modo berrinche, por no querer ayudarla.

—Gracias.

Subo las escaleras, estoy a nada de llamar a la puerta, cuando me detengo, mi corazón se acelera y entro a mi habitación, me doy una ducha de agua fría, intentando no pensar en nada ni nadie. Al salir, ya con ropa limpia, saco mi móvil, reviso mi agenda y me quedo viendo el número que todavía no me atrevo a marcar.

Me paso una mano por el cabello, las manos me sudan, le doy una y mil vueltas al asunto hasta que vuelvo a hacer un intento, esta vez avanzo, ya que marco y espero paciente a que me responda, pero no lo hace, por un momento creo que es porque cambió de idea y no quiere hablarme nunca más.

No la culparía por eso, hasta que al quinto timbre responde.

—¿Hola?

Su voz se escucha temblorosa, la conozco muy bien, está igual o peor de nerviosa que yo.

—¿Artemis?

Escuchar mi nombre de parte de ella hace que reviva, respiro profundo, quiero hablar, pero al parecer las palabras se me atoran en la garganta.

—¿Estás ahí? —inquiere.

Molesto con mi puto miedo, hago lo más infantil del mundo, y es colgar.

—¡Joder! —bramo soltando una estúpida risa.

Espero a que me devuelva la llamada, mi móvil vuelve a sonar y mi corazón se acelera, observo la pantalla y resoplo al ver el nombre que parpadea de esta.

—Qué pasa.

Respondo a Levi.

—¿Molesto con la vida?

—Siempre.

Me pongo de pie y me asomo por la ventana.

—Pareciera que estabas esperando la llamada de alguien ¿una puta? —bromea.

—Sabes que odio a las culo fácil.

Todo afuera se ve normal, por lo que cierro las cortinas y vuelvo adentro.

—Te he enviado la información que me pediste por correo, revísalo.

—Gracias.

Colgamos, enseguida abro mi correo desde la laptop, comienzo a revisar la carpeta con toda la información de Akin y Uriel, Levi incluyó imágenes y mientras más avanzo, viendo las pruebas de todos sus delitos y trabajos, más voy comenzando a armar las piezas del rompecabezas, más me siento un hijo de puta y más me preocupo por Kaira Cavalli.

Al terminar, tomo una decisión, cierro la laptop y sin perder más tiempo, voy hacia la habitación de Lilibeth. Llamo a la puerta y espero su respuesta, pero no hay nada, hago un nuevo intento con la esperanza de que se le acabe el enojo.

—Kaira, soy Artemis, abre la puerta, tenemos que hablar.

Silencio es lo único que obtengo. Vuelvo a llamar a la puerta.

—Abre la puerta, hablemos.

Nada. Cansado de su berrinche, me hago para atrás y de dos patadas abro la puerta, el olor a Lavanda de Lilibeth se ha mezclado con el de ella, cosa que me molesta, pero mantengo para mí. Entro y no está, no hay nadie.

La cama sigue igual, como si jamás hubiera dormido aquí. Busco en el baño, no está, tampoco veo rastro de las pocas cosas con las que vino.

—Mierda.

Se ha ido, lo sé, salgo de la habitación y camino hacia la sala de vigilancia, donde tengo vista de cada rincón de la casa, reviso las cintas desde ayer por la noche, veo todo hasta que la localizo, sale de la habitación, baja las escaleras y se queda escuchando la conversación que tuve con Damián y Levi, ella sale corriendo después, sube, recoge sus cosas y sale de la casa.

Me toma dos segundos entender su comportamiento. Recordando mis palabras, enseguida mi móvil suena, es Damián, y sin esperar a que me hable, me adelanto.

—No está —agarro las llaves de mi auto—. Kaira se ha ido de mi casa.

—Lo sé.

Me detengo.

—¿Qué quieres decir con eso?

Damián guarda silencio un par de segundos.

—Creo que tenemos un problema.

—Habla.

—Akin y Uriel la tienen.  

  

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Un Corazón Dañino #3 © [COMPLETA]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora