Capítulo 16

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ARTEMIS

Me congelo cuando escucho lo que más temía, de pronto, los recuerdos del pasado golpean duro en mi mente, la rabia contenida por muchos años, hace que vuelva como disparo de adrenalina, Kaira Cavalli comienza a llorar, se pone de pie y de los tres, soy el primero que sale del comedor. Todo me da vueltas, subo a mi habitación y cierro con cerrojo.

El aire me sofoca, porque vi su mirada, era la misma mirada llena de tristeza, de dolor, que Lilibeth me mostró. Siento que mis peores miedos golpean fuerte la puerta de la realidad, me siento en una de las orillas de la cama, cubro mis oídos con ambas manos.

Pienso en todo lo que pasó con Lilibeth, con Oliver, los disparos, el abuso que cometí, los excesos, estoy a punto de colapsar, cuando mi móvil vibra dentro de uno de los bolsillos de mis pantalones. Salgo de mi ensimismamiento y saco el aparato, el nombre que resplandece en la pantalla hace que las manos me tiemblen.

Y una sonrisa se dibuje en mi rostro, porque después de todo lo que hice, está cumpliendo su promesa.

—Artemis.

Escuchar su voz hace que el corazón salga de mi pecho.

—Lilibeth —digo con voz ronca.

—Por Dios, es tan bueno volver a escucharte después de todo este tiempo.

Me quedo callado.

—Damián me dijo que saliste hace unos días.

—Intenté llamarte, pero no quise...

—Jamás vas a ser una molestia, aunque no te niego que esto de ser madre de dos dinamitas, me deja agotada.

Sonrío, y esta vez es una sonrisa sincera, porque la amo con todo mi ser, y me alegra mucho que sea feliz. En el pasado, me imaginaba hijos con ella, ahora, cuando pienso en eso, frente a mí aparece un muro blanco, porque no hay nada y extrañamente eso me llena de paz.

—¿Cómo te encuentras? —pregunto.

—Extrañando a mi mejor amigo.

Río.

—Si Oliver te escucha...

—Oliver no se enfada, hace mucho que entendió que eres parte importante en mi vida, y que jamás pienso abandonarte, los amigos no hacen eso, aún conservo la pulsera que me hiciste a los cinco años.

Una punzada en el pecho me viene.

—Pensé que la habías...

—Eso jamás, pero cambiemos de tema, ¿te estás alimentando bien? Escuché que en los centros la comida es asquerosa...

Me dejo caer en la cama, Lilibeth siempre va a ser Lilibeth, no cambia pese a todos estos años y lo que pasó, sigue siendo la misma y creo que aunque pasen años, siempre la veré como la niña que me hacía comer pasteles de lodo. La escucho atento, porque su voz es medicina, hablar con ella hace que me olvide de toda la mierda que estoy viviendo.

—Puedo ir a visitarte.

—No es buen momento ahora.

—Artemis Francori, si intentas alejarme... —Sentencia.

—No, solo necesito un poco más de espacio, están pasando muchas cosas y apenas salgo, tengo que mantenerme estable en muchas cosas.

Suelta un suspiro.

—Vale, pero juro que si te estás metiendo en problemas, te arranco las bolas.

—Qué agresiva te has vuelto, creo que Oliver te ha pegado el mal carácter.

—También lo creo, pero en serio —se queda callada un par de segundos—. Me hace feliz escuchar tu voz de nuevo, no quiero volver a perderte, Artemis.

Cierro los ojos.

—Nunca me perdiste, solo fue un momento.

—Y espero sea el último.

Respiro profundo cuando Damián toca y entra a mi habitación.

—Tengo que colgar.

—Te quiero mucho, Artemis.

—Yo te quiero más, princesa.

Me manda por línea un beso tronado y colgamos.

—Joder, debo suponer que esa era Lilibeth.

—¿Cómo sabes? —enarco una ceja con incredulidad.

—Porque ella es la única capaz de hacerte sonreír de ese modo.

Me quedo callado.

—Kaira está en su habitación, se encontraba alterada, ella piensa que la odias.

—No lo hago.

—Pero te sientes impotente por lo que le pasó.

—Eso es pasado —me pongo de pie—. La voy a ayudar porque lo necesita, no tiene a nadie, tampoco tengo un corazón crudo.

—Entiendo, Levi se está encargando de eso.

Damián se despide y me doy una ducha, haber hablado con Lilibeth de nuevo, hizo que el cielo nublado se despejara, cuando termino, bajo a la cocina por un vaso de agua, pero me detengo al ver que Kaira está cerca de la encimera, intentando tomar un paquete de galletas del último estante, está de puntillas, es alto y no alcanza.

La veo batallar un par de segundos hasta que me acerco y rodeándola, soy yo quien le baja el paquete. Aunque al hacerlo, me doy cuenta muy tarde de que golpeo su trasero con mi polla. Me alejo de forma inmediata.

—Lo siento —dice con las mejillas rojas.

Tiene los ojos llorosos, no le digo nada, pero las palabras de Damián me hacen tirar de su brazo cuando está por irse.

—No te odio.

Ella voltea a verme.

—No es nada personal, y tampoco quiero hablar del tema, pero no te odio.

Su barbilla tiembla y por segunda ocasión creo que ha entendido mal la situación, porque dejando de lado el paquete de galletas, toma mi rostro entre sus manos.

—Lo siento.

Y acto seguido, vuelve a besarme.  

  

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Un Corazón Dañino #3 © [COMPLETA]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora