El eco de las risas de Sergio resonaba en los pasillos del palacio de Auresia mientras paseaba por los jardines reales. Sin embargo, esa tranquilidad estaba a punto de romperse. Esa tarde, Fernando y Carlos habían convocado a Max a una audiencia privada, dejando claro que no sería una reunión amigable.
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Max entró al salón del trono con la cabeza en alto, enfrentando las miradas severas de Fernando, el rey en ascenso, y Carlos, el formidable comandante de la guardia real. Ambos hermanos estaban sentados frente a una larga mesa, sus expresiones serias como el mármol que adornaba la habitación.
-Señor Verstappen -comenzó Fernando, con voz fría y autoritaria-. Hemos permitido que pase tiempo con nuestro hermano porque no somos tiranos, pero eso no significa que confiemos en usted.
Carlos, con los brazos cruzados y la ceja arqueada, agregó:
-Sergio es lo más preciado que tenemos. Si ha venido aquí con intenciones superficiales, le recomiendo que se marche antes de que las cosas se compliquen.Max respiró profundamente, manteniéndose firme bajo la presión. Había enfrentado competiciones intensas en la pista, pero ninguna carrera se comparaba con el desafío que tenía ante sí.
-Entiendo su preocupación -respondió Max con voz firme pero respetuosa-. Sergio es una persona increíble, y nunca me atrevería a tratarlo como algo menos que un tesoro. Mis intenciones son serias.
Fernando se inclinó ligeramente hacia adelante, su mirada penetrante.
-¿Y qué puede ofrecerle? Es un príncipe, nacido en una familia que siempre lo ha protegido. ¿Qué clase de vida puede darle usted, un hombre que vive rodeado de velocidad y peligro?Max dio un paso adelante, sin apartar la mirada del futuro rey.
-Es cierto que mi vida está llena de riesgos, pero también sé lo que significa luchar por lo que amas. Sergio merece alguien que lo admire, que lo cuide y que lo haga feliz. Y estoy dispuesto a ser ese alguien.Carlos se puso de pie, caminando alrededor de Max como si evaluara a un enemigo en el campo de batalla.
-Hablas con mucha confianza, pero las palabras no son suficientes. Si en algún momento lo lastimas, no habrá lugar en este mundo donde puedas esconderte de nosotros.Max mantuvo la calma, a pesar de la tensión creciente.
-Lo entiendo. Y pueden tener mi palabra: nunca haré nada que lastime a Sergio.En ese momento, Sergio irrumpió en el salón, ajeno a la intensidad del encuentro.
-¡Max! ¿Por qué no me dijiste que estabas aquí? -preguntó, acercándose con una sonrisa radiante.Fernando y Carlos intercambiaron miradas, sus expresiones suavizándose al ver la felicidad de su hermano menor. Fernando se levantó lentamente, dirigiéndose a Max con un aire más relajado.
-Por ahora, te damos el beneficio de la duda. Pero recuerda: Sergio es nuestra mayor responsabilidad. Si fallas, lo perderás todo.Max asintió solemnemente, mientras Sergio tomaba su mano, ajeno a la tormenta que acababa de pasar. Cuando salieron del salón, Max miró a Sergio con una leve sonrisa.
-¿Todo bien? -preguntó el príncipe, curioso por la tensión que percibía.
-Todo está bien -respondió Max, apretando suavemente la mano de Sergio-. Haré lo que sea necesario para estar contigo, incluso enfrentarme a tus hermanos las veces que haga falta.Y en ese momento, Max supo que la verdadera carrera apenas comenzaba.
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La Joya de La Corona
FanfictionSergio, un príncipe doncel conocido como "La joya de la corona" por su familia y su reino, asiste al Gran Premio de Mónaco, donde conoce a Max Verstappen, un piloto carismático. Max queda fascinado por las pecas y la sonrisa de Sergio, mientras que...