Un Amor Eterno

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La boda de Sergio y Max era un evento que había estado esperando desde el primer día que sus caminos se cruzaron. La unión de los dos, un príncipe y un piloto de Fórmula 1, había cautivado a todos, y la ceremonia prometía ser tan mágica como su historia de amor. 

El palacio estaba decorado con flores blancas y doradas, los pasillos adornados con cortinas de terciopelo y candelabros resplandecientes. En el aire, se respiraba una mezcla de nerviosismo y emoción, mientras los sirvientes preparaban todo para la gran ocasión. 

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Mientras Sergio se preparaba en sus aposentos, su familia se reunió alrededor de él. Fernando y Carlos, sus hermanos mayores, entraron en la habitación para asegurarse de que todo estuviera en orden. 

Sergio estaba de pie frente al espejo, con su traje de boda perfectamente ajustado. Era un conjunto blanco marfil con bordados plateados, un diseño elegante y sencillo, pero lleno de detalles que destacaban su estatus real. La chaqueta tenía un corte a medida que realzaba su figura, y su camisa de seda estaba adornada con finos botones de perlas. Una capa ligera caía sobre sus hombros, mientras un lazo discreto lo mantenía todo en su lugar. 

—¿Estás seguro de esto, hermano? —preguntó Fernando, mirando a Sergio con una mezcla de preocupación y cariño. —Max no es precisamente el tipo de hombre que esperábamos para ti. 

Sergio se giró, sin dudar. 
—Lo estoy. Estoy completamente seguro. Max me hace feliz, y eso es lo único que importa. 

Carlos, siempre el más protector, se acercó y le puso una mano en el hombro. 
—Lo importante es que seas feliz, Sergio. Si él te hace sentir así, lo aceptamos. No importa lo que diga el mundo. 

Sergio sonrió, respirando profundamente. 
—No lo haría si no estuviera seguro. Este es el momento en el que quiero pasar el resto de mi vida con él. 

Los tres hermanos compartieron una última mirada, y entonces Fernando le sonrió con orgullo. 
—Entonces, vamos a hacer que este día sea perfecto para ti, hermano. 

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El sol brillaba sobre el jardín real, donde se había montado una elegante estructura de cristal con flores blancas y lilas que caían delicadamente de los techos. Los invitados se acomodaron en sillas de terciopelo, todos esperando la llegada de la pareja. 

Cuando las puertas se abrieron, Sergio apareció, radiante, con una sonrisa que iluminó su rostro. Max esperaba al final del pasillo, vestido con un impecable traje de gala negro, su chaqueta con detalles dorados en los bordes, reflejando la elegancia del día. 

El corazón de Max latió más rápido cuando vio a Sergio caminar hacia él, su mirada fija en la de él, llena de amor y promesas. Estrella, la pequeña pomerania, caminaba junto a Sergio, luciendo un elegante collar con un lazo dorado. 

Cuando Sergio llegó frente a Max, sus manos se entrelazaron, y el sacerdote comenzó la ceremonia. 

—Max, desde el momento en que te conocí, supe que había algo especial en ti —dijo Sergio, mirando a Max con ojos brillantes. —Me hiciste sentir amado y aceptado tal como soy. Hoy, frente a todos, quiero prometerte que estaré a tu lado, en los días buenos y malos, sin importar lo que el futuro nos depare. Te elijo, hoy y siempre, como mi compañero de vida. 

Las palabras de Sergio calaron hondo en el corazón de Max. Al llegar su turno, Max, con voz firme pero cargada de emoción, dijo: 

—Sergio, no sé cómo fue que llegaste a mi vida, pero me hiciste entender lo que significa amar de verdad. Me has mostrado una bondad, una dulzura que nunca imaginé. Hoy, te prometo que haré todo lo posible por hacerte feliz, por cuidarte y protegerte. Mi vida no tiene sentido sin ti. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar, y me comprometo a ser tu compañero, tu amigo, y tu amor, siempre. 

El sacerdote sonrió y, con una bendición, los declaró esposos. El público estalló en aplausos mientras Max y Sergio se besaban, sellando su compromiso con un beso suave pero lleno de significado. 

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Después de la ceremonia, los invitados se trasladaron a un gran salón de banquetes, decorado con elegancia. El aire estaba lleno de risas y música suave, mientras los camareros servían platos exquisitos. 

Sergio y Max estaban sentados juntos, sus manos entrelazadas sobre la mesa, mientras disfrutaban de los brindis y las felicitaciones de los presentes. Los dos compartían una sonrisa que nunca había desaparecido desde el momento en que comenzaron a planear su vida juntos. 

—Este es solo el comienzo, ¿verdad? —dijo Max, mirando a Sergio con ternura. 

—El comienzo de toda una vida. —Sergio respondió, acercándose para darle un beso en la mejilla. —Gracias por todo, Max. Este día, este momento, no podría ser más perfecto. 

Estrella, que había sido un invitado especial, corría juguetonamente entre las piernas de los asistentes, causando risas y llevando consigo la alegría del día. Sergio miró a su perrita, que estaba felizmente jugando, y sonrió. 
—Gracias, Estrella, por acompañarnos en este día. 

La noche continuó con una serie de bailes y celebraciones, pero Max y Sergio, en su burbuja de amor, sabían que este día marcaría el inicio de su feliz vida juntos. Mientras se dirigían a la pista de baile, el mundo parecía desvanecerse a su alrededor. Solo quedaban ellos dos, el amor inquebrantable y la promesa de un futuro juntos.

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La Joya de La CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora