El sol de mayo brillaba intensamente sobre los viñedos que rodeaban la residencia de verano de la familia real en España. Sergio estaba sentado en el balcón principal, disfrutando del aire fresco mientras hojeaba distraídamente un libro de poesía. A sus 16 años, el joven príncipe era conocido por su sonrisa cálida y su personalidad curiosa. Era un adolescente apasionado por las artes, la música y los pequeños placeres de la vida, pero aquel día su mente estaba lejos de los versos que sostenía en sus manos.
En el interior del palacio, los televisores estaban sintonizados en un evento que Sergio no solía seguir: la Fórmula 1. Su hermano mayor, Carlos, era un aficionado del automovilismo, y aunque Sergio nunca había prestado mucha atención a los coches de carrera, esa tarde algo llamó su atención.
—¡Sebastian está en cuarto lugar! —gritó Carlos desde la sala principal.
—¿Qué estás viendo ahora? —preguntó Sergio mientras entraba al salón, dejando su libro olvidado en la terraza.
—El Gran Premio de España —respondió Carlos con entusiasmo, sin apartar la vista de la pantalla—. ¿Por qué no te quedas un rato? Tal vez aprendas algo interesante.
—¿Coches dando vueltas? No lo creo.
A pesar de su desinterés inicial, Sergio se dejó caer en el sofá junto a su hermano. Mientras los comentaristas describían la intensidad de la carrera, Sergio miraba distraídamente la pantalla. No entendía las estrategias ni las maniobras, pero la emoción de la multitud era contagiosa.
En ese momento, la transmisión cambió a una toma del joven Max Verstappen, quien acababa de cruzar la línea de meta para convertirse en el ganador más joven de la historia de la Fórmula 1. Los comentaristas hablaban con emoción sobre su logro, resaltando cómo, con apenas 18 años, había conseguido lo que muchos soñaban durante toda su carrera.
Sergio, que hasta ese momento apenas había prestado atención, alzó la vista hacia la pantalla.
—¿Quién es él? —preguntó, tratando de sonar casual, aunque sentía una extraña emoción revolviendo su pecho.
Carlos le lanzó una mirada rápida.
—Ese es Max Verstappen. Tiene 18 años y acaba de ganar su primera carrera. Es una especie de prodigio, un talento natural.
Sergio se inclinó un poco hacia adelante, fijando los ojos en la imagen del joven piloto. Max estaba de pie sobre el podio, con una sonrisa tímida pero orgullosa en el rostro, sosteniendo el trofeo con ambas manos. Su cabello castaño claro, ligeramente despeinado por el sudor y el casco, brillaba bajo las luces del podio. Tenía un rostro juvenil, con una mandíbula definida que comenzaba a marcar los rasgos de un hombre. Sus ojos azules, serios y profundos, contrastaban con la calidez de su sonrisa.
A pesar de su corta edad, Max tenía una presencia que imponía. Vestía el mono del equipo Red Bull Racing, que parecía hecho a medida para su figura atlética, delgada pero fuerte. Aunque aún tenía el aire de un adolescente, era evidente que estaba destinado a cosas grandes.
Sergio no podía apartar la vista.
—Es... impresionante —murmuró, casi sin darse cuenta.
—Sí, lo es —respondió Carlos, sin notar el interés particular de su hermano—. Es un piloto agresivo, pero con mucho talento. La Fórmula 1 va a ser interesante con él en la parrilla.
Sergio no sabía qué le había pasado. Algo en la imagen de Max lo había atrapado por completo. Tal vez era su sonrisa, esa mezcla de confianza y vulnerabilidad. O tal vez era la determinación en su mirada, como si el joven piloto supiera exactamente quién era y a dónde quería llegar.
El príncipe se quedó en silencio durante el resto de la transmisión, observando cómo los periodistas seguían a Max, haciéndole preguntas sobre su victoria. Max respondía con seguridad, pero de vez en cuando dejaba escapar una sonrisa tímida que hacía que Sergio sintiera una extraña calidez en el pecho.
Cuando la transmisión terminó, Sergio se levantó del sofá con una excusa cualquiera y se dirigió a su habitación. Cerró la puerta tras de sí y se dejó caer sobre la cama, todavía pensando en aquel piloto que había visto en la televisión.
—Max Verstappen… —susurró, probando el nombre en sus labios como si fuera un secreto.
Desde ese día, algo cambió en Sergio. Aunque seguía con sus rutinas y sus intereses habituales, comenzó a seguir las noticias de Fórmula 1 con más frecuencia. No le interesaban los resultados generales, sino un piloto en particular. Aprendió más sobre Max: su debut en la Fórmula 1 a los 17 años, su estilo de conducción agresivo y su determinación inquebrantable.
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Sergio recordó cómo su madre siempre decía que, cuando algo realmente te importa, lo sientes en el corazón antes de entenderlo en la mente. Eso era exactamente lo que le pasaba con Max. No lo conocía, no había cruzado una sola palabra con él, pero sentía que había algo especial en ese joven piloto.
—¿Por qué estoy pensando tanto en esto? —se preguntó una noche, mirando una foto de Max que había encontrado en un artículo de noticias.
Era una imagen tomada durante una rueda de prensa, y Max estaba sentado, con el ceño ligeramente fruncido mientras escuchaba una pregunta. Sergio no pudo evitar sonreír al ver la intensidad en su rostro.
Los días pasaron, y Sergio encontró formas de seguir la trayectoria de Max sin llamar la atención. Leía los artículos que hablaban de su progreso y veía las carreras en las que participaba, aunque a veces tenía que inventar excusas para justificar su repentino interés por la Fórmula 1.
—Te estás obsesionando, Sergio —se dijo a sí mismo en más de una ocasión. Pero no podía evitarlo.
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Una tarde, mientras paseaba por los jardines del palacio, Sergio miró hacia el horizonte y se permitió soñar. ¿Qué se sentiría conocer a alguien como Max? ¿Alguien que vivía con tanta pasión y determinación?
—Es un mundo diferente al mío —murmuró para sí mismo, mirando las montañas a lo lejos—. Pero, tal vez... algún día.
El joven príncipe no sabía que, en ese momento, las ruedas del destino ya estaban en movimiento. Aunque sus caminos parecían estar a mundos de distancia, estaban destinados a encontrarse. Max, con su pasión por la velocidad, y Sergio, con su corazón lleno de sueños, formaban parte de una historia que apenas estaba comenzando.
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Ese día en España marcó el inicio de algo que Sergio no podía comprender del todo en ese momento. Mientras observaba el atardecer desde los jardines del palacio, prometió seguir de cerca la trayectoria de Max, sin saber que algún día sus mundos colisionarían de una manera que cambiaría sus vidas para siempre.
Y así, el joven príncipe, con el corazón lleno de admiración y una chispa de esperanza, comenzó a escribir el primer capítulo de un sueño que aún no sabía que se haría realidad.
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La Joya de La Corona
FanficSergio, un príncipe doncel conocido como "La joya de la corona" por su familia y su reino, asiste al Gran Premio de Mónaco, donde conoce a Max Verstappen, un piloto carismático. Max queda fascinado por las pecas y la sonrisa de Sergio, mientras que...