El reloj marcaba las tres de la madrugada, pero para Max, la noche parecía interminable. Sentado en el frío suelo de su departamento, con la espalda apoyada contra el sofá, observaba las luces de la ciudad desde la ventana. Una botella de whisky casi vacía descansaba a su lado. El líquido ambarino, que en otro momento hubiera sido reconfortante, esta noche solo avivaba el caos en su interior.
Cada pensamiento volvía a Checo. Su risa, sus gestos, y esas palabras crueles que perforaban como dagas: "Si quieres algo conmigo, entonces pelea por ello." Pero, ¿cómo podía pelear cuando cada esfuerzo parecía destinado a fracasar? Desde hacía semanas, Checo no le daba un respiro. Todo en él era un juego cruel de atracción y rechazo, como si disfrutar de su sufrimiento fuera parte de su plan.
Max cerró los ojos, pero las imágenes de Checo seguían allí, más vívidas que nunca. Esa sonrisa que no podía borrar de su mente ahora era un recordatorio constante de su propia insignificancia. Él lo había entregado todo: su orgullo, su tiempo, incluso su capacidad para distinguir el amor del masoquismo. Y aún así, no era suficiente.
Mientras tanto, en la casa de Checo...
El departamento estaba en penumbra. Las luces apagadas y el eco del silencio eran un reflejo perfecto del vacío que lo consumía. Checo estaba sentado en el suelo de la sala, frente a una copa de vino que ni siquiera había probado. La fiesta, los pretendientes, las palabras de Lewis... todo se sentía distante ahora.
Checo había llegado a casa hacía horas, huyendo de una noche que se había vuelto insoportable. Sabía que estaba huyendo también de sí mismo. Fingir desinterés por Max era su forma de protegerse, pero las palabras de Lewis lo habían hecho tambalear.
"¿Eres tú quien no sabe lo que quiere?"
Checo se pasó las manos por el rostro, frustrado. Sabía que estaba dañando a Max. Sabía que estaba jugando con fuego y que en el proceso ambos terminarían quemados. Pero ¿cómo podía dejar de hacerlo? Era más fácil mantener la distancia, más fácil construir muros que permitieran que el dolor no lo alcanzara.
Su teléfono vibró en la mesa. Por un momento, pensó ignorarlo, pero cuando vio el nombre de Max en la pantalla, no pudo evitar tomarlo.
"Checo, no sé cómo detener este dolor. Por favor, solo dime qué debo hacer para que esto funcione."
Leyó el mensaje una y otra vez, su pecho apretado por una mezcla de culpa y rabia. Quería responderle, quería decirle que todo estaría bien. Pero sabía que sería una mentira. Su inseguridad, sus miedos, lo mantenían atrapado.
Con un suspiro tembloroso, apagó el teléfono y lo dejó caer al suelo.
En casa de Carlos Sainz...
Max, incapaz de soportar más su soledad, había conducido hasta el departamento de Carlos. Llevaba la misma camiseta arrugada y jeans que había usado durante todo el día. Tocó la puerta con fuerza, su respiración agitada, como si hubiese corrido kilómetros.
Carlos abrió, con una mezcla de preocupación y cansancio.
Carlos: "¿Max? ¿Qué haces aquí a esta hora?"Sin decir una palabra, Max entró al apartamento y se dejó caer en el sofá. Pato, quien estaba sentado en la cocina, se levantó para ofrecerle un café.
Pato: "Parece que necesitas esto más que nosotros."
Max aceptó la taza sin mirarlos. Finalmente, después de un largo silencio, habló con una voz ronca.
Max: "Ya no puedo más. Todo lo que hago termina siendo insuficiente para él. Checo... él no me quiere, Carlos. No como yo lo quiero a él."Carlos se sentó frente a él, su expresión seria.
Carlos: "Max, tú sabes que te aprecio, pero tienes que entender algo: Checo está jugando contigo. Y si no lo ves, entonces estás cegado por algo que no es amor."Max alzó la mirada, furioso.
Max: "No es un juego para mí, Carlos. Él es todo lo que quiero. No puedo simplemente rendirme."Carlos suspiró profundamente, intercambiando una mirada con Pato.
Pato: "Pero, ¿a qué costo, Max? ¿A qué precio vas a seguir persiguiéndolo?"Max: (gritando) "¡A cualquier precio! Porque si lo dejo ir, entonces no me queda nada."
El eco de su voz resonó en la sala, dejando a todos en silencio. Carlos se levantó, con los ojos llenos de compasión.
Carlos: "Max... estás perdiéndote a ti mismo en alguien que no está dispuesto a hacer lo mismo por ti. Y eso no es amor, es destrucción."De vuelta en la casa de Checo...
Checo seguía sentado en el suelo, con la mirada fija en la copa de vino. Finalmente la tomó, pero no para beberla, sino para lanzarla contra la pared. El cristal se rompió en mil pedazos, reflejando cómo se sentía por dentro.
Sabía que Max lo quería, lo necesitaba, y que su actitud solo estaba destruyendo cualquier posibilidad de ser feliz juntos. Pero algo en él seguía resistiéndose a bajar la guardia, como si temiera que, al hacerlo, Max lo abandonaría.
En el fondo, sabía que estaba equivocado. Que el único que estaba destruyendo esa conexión era él mismo. Pero admitirlo sería reconocer su propio miedo, y eso era algo que no estaba listo para hacer.
En casa de Max...
Horas más tarde, Max estaba de pie en el balcón de su departamento. El frío de la madrugada cortaba su piel, pero él apenas lo sentía. Su mente estaba en blanco, agotada por el peso de su amor no correspondido.
Finalmente, alzó la mirada hacia el horizonte, una determinación oscura brillando en sus ojos. Si Checo quería que peleara, entonces lo haría. Pero no sería por el amor que los unía, sino por demostrarle que no era alguien a quien podía aplastar sin consecuencias.
Max Verstappen estaba listo para destruir lo quequedaba de su propio corazón, si eso significaba salvar su dignidad

ESTÁS LEYENDO
Las Sombras de Red Bull
Romance**"Sombras de Red Bull"** sigue a Max Verstappen y Sergio "Checo" Pérez, dos pilotos de élite en el equipo Red Bull Racing, que parecen ser grandes amigos fuera de la pista. Sin embargo, debajo de esa fachada de camaradería, hay una tensión palpable...